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ana.pinon@eluniversal.com.mx
Hace unos días, Ignacio Padilla, nacido en la Ciudad de México el 7 de noviembre de 1968, estaba feliz porque en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes sus amigos y colegas le rindieron una celebración literaria, una fiesta por ser un protagonista de la literatura mexicana. Ese día, el 2 de agosto, se definió como un cuentista, un corredor de 100 metros, y aseguró: “No me alcanzará la vida para narrar todo lo que quiero contar”. La madrugada de este sábado, Nacho Padilla, como se le conocía en el mundo literario, falleció en un accidente automovilístico a los 47 años.
Aquella noche, en esa reunión que formó parte del ciclo Protagonistas de la literatura mexicana, el novelista y ensayista dijo también que pertenecía a la generación del desencanto, cimbrada por tres sucesos: el terremoto de 1985, la caída del muro de Berlín y las ruinas de las torres gemelas de Nueva York. “Quizá por eso hemos hecho, al menos en mi caso, que nuestra contienda y que nuestra bandera fuera literaria, de ahí que escribimos como viejos desde que teníamos 20 años. Nuestra energía vital y juvenil, que tenían que ser vertidas en manifestaciones, expresiones y subversiones, las dedicamos a leer y escribir. Los de mi generación no sólo nos hemos dedicado a la literatura, sino también a cosas que nos complacen muchísimo, como la docencia. Somos una generación desafortunada y afortunada al mismo tiempo”.
Ignacio Padilla formó parte de la llamada Generación del Crack, cuyo manifiesto —publicado en 1996— pretendía ser una ruptura con la tradición precedente para recuperar a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Jorge Luis Borges, entre otros autores, aunque no fue entendido en su momento. El movimiento estuvo integrado por los escritores Jorge Volpi (1968), Eloy Urroz (1967), Ricardo Chávez Castañeda (1961), Pedro Ángel Palou (1966) y Padilla.
El crítico literario Christopher Domínguez Michael escribió recientemente un texto en el suplemento cultural de EL UNIVERSAL, acerca de la Generación del Crack, a 20 años de su manifiesto, en el que destacó la pluma de Padilla, “el autor más premiado en la historia de México”, y aseguró que su literatura estaba “dotada de cierta curiosidad intelectual, como se muestra en La vida íntima de los encendedores (2009) y Arte y olvido del terremoto (2010): le interesa la arqueología de los objetos o averiguar por qué el terremoto de 1985 no dejó un arte a la altura de la tragedia”.
Padilla, en su labor como narrador y lector apasionado, manifestó en diferentes formas su interés por acercar a los lectores a la reflexión por medio del lenguaje y la literatura.
Sin considerarse cervantista, profundizó en la obra de Miguel de Cervantes desde una óptica literaria, más que académica. A Cervantes le dedicó su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.
Padilla radicó en Querétaro durante más de 10 años, fue su centro de trabajo y su impacto en la comunidad de esa ciudad fue notable: en 2011 se le nombró académico correspondiente en Querétaro en la Academia, pero al cambiar su residencia a la Ciudad de México se le consideró miembro de número desde abril pasado.
Uno de sus últimos compromisos, en representación de Querétaro, era el Hay Festival, donde se presentaría el 1 de septiembre, acompañado de la escritora Elena Poniatowska, para hablar sobre Cervantes. El encuentro literario que se llevará a cabo del 1 al 4 de septiembre le rendirá un homenaje.
Fue narrador, prologuista, traductor, autor de obras para niños, columnista en publicaciones periódicas, crítico literario, cronista, promotor de la cultura, políglota y dramaturgo. Egresado de la Universidad Iberoamericana, se graduó de maestro en la Universidad de Edimburgo y de doctor en la Universidad de Salamanca.
Muchas de sus obras fueron traducidas al inglés, francés, italiano, alemán, portugués, neerlandés, turco, ruso, polaco, griego, coreano, sueco y hebreo. De sus obras publicadas destacan: Amphitryon (2000), Las antípodas y el siglo (2001), Si hace crack es boom (2007), El androide y las quimeras (2008), Por un tornillo, La teología de los fractales, La vida íntima de los encendedores (2009).
Sus últimas obras fueron El legado de los monstruos (2014), Las fauces del abismo y El hombre que fue un mapa (2016), y en 2016 Miguel de Cervantes, caballero de las desdichas, Cervantes & Compañía, Los demonios de Cervantes.
Entre los múltiples premios destacan el Primavera de Novela, Internacional de Relato Juan Rulfo y el Premio Internacional de Relato Semana Negra de Gijón, así como el Premio Nacional de Dramaturgia, el Luis Cardoza y Aragón para Crítica de Artes Plásticas, entre otros.
(Con información de Rocío G. Benítez)