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Madrid. —“Federico no era un hombre valiente”. Lo dice Miguel Caballero, uno de los historiadores que más ha indagado en los últimos días de García Lorca, fusilado hace ahora 80 años en su tierra natal, Granada, días después del inicio de la guerra civil española.
Quizá por eso el poeta español más universal regresó en vísperas la sublevación militar de Francisco Franco en Madrid en julio de 1936. Quizá también por eso buscó cobijo en los Rosales, una conocida familia falangista de Granada, al llegar las primeras amenazas.
“Lorca no militó en ningún partido, aunque sí era un ferviente republicano”, explica Caballero, autor del libro Las trece últimas horas en la vida de García Lorca y uno de los impulsores de los trabajos que se retomarán en septiembre para buscar los restos del poeta en la provincia de Granada.
80 años después, la muerte del autor de Bodas de sangre sigue siendo un pozo de misterio, lleno de leyendas, conjeturas, sospechas y testimonios velados por la ley del silencio que se impuso durante la guerra civil (1936-1939) y la dictadura franquista (1939-1975).
“Conseguir verificar lo que ocurrió es muy complicado porque todas las personas que pudieron ver y oír ya no existen. Se han llevado aquel horrendo crimen a la tumba”, dice Gabriel Pozo, autor de Lorca, el último paseo.
Tampoco hay consenso sobre los motivos de su fusilamiento. Hace unos meses salió a la luz un informe de la Policía franquista, fechado en 1965, que definía a Lorca como “socialista y masón” y que le acusaba de “prácticas de homosexualismo”.
Pero Caballero defiende que la causa del asesinato fue “la venganza” por “viejas rencillas” familiares. “Lo que le condenó fue ser progresista, homosexual y moderno en la Granada de 1936. Eso y su profunda amistad con Fernando de los Ríos”, apunta Pozo citando al que fuera ministro del Gobierno de la República (1931-1936).
Ubicación de los restos. El 80 aniversario de la muerte del autor tiene el foco puesto en la localización de sus restos, que podría dar respuesta a muchas de las incógnitas, y en la polémica en torno a su legado, hace unos meses blindado por autoridades españolas para impedir su salida del país.
Tras varios intentos fallidos, en septiembre se retomarán los trabajos para tratar de localizar la fosa de Lorca, dirigidos por el arqueólogo Javier Navarro. “Es un gran reto, la intervención más difícil de mi carrera”, explica.
La búsqueda ha estado llena de obstáculos y sumida en la controversia. Durante años se dio por buena la tesis del hispanista de origen irlandés Ian Gibson, uno de los grandes expertos lorquianos, que estaba basada en las declaraciones del supuesto enterrador del poeta y que llevó a buscar su fosa en un terreno en Alfacar (Granada). La excavación, en 2009, fue infructuosa.
Los trabajos continuaron en 2014, también sin éxito, a raíz de unas referencias brindadas por un general jubilado del Ejército español, hijo de quien aquel agosto del 36 era el capitán del frente en el que supuestamente fue asesinado Lorca. Ahora, los expertos volverán a remover la tierra de la superficie ya estudiada y acotada tras un exhaustivo estudio científico.
“Yo creo que los restos están aquí”, asegura Navarro. “Esa zona fue utilizada por los sublevados para matar gente a la que querían hacer desaparecer. Con los que seguían el procedimiento ‘normal’, los fusilaban en la tapia del cementerio”, añade.
“Con toda seguridad fue asesinado y enterrado allí, pero es como buscar una aguja en un pajar”, dice Caballero.
Hay, además, otro contratiempo: la falta de financiación e implicación de las administraciones públicas. Sin su apoyo, el equipo de la organización Regreso con Honor depende de mecenas particulares para continuar.
La localización de los restos de Lorca, quien murió a los 38 años, sería un hito a nivel mundial, aunque la familia del poeta no apoya la búsqueda.
En su amada Granada, hoy le rendirán homenaje al poeta recreando su “último paseo”. Recordarán aquel día en el que la poesía universal se vistió de luto, de sangre y de venganza. Como sus versos.