El dibujante y cineasta Joann Sfar recibió hace un año carta blanca en el Espacio Dalí de París y decidió con ella resucitar al artista español, en un cómic cuyos originales expone a partir de hoy junto a blandos relojes de bronce, elefantes de interminables patas y otras características figuras dalinianas.
Al presentar su nuevo trabajo en una concurrida rueda de prensa, el creador del filme Gainsbourg, una vida heroica, y de cómics de culto como El gato del rabino, celebró con entusiasmo "el método paranoico-crítico" inventado por Salvador Dalí (1904-1989), a quien dijo haber tomado por maestro al dejar la adolescencia.
Aunque dijo haber seguido siempre fiel al teórico que en 1939 publicó la Declaración de independencia de la imaginación de los derechos del hombre a su propia locura, Sfar confesó haber penetrado en la intimidad de su obra pictórica solo ahora, al profundizar ante ella lapicero en mano.
Para su particular reencuentro con el pintor surrealista, Sfar tomó como punto de partida una fotografía en la que él posaba vistosamente trajeado, con su famosa mirada de ojos desorbitados y su bigote respingón, ante cuatro mujeres desnudas a ambos lados de una chimenea monumental, todas ellas en un segundo plano.
La inspiración llegó también de las últimas creaciones de la firma de alta costura Schiaparelli, cuya fundadora era amiga personal del pintor español, pues acababa de asistir a la preparación de un desfile de esa renovada casa de costura cuando le propusieron imaginar un diálogo con el artista.
De ahí que la muestra incluya un conjunto de diseños Schiaparelli junto a una serie de conocidos cuadros, esculturas, mobiliario y otras piezas de Dalí, así como 200 dibujos del cómic Fin de la parenthèse creado para la ocasión y varias ampliaciones de algunas láminas.
Casi siempre desnudas, las protagonistas de la historia inventada por Sfar son cuatro maniquíes de alta costura encargadas de recomponer con sus gestos y danzas los cuadros del pintor.
Recluido con ellas, un héroe-artista que se parece mucho a Sfar, quien en efecto se encerró con cuatro modelos en condiciones similares para preparar su álbum, intenta invocar el espíritu del pintor y "único profeta no religioso posible".
Del desnudo que lucen la mayor parte del tiempo las cuatro estrellas de Fin del paréntesis, hasta que al final se introducen en diferentes diseños de alta costura Schiaparelli, el dibujante aseguró que "no tiene nada de sexual, sino que es artístico".
La única connotación sexual llega, al contrario, cuando se visten, recalcó el artista, nacido en Niza, en 1971, quien reiteró su oposición total al burkini en las playas francesas y criticó "las lecciones de pudor dadas por analfabetos".
"Si los Lubavitch (organización judía fundada en el siglo XVIII en Bielorusia) pusiesen bombas, no me ve vestiría como los Lubavitch" resumió en relación con esa prenda y los recientes atentados yihadistas en Francia, como el que mató en Niza a 86 personas el pasado 14 de julio.
nrv