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El historiador Francisco Pineda realizó una investigación donde señala que Emiliano Zapata fue perseguido con saña por el gobierno de Venustiano Carranza, régimen que realizó una guerra de exterminio con armas químicas, torturas indiscriminadas y esclavización de prisioneros, señaló el periódico El País.
Carranza, el 26 de septiembre de 1915, ordenó al general Pablo González aplastar la Revolución del Sur, quien seguía en pie de lucha porque buscaba la colectivización de las haciendas y la liberación de campesinos de la opresión latifundista.
Pineda señala que el Gobierno contó con ayuda estadounidense para atrapar a Zapata. Agregó que Carranza tenía mil 700 fusiles en 1914, pero en menos de un año Washington le proporcionó más de 53 mil armas.
Detalló que el 12 de marzo de 1916 comenzó la persecución donde se quemaron pueblos y la destrucción de siembras; iniciaron deportaciones masivas a Yucatán y la esclavización de poblaciones enteras.
En esa época, señala el autor, los Constitucionalistas habrían fabricado, con maquinaria importada de EU, las espoletas para el gas asfixiante con el que pensaban aniquilar a los zapatistas. "Posiblemente se prepararon con fosgeno, un veneno incoloro y con olor a maíz verde, cuyos síntomas no son inmediatos", explicó Pineda.
El objetivo era que Emiliano Zapata y su ejército fueran orillados a sobrevivir más que a combatir, aseguró el investigador. Sin embargo, tras un repliege inicial, los zapatistas lograron reunir fuerzas y lanzar una contra ofensiva pero las fuerzas carrancistas recrudecieron la represión.
Aunque a inicios de 1917 Zapata logró expulsar al enemigo de su territorio, un año después lanzaron una segunda invasión y esta vez iban por el líder campesino. El desenlace fue definitivo. El coronel carrancista Jesús Guajardo fue enviado a consumar el asesinato.
Para ganarse la confianza de Emiliano Zapata, fusiló a 50 soldados federales. Luego acordó una reunión con el líder revolucionario. Cuando el 10 de abril de 1919 Zapata cruzó el umbral, siete balas acabaron con él, antes siquiera de que pudiera apretar el gatillo de su pistola, que de poco le sirivó desenfundar.
nrv/sc