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En el corazón de las casi 50 historias reunidas por Cristina Pacheco en su libro El eterno viajero está la figura inconfundible de José Emilio Pacheco, su presencia late con fuerza aunque nunca se mencione su nombre. Es una presencia que se materializa en notas escritas al vuelo, en las decenas de libretas y tarjetas a las que se alude, en la correspondencia a su nombre que nunca más recibirá el escritor y compañero de vida de Cristina Pacheco.

“Para suplir nuestras interminables conversaciones, siempre que te ibas de viaje nos llamábamos y nos escribíamos cartas” dice el arranque del relato que le da título al libro publicado por Océano. Un libro marcado por las historias de ausencias, separaciones y reencuentros. Un libro conformado por historias escritas entre principios de 2014, pasada la muerte del autor de Las batallas en el desierto, y junio de 2016.

“José Emilio Pacheco está y siempre estará, aunque no lo mencione siempre estará. Quizá por eso la obsesión de citar historias de separación, de alejamientos de personas que se reencuentran tarde, o que ya nunca se encuentran”, señala la escritora y periodista en entrevista.

Sus relatos aparecen en su columna Mar de historias, pero también en la televisión en Aquí nos tocó vivir y Conversando con Cristina Pacheco.

¿El relato que abre el libro le habla a José Emilio Pacheco?

Creé una ficción que me engañó a mí misma. En ese momento yo necesitaba creer en algo y me inventé esta historia y creí que él iba a regresar, con el tiempo uno entiende la ausencia, uno la ve, se va materializando, es como una imagen que se revela en el cuarto oscuro. Sé que él físicamente no va a regresar, tengo que aceptar el significado del término Sin, pero frente a eso hay otra realidad, otra plenitud y otro tipo de compañía. Vicente Rojo me decía: “tienes que aprender a vivir con él sin él”. Cuando me lo dijo me parecía muy difícil, pero he aprendido a hacerlo.

Es que no es fácil

A veces meto la pata y por ejemplo veo una camisa bonita y tengo el impulso de comprarla, porque me gustaba regalarle cosas, o un libro que creo que le va a gustar, o una pluma, pero ya vi que eso no puede ser, que tengo que ser valiente, que tengo que crecer como persona, no es cumplir años, claro que lo haré con mucho gusto, crecer y no oponerme. Cómo voy a oponerme a la realidad de la muerte, ahí no hay vuelta de hoja, es así, pero la podemos iluminar de muchas maneras, con el recuerdo, con el cariño, y además hay tantas cosas que están en uno, que se han quedado, esas personas se han quedado con nosotros, así lo reencuentro todos los días desde temprano hasta que termino mi trabajo y me imagino lo que me diría y a veces me imagino “qué diría de este título”, él nunca me ayudó a escribir pero cuando yo subía a verlo, me decía “¿cómo se va a llamar tu cuento?”: “Juego de niños”, le comentaba por ejemplo, y él me decía “es horrible, dime de qué trata... pues ponle mejor así”, me decía.

Otra de las historias es “Sin”, con la que cierra una vida sin él

Es que nos pasamos la vida viviendo Sin, hasta que alguien diga de nosotros Sin nosotros. Ese cuento tenía un título un poco torpe y Jacobo (Zabludowski) a quien quiero mucho, fue muy buen amigo conmigo aunque no nos veíamos nunca, hizo un comentario en la radio. Yo oía su programa todos los días mientras cocinaba y un día dice: “leí el cuento de Cristina pero el título está mal, tiene que llamarse Sin”. Y es cierto, es la palabra contundente, la palabra clave de nuestra vida. El chiste es saber vivir Sin y punto. No hay de otra.

¿Pero en estas historias pervive la esperanza de volver a verlo?

Usted posiblemente no va a encontrar a su papá si es que ha fallecido pero siempre va a encontrar su recuerdo, lo que dejó en usted y fíjese que la vida tiene como misterios, uno encuentra personas que la compensan de una pérdida, nadie es igual que otra, pero por ejemplo amigos que se han ido o que han muerto, de pronto encontré otros amigos que me vinieron a dar algo importante que es la amistad, y aquí en el libro la gente se reencuentra, se separa pero no pierde la esperanza aunque sean cuentos que hablan de eso.

Cuando José Emilio murió dijo que usted seguiría trabajando

Y voy a seguir trabajando, creo que es la única solución y es una forma de demostrarle a él respeto y que aprendí bien de él, no digo que haya querido ser mi maestro porque él nunca quiso ser maestro de nada, aunque lo fue de muchas cosas pero sin proponérselo, pero él me enseñó algo que yo sabía pero lo enseñó todavía más, el sentido que tiene el trabajo, él me decía “aunque nadie te lea, si tú eres feliz haciendo eso y crees que eres honesta, sigue haciéndolo, toda la vida, cuando te de la gana, hazlo, lo que si no debes hacer es ahogarte en ti misma, frenarte. Si te gusta hacer eso, hazlo, ya bastante ganancia tienes con el placer que te da eso, hacerlo”.

Sus historias tienen emoción

En mis historias no hay nada real, yo sólo quiero escribir historias, no pretendo ni enseñar a nadie, ni adoctrinar a nadie, ni sacar a nadie de su error, ni sentir que veo más o menos que otros, no, yo nada más quiero contar. Si viviera en Marte contaría cómo es Marte, pero yo vivo aquí, yo no puedo hablar de París porque no he vivido allí, lo conozco, estuve una vez allí, me encantaría hacer una historia, pero no puedo mentirme.

¿Sólo escribe historias que pasan por su propia experiencia?

Me dicen “escribe de los pobres, de los trabajadores”. Sí, porque es lo que conozco, es lo que siento. Cuando escribo esa historia yo sé lo que le está pasando por la cabeza de ese personaje que está en determinada situación. Sé que si fallo no es por falta de materia, es porque fallé por falta de habilidad con el lenguaje.

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