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Madrid. —¿Cómo definir a Octavio Paz? es la pregunta con que arranca el documental El laberinto de Octavio Paz, producido por el Instituto Cervantes y presentado el miércoles en Madrid. Los 25 intelectuales que participan en el proyecto coinciden en que se trató de un escritor gigante, pero los matices de esa idea son infinitos. Elena Poniatowska lo describe como un revulsivo para su entorno. Mario Vargas Llosa, como un pensador antidogmático. Los expertos en arte Fernando Castro Flórez y Juan Manuel Bonet resaltan sus capacidades como crítico de la modernidad; el hinduista Juan Arnau, su capacidad de apasionarse sin entregarse nunca del todo. Pero quizás la definición que más marque al espectador sea la del pintor Vicente Rojo: Paz era “una figura inquietante”.
El documental toma la metáfora de El laberinto de la soledad para indagar en la multiplicidad de intereses que alimentaron su trabajo, su carácter y sus múltiples encrucijadas sentimentales y políticas. Es por esto que el escritor Juan Villoro le agradece a Paz que, además de su ingente obra, le deje a sus lectores un gran repertorio de inquietudes: las vanguardias parisinas a los haikus, el mundo prehispánico o la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, el feminismo y la escultura contemporánea. “Sin el catálogo de Octavio Paz, la cultura del idioma sería mucho más pobre”, reflexiona Villoro.
Víctor de la Concha, director del Instituto Cervantes, explicó que “la idea de su impulsor, José María Martínez, surgió cuando, en 2014, la embajada mexicana facilitó la visita de intelectuales a España por el centenario del natalicio”. Jorge Edwards, Ida Vitale, Pere Gimferrer, Hugo Hiriart, Alberto Ruy Sánchez o Jean-Clarence Lambert son algunas de las voces reunidas: amigos, biógrafos y herederos estéticos.
El periplo humano es indispensable en la película. El orden cronológico permite seguir a Paz a su paso por España durante el congreso de escritores antifascistas, saltar a su primer destino diplomático en París y visitar la mítica alianza que tejió con Luis Buñuel. Con esa estructura, liga sus crisis sentimentales con la revelación poética que supuso su estancia en India, y articula las dudas del regreso a México con el papel crecientemente intervencionista de Paz en la cultura de su época en espacios como la revista Vuelta.
La repercusión de su obra en el mundo de las letras hispánicas es vista como más que un subtexto al pie de la biografía de Paz, analiza aspectos como el paso de la poética a la erótica, el alejamiento de temas mexicanos para volver a sumergirse en ellos, y la fusión del ensayo y la lírica, o en palabras de Jorge Edwards, la cristalización de “un autor que como poeta es un ensayista, y como ensayista es un poeta”.
Invitar a nuevos lectores al mundo de Paz es el objetivo confeso de los realizadores. Y dotarlos de claves para entender una impronta en las letras que fue más grande que su propia vida. Si impacta esa definición de “inquietante” que deja de él Vicente Rojo, colaborador suyo en proyectos como el libro-poema Blanco, emociona aún más la del poeta Pere Gimferrer: “Yo escribía pensando qué pensaría de mí Paz”.