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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
La poesía que ha escrito Bob Dylan no fue hecha para leerse, pero posee el arte de la candencia y la sonoridad de las letras escritas para ser escuchadas, para ser cantadas. El poeta sonoro y ejecutante de la canción popular fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura 2016, un galardón que parecía imposible que un músico tan de culto pero popular pudiera obtener.
Durante 15 años, desde 1996, el profesor inglés Gordon Ball nominó al cantautor al Nobel. Ayer, Sara Daniues, la secretaria permanente de la Academia Sueca, anunció con un breve mensaje la decisión de los 18 notables. Ella señaló que el Nobel era para Bob Dylan por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”.
Es la primera vez que un creador de música popular obtiene el máximo galardón para la literatura, es la primera vez que un Nobel ronda las fronteras entre cultura y espectáculo. En ambos hemisferios hay quienes han mostrado su felicidad por la decisión de la Academia Sueca, pero también están quienes la han cuestionado.
El novelista indio-británico Salman Rushdie y Joyce Carol Oates, dos de los escritores que en los últimos años han sido más mencionados al Nobel, manifestaron su beneplácito. Rushdie tuiteó: “De Orfeo a Faiz, la canción y la poesía han estado íntimamente ligadas. Dylan es el heredero brillante de la tradición bárdica. Gran elección”.
Contrario a lo que declaró el profesor Gordon Ball de que con canciones como “Blowin in the wind” para el movimiento por los derechos civiles, “Dylan ha cambiado el mundo para bien”, el novelista escocés Irvine Welsh, dijo: “Soy un fan de Dylan pero este es un premio de nostalgia mal concebido, arrancado de las próstatas rancias de hippies seniles y balbuceantes”, y escribió en Twitter: “Si eres un fan ‘de la música’, busca eso en el diccionario. Después ‘literatura’ y compáralas”.
Para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, la designación del compositor de 75 años, nacido en Minnesota en 1941 y quien tuvo gran cercanía con los poetas beats, “viene abrir una gran ventana” y muestra que “las letras de las canciones también son poesía”.
Agregó: “El año pasado le dieron el Premio Nobel a una periodista y se elevó el periodismo a la categoría literaria, le dio al periodismo esa categoría literaria que es la que siempre debemos buscar; como Rubén Darío, que era un periodista literario, lo fue José Martí y lo fue Kapuscinski entonces esto eleva estos géneros, de letras de canciones, de periodismo, a la justa categoría de las artes”.
Por su parte, Sergio González Rodríguez aseguró que en la literatura norteamericana a Dylan se le considera un poeta del tamaño de los mejores de su generación y a la altura de los mejores de la década anterior a su nacimiento, como Mark Strand o Charles Simic. “Quien crea que se premia a un simple ‘juglar del rock’ de medio siglo atrás carece de todo conocimiento sobre las aportaciones literarias de Dylan, cuya música constituye un desprendimiento de su tarea poética” y dijo además: “Como producto de la rica y diversa cultura norteamericana del siglo XX, del mayor movimiento de renovación creativa —el de los años 60—, Dylan encarna la antítesis de un Donald Trump o de las ‘estrellas’ de hoy del show business musical de Estados Unidos, estragados por la degradación, la estupidez y la banalidad”.
Irónico, el escritor Guillermo Fadanelli afirma: “Creo que Bob Dylan tendría que haber ganado el Premio Nobel de Medicina, el de Química e incluso el de la Paz; no sé si también el de Literatura. Los suecos podrían ampliar su tradición y dar un premio Nobel a las Artes. ¿Por qué no?”
El escritor y colaborador de EL UNIVERSAL señala que el Nobel es hoy una herramienta de política global que se usa a discreción. “Ha habido premios Nobel de Literatura algo extravagantes, como el de Winston Churchill, en 1953; o el del filósofo y matemático, Bertrand Russell, en 1950. Mas ofrecerlo a Dylan, en mi opinión, es el acto más sorprendente de los escandinavos”.
¿El desprecio del rey? Bob Dylan, el cantauror que se supo siempre poeta y que tuvo su época panfletaria, su época de folk y sobre todo de roquero consumado, tuvo también su faceta beat; quedan sus escritos y sus fotos con Allen Ginsberg, su pasión por Neal Cassady, William Burroughs y Jack Kerouac. Ese artista que es considerado una de las figuras más prolíficas e influyentes de su generación en la música popular del siglo XX y de comienzos del siglo XXI es un rey potente pero indescifrable.
El primer estadounidense en ganar el Nobel de Literatura desde la novelista Toni Morrison, en 1993, aún no ha dicho “esta boca es mía”. En 2007 no acudió a Oviedo a recibir el Premio Príncipe de Asturias, entonces dijo: “Soy consciente del enorme prestigio que este premio proporciona, así como también de la larga lista de ilustres galardonados. Es realmente un gran honor. Lamentablemente no puedo estar ahí para recibir el premio en persona, pero espero regresar pronto a España”. Queda por ver si acude a recibir el Nobel en Estocolmo en diciembre.
Bob Dylan abandonó su nombre verdadero, Robert Allen Zimmerman, para crearse uno propio y al tiempo rendirle tributo al poeta Dylan Thomas; desde muy joven el cantautor ha fincado una carrera de éxitos múltiples y se ha convertido en un creador de culto. Ha influenciado a decenas de músicos del mundo anglosajón, ha roto records de ventas, ha grabado decenas de álbumes, ha escrito libros y ha publicado al menos tres títulos que ahora todos anhelan y que casi nadie consigue. Además ha hecho cine y obtenido premios. Se ha convertido en el más asediado de los autores.
Las facetas de Bob Dylan son múltiples, diversas y renovadoras, pero todas reacen en la palabra y en la música. El Premio Nobel de Literatura 2016, Bob Dylan, ha dicho que siempre compone las letras y la música al mismo tiempo y que sólo hay una excepción a esa regla, el disco de 1968, John Wesley Harding, que es una colección de textos a los que puso música.
Dylan tiene sólo dos libros publicados, Tarántula y su aplaudida autobiografía Crónicas. Volumen 1, ambas con traducciones al castellano en el desaparecido sello español Global Rhythm Press, pero que ya no circulan. Ayer, al conocerse la noticia, esos títulos, al que se suma una joya codiciada, un libro recopilatorio de 1973, titulado Writings and drawings, en el que Dylan reunió unas 60 letras y escritos inéditos del periodo 1961-1971, son objeto del deseo y la lucha por los derechos entre diversas editoriales reunidas en la Feria del Libro de Frankfurt.
Pleito en las redes. Pronto, Bob Dylan se convirtió en tendencia en Twitter, en minutos alcanzó cerca del medio millón de menciones. Tras el anuncio, los usuarios de la red social comenzaron a dividirse. Surgieron memes y cuestionamientos. Si ganó Dylan por qué no Joaquín Sabina, José Alfredo Jiménez, Joan Manuel Serrat; por supuesto otros argumentaban méritos superiores para Leonard Cohen.
No faltaron tampoco los pésames, el meme de Yordi Rosado que se condolía de Haruki Murakami “de literato a literato”, porque si un escritor fue el más burlado fue el japonés autor de Tokio Blues.
Pero el rey es el rey. Anoche, el mundo llegaba a las casas de discos a buscar un álbum, casi nadie encontró sus libros pero hubo victoriosos que esperaban el concierto del teacher y Nobel Dylan en Las Vegas.
(Con información de Jerónimo Andreu y agencias)