El escritor argentino César Aira abrió hoy el Festival de Literatura de Berlín con un discurso en el que, entre otras cosas, elogió la inutilidad de la literatura que, dijo, sólo puede justificarse por el placer y la admiración que suscita.
"La literatura no sirve para nada que no sea ofrecer el placer que produce", dijo Aira para inaugurar un festival lleno de actos en que se vincula la literatura con problemas políticos del momento como la crisis de los refugiados o el terrorismo islámico.
Según Aira, todo escritor sabe que la única posibilidad que tiene la literatura de subsistir es justamente producir "placer y admiración" por lo que normalmente tiende a escribir bien.
Aira, tras un concierto de un cuarteto de cuerdas y una introducción al programa del festival de su director Ulrich Schreiber que se prolongó durante una hora, pronunció su discurso de 30 minutos en el que habló de sus sueños de infancia, de su amor por los enigmas y de la magia de la lectura.
"De niño, yo atesoraba lo que no entendía", dijo Aira al comienzo de su discurso.
Aira lamentó que actualmente a los niños, según él, se les den demasiadas explicaciones lo que, dijo, puede ser una estrategia social para evitar la reproducción de soñadores improductivos.
"Me gustaba perseguir misterios que no tenía nada de trascendentes", dijo.
Uno de esos misterios, surgió de una publicidad de un jabón que, según se aseguraba, usaban nueve de cada diez actrices de Hollywood y entonces él estuvo un tiempo tratando de averiguar quién era la décima actriz rebelde a la que buscaba en papeles secundarios porque, dijo, a alguien así no la iban a hacer protagonista.
Él, como esa actriz hipotética, también se sentía diferente porque mientras los otros chicos buscaban desesperadamente certezas él buscaba enigmas.
Ese gusto por los enigmas lo llevaron a los libros y la lectura entonces se convirtió en su ocupación favorita hasta el día de hoy lo que, lamentó, terminó convirtiéndolo "en ese personaje banal que es el hombre culto, el hombre de las respuestas" lo que amenazó con alejarlo de los enigmas.
Sin embargo, la lectura se ayudó a encontrar "nuevas perplejidades", desde los clásicos -que se releen siempre- hasta las novelas policiacas, que están hechas para no ser releídas.
A partir de aquí, Aira señaló el hecho de que tiende a pedirle calidad literaria también a las novelas policiacas, hasta en momentos en que, dijo, lo único que le interesa es saber quién es el asesino.
"Los libros son siempre buenos o malos o algo intermedio. Si no hay una promesa de excelencia no vale la pena empezar siquiera", dijo.
La mayoría de los escritores, según una tesis de Aira que produjo sonrisas de desconcierto en el auditorio, escribe irremediablemente bien -sólo unos cuantos "cisnes negros" logran escribir mal, dijo- y además no se conforman con ello sino tratan siempre de escribir mejor.
Esto último, según Aira, tiene algo de masoquista pues nadie lo agradece. Ni los lectores, que se conforman con que el escritor escriba bien, ni muchos menos los críticos, que se irritan al ser sacados de su rutina.
"¿Por qué nos empeñamos en escribir mejor y nos conformamos con escribir bien?", se preguntó el escritor argentino.
Aira cree que hay una razón para ello. "Tanto va empeorando la vida -dijo- que tenemos que hacer más y más para redimirla en la obra".
"Lo mejor no alcanza nunca lo peor como en la carrera de Aquiles y la tortuga", agregó.
A través de la escritura, y el ejemplo utilizado por Aira es Marcel Proust, se le va dando sentido a la vida y se va recuperando el tiempo en el que "el mundo era un tesoro de enigmas".
nrv