Tras meterse en la piel de espadachines, narcos o grafiteros, el español Arturo Pérez-Reverte da un paso hacia un territorio desconocido, el del espionaje en los años 30 y 40 del siglo XX, en su nueva novela, Falcó, cuya escritura le ha resultado tan placentera que ha decidido hacer una saga.
"Ha sido un placer tan enorme que cuando estaba terminando la novela decidí hacer otra más. Por lo menos otra" con Falcó como protagonista, explica Pérez-Reverte en una entrevista.
Falcó, publicado en España y América por Alfaguara, es la nueva y esperada novela del escritor y académico, ambientada en la Guerra Civil española y en la Europa convulsa de entreguerras.
Una novela con espías, luchas de poder, traiciones, violencia y lado oscuro y para la que Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) ha creado un personaje fascinante y escurridizo, Falcó.
Lorenzo Falcó es la nueva creación del escritor y académico, un personaje "muy revertiano", extraficante y espía que trabaja para los servicios de información. Un tipo amoral sin ideología que mata y tortura sin complejos; guapo, elegante, al que le gustan las mujeres, simpático y con facilidad para moverse tanto por los ambientes lujosos como por los lugares más sórdidos y peligrosos.
Un espía que en esta primera novela se mueve en las dos trincheras de la guerra civil española, aunque rápidamente Reverte aclara que "no es una novela sobre la guerra civil, sino de personajes".
"Pretendo conseguir que el lector adopte al protagonista, que los hombres lo quieran tener como amigo y las mujeres se quieran ir con él a la cama, y para ello he tenido que crear mecanismo que hicieran tragable al personaje", precisa.
Un personaje que se mueve entre mujeres inteligentes también muy revertianas y belicosas, en medio de la guerra y en una narración construida con los mimbres de la propia experiencia del autor, que fue corresponsal de guerra durante años y conoce el lado oscuro de la vida.
"A mí las guerras civiles no me las han contado, he vivido siete de ellas, y mientras que desde una visión elevada o superior se ven con claridad las causas de los buenos y los malos -eso está claro Hitler era malo, los serbios eran malos...-, cuando acercas poco a poco el foco a la realidad, a las personas, a los seres humanos, la claridad se difumina porque ahí, al final, no hay nada más que seres humanos", argumenta el autor de El capitán Alatriste.
"¿En qué se diferencia un tío en las trincheras en la guerra civil española en un bando o en otro? ¿En qué se diferencian dos solados, dos espías, dos agentes soviéticos o americanos en la Guerra Fría? o dicho de otra forma, ¿es menos idealista un falangista de 18 años que un comunista de 18 años?", se pregunta el escritor.
"En los años 30 aún no se sabía lo que había detrás del nazismo y el fascismo -continúa-, no habían aparecido los campos de concentración y exterminio, el lado oscuro. Europa se estaba yendo al diablo y todos los ismos parecían soluciones, a unos les parecía una solución el fascismo y a otros el nazismo. Aún no habíamos asomado al ser humano a esos lados oscuros de esas posibles soluciones".
Y en esta misma línea añade: "El mundo normalmente está en una gama de grises y no en blanco y negro y por eso esta novela se mueve en ese mundo, en la realidad, o he intentado que así sea", concluye el escritor, al tiempo que asegura que no podría escribir una novela de espías ambientada en 2016.
"No podría escribir una novela de espías con aparatos técnicos, con drones o móviles de última generación. Prefiero los años 30 hechos con tintas invisibles, con cuchillas de afeitar escondidas en la banda del sobrero; por eso he hecho esta novela", concluye.
nrv