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ana.pinon@eluniversal.com.mx
El escritor Carlos Monsiváis fue un hombre comprometido con su comunidad. Estuvo codo a codo con los grupos de activistas y con los frentes que han luchado para que se reconozcan los derechos civiles y humanos para todas las personas. Fue un hombre que también estuvo al frente de la batalla contra el VIH y un escritor que dedicó innumerables textos a las minorías, incluida la suya, la homosexual.
El recuento y documentación de su compromiso con la comunidad LGBTTTI está en el libro El clóset de cristal (Ediciones B, 2016), de Braulio Peralta, que incluye testimonios que conocieron de cerca su activismo. El volumen será presentado el 27 de septiembre a las 19 horas en el Museo de la Ciudad de México.
Cuando se planteó el libro ¿hubo una reflexión ética o moral?
No pienso en términos de moral, sino en el trabajo como periodista. En cuanto a la ética, pongo enfrente mis 40 años de trabajo. Carlos formó parte de la historia del movimiento gay y no podía contar esa historia sin contar que era homosexual. No revelo que lo era porque él estaba en un clóset de cristal, la comunidad que es muy grande sabía que era homosexual, el mundo cultural e intelectual, que también es muy grande, lo sabía; lo único que no existía es un “yo soy homosexual” en primera persona, pero sus actos, sus trabajo comprometido con las causas minoritarias lo decían. Y no soy el primero que lo saca a la palestra, lo hizo Elena Poniatowska al citar a Omar García (última pareja del escritor) en el homenaje en el Palacio de Bellas Artes y lo hizo Horacio Franco al colocar una bandera del movimiento gay en el féretro, en el Museo de la Ciudad de México. Y no sólo ellos, en los años 70, 80, René Avilés escribió una columna; y también lo hizo Diego Fernández de Cevallos cuando se refirió a Carlos como “joterete”; y también lo hizo Enrique Krauze. Además había un montón de intelectuales que le decían “La señora”, pero no le llamaban así en su cara. Lo que quiero con este libro es escribir con sinceridad, romper con la idea de que no podemos hablar de sexo, quiero abrir el debate diciendo que la diversidad sexual también incluye a la heterosexualidad, que las relaciones sexuales son personales pero todas las relaciones amorosas son prácticamente iguales.
Un debate muy necesario.
Acabamos de tener un inmortal en Bellas Artes, Juan Gabriel, pero se nos olvidó que entre los 70 y los 80 fue denostado por su figura amanerada y los medios de comunicación se lo comían y le decía “El cacha granizo”.
El compromiso de Carlos con las causas minoritarias siempre fue patente y claro, pero no quería que se le juzgara porque su papel de intelectual era muchísimo más amplio que las minorías sexuales, se ocupó de los indígenas, de la izquierda, de los derechos humanos, de la democracia, de la lucha civil. No quería que lo segmentaran como el escritor homosexual.
¿Y tuvo razón?
No lo sé. Fue su derecho. No se le puede juzgar por no abrirse públicamente, que se le juzgue por lo que escribió, y lo que escribió sobre la comunidad homosexual fue muy amplio, como nadie. El radicalismo me parece muy torpe, lo respeto pero no lo comparto.
Hay rasgos de la personalidad que quizá sólo conocían sus allegados, como que ponía apodos.
A una le decía “Sendero voluminoso”. Tenía un sentido del humor extraordinario y no podías más que sonreír. Hablaba mal de todo mundo y no lo revelo porque eso sí es privado, la vida sexual no tendría porque ser privada; pero el cotorreo y el chisme sí se debe de preservar. No voy a decir cómo le decía a Laura Esquivel, a Carmen Boullosa, a Elena Poniatowska, le puso apodos a toda su comunidad. Era muy divertido. Se burlaba de todo, también de él mismo y mucho. No creo traicionar la amistad que tuve con Carlos. Busqué a la familia y les expliqué y me dijo que tenía cajitas en las que ponía a los empresarios, a los políticos y en una chiquita tenía a los homosexuales, yo me propuse abrirla porque la conozco. No cuento historias personales de amor, el que busque morbo barato como si yo fuera alguien que ha trabajado en la sección de espectáculos (y lo digo con todo respeto), no lo encontrará, sería como desavalar mis 40 años como periodista cultural. Es hora de contar la historia del sexo y del amor en todos los géneros.