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El aplauso fue largo y conmovedor. En el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes se escuchó el relato estremecedor de los últimos minutos de vida de Rafael Tovar y de Teresa, de la última mirada a su hijo, del final de quien ha sido comparado en los últimos días con personajes fundamentales y fundacionales de la política cultural de México como José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. Las cenizas del primer secretario de Cultura estaban ahí, en la urna en blanco, escoltadas por una fotografía reciente del historiador en su oficina de Arenal, quizá de los días previos a la enfermedad contra la que batalló durante todo el año, mieloma múltiple cancerígeno.
Al homenaje que le rindió el presidente Enrique Peña Nieto llegaron políticos, empresarios, creadores, artistas, intelectuales, gestores y funcionarios culturales y legisladores, así como todo el gabinete. El desfile de personalidades fue tan amplio como el que se vio en las exequias de quien delineó y fue pieza clave de las políticas culturales del país en los últimos 30 años.
Las lágrimas que se vieron en el Panteón Francés el fin de semana se transformaron ayer en abrazos solidarios y anécdotas. La más recurrente es la del profundo amor a sus hijos: Rafael y Leonora, los mayores; y María y Natalia, las menores. Las pequeñas tomaban de la mano a su madre Mariana García-Bárcena, pero también buscaban los brazos de Rafael y de Leonora.
Antes de la llegada del Presidente, todos abrazaron a la viuda, tomaron de las mejillas a las pequeñas y estrecharon las manos de Rafael y de Leonora. El secretario de Educación, Aurelio Nuño, se puso en cuclillas para conversar unos minutos con las niñas.
Las anécdotas iban y venían en los pasillos del Cenart, el lugar que promovió, impulsó y fundó el embajador; el recinto que significó un escándalo en su carrera, un espacio que durante los años 90 fue conocido como el “elefante blanco” de Tovar.
Pero fue su hijo mayor, Rafael Tovar López-Portillo, quien trazó el perfil más humano del secretario: “Su muerte fue un reflejo de su personalidad, serena, elegante, discreta y pudorosa, como el gato pardo; se fue tranquilo y en absoluta paz, incluso en su muerte honró el lema de familia que reza: ‘Una buena muerte honra toda una vida’, pero en su caso no sólo será muerte la que le honre sino el amor que profesó por México, el amor que dejó en todos nosotros, en su esposa, en sus hijos, en sus nietos, en sus amigos y en sus colaboradores”, dijo.
Tovar López-Portillo, quien prometió honrar a su padre y cuidar de sus hijas y su esposa, agradeció las “incontables muestras de cariño, apoyo y solidaridad, el respeto y admiración”. Agregó sentirse orgulloso de llevar su nombre. “Mi padre fue un hombre ejemplar que hizo y dio todo por su familia y por México, que no flaqueó ni al final, cuando la enfermedad empezaba a causar estragos y su cuerpo comenzaba a traicionarlo; llevó el nombre de un mexicano patriota, de un mexicano ejemplar que trabajó sin vanidad con el único propósito de hacer y dejar un país mejor. Ese es su gran legado. Hasta siempre y gracias por todo, papá”.
Todo el gabinete del Presidente, así como los más de 500 invitados y prensa escucharon las palabras de su hijo. Hubo también palabras de la comunidad cultural, un gremio que agradece que haya fundado instituciones como el Sistema Nacional de Creadores de Arte y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, programas que, dicen analistas, transformaron el quehacer cultural; palabras expresadas en voz de una de sus mayores autoridades morales, el violonchelista Carlos Prieto.
“La inagotable curiosidad intelectual y artística de Rafael lo incitó desde muy joven, o para ser más preciso, desde muy niño, a ser un lector empedernido, un adicto incurable de la música y a interesarse por cuanto estuviera relacionado con el mundo de la cultura, de la política, de la diplomacia. Su erudición era impresionante. Desde niño se pasaba días enteros en la biblioteca de su abuelo Guillermo de Teresa y de Teresa, lector voraz, leía varios libros por semana. En Rafael se dio el caso insólito de que coincidieron sus enciclopédicos conocimientos en muy variados campos de la cultura con una formidable capacidad de trabajo, de acción, de diálogo con todos los sectores, su versatilidad resulta evidente si examina uno su currículum tan brillante como variado”, dijo el músico.
Los que lo conocieron no sólo destacaron su erudición, su amor a la familia, también su amor a la música, por eso la Camerata Instrumental de México, dirigida por Ramón Romo Lizárraga, tocó obras de compositores como Händel y Mozart.
Tras las palabras de Peña Nieto, el homenaje se dio por terminado, pero hubo espacio para más abrazos al pie de la urna de Tovar y de Teresa. Martha Sahagún, tomada del brazo de Sari Bermúdez, expresidenta del Conaculta; José Narro abrazando con calidez a la viuda de Tovar; Teresa Franco, ex titular del INAH repartiendo saludos; Enrique Krauze, Enrique Florescano, Jorge Volpi, Silvia Lemus, Nuria Sanz, Carmen Beatriz López-Portillo, Moisés Rosas, Javier Lozano, Mauricio Montiel, Francisco Araiza, Teresa Vicencio, Eduardo Vázquez Martín, Gerardo Estrada, Jaime Labastida y Alberto Ruy Sánchez son algunos de los que saludaron a la familia.
El secretario se empeñó en trabajar hasta el último día que le fue posible. Y así lo confirmó el Presidente durante su discurso. Tovar y de Teresa, dijo, lideró la dependencia y sólo pidió días cuando su salud así lo exigió.