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Desde siempre, Cristina Rivera Garza ha estado en una indagación de lo público, de la comunicación masiva, de los lenguajes que utiliza ella misma, pero también de los lenguajes de los otros. Sin embargo, en sus últimos libros todo eso lo ha hecho con más profunidad y con mayor interés en explorar hasta los límites esas temáticas.
En su libro de ensayos Los muertos indóciles y en su libro de crónicas y poesía Dolerse hubo una indagación puntual sobre el lenguaje, sobre lo público, lo privado y las redes; ahora en su muevo libro es mucho más profunda. Su poemario La imaginación pública, publicado por la Dirección General de Publicaciones en su colección Práctica mortal, hay una reelaboración poética del lenguaje de Internet, el habla coloquial y las descripciones médicas de enfermedades del cuerpo.
“Este libro de poesía es una especie de mutación de mis trabajos pasados también, es como otra versión, una especie de performance, una especie de puesta en escena de estas ideas con las que he trabajado de manera más académica, o de manera más teórica en Los muertos indóciles; más abiertamente política en Dolerse, y aquí en La imaginación pública es todo este entramaje de ideas, entramaje de instrucciones pero ya puestas en acción con los lenguajes a los que me he estado refiriendo”, señala la escritora.
En este poemario está el cuerpo, el dolor, el sexo y los padecimientos que la escritora sorteó durante 2012 y las respuestas que halló en el lenguaje coloquial y la Wikipedia; y que luego planteó en desapropiaciones, pastiches, collages, reescrituras y eso que Rivera Garza llama necroescrituras.
“Todo el trabajo de la Wikipedia hay que decir que es de la Wikipedia, claro, pero también es algo que se nota mucho por la manera en cómo está manejado, al menos era mi intención que se notara desde la entrada, que no es un lenguaje mío, es un lenguaje con el que estoy trabajando y sin embargo es una práctica ante la cual tengo que dar la cara también y decir ‘ok estoy trabajando con estos otros materiales ajenos, pero de estas cosas que ustedes leen allí yo me hago responsable’. Esta idea de la autoría con la que estoy trabajando no es tanto del que aparece para definir el momento y acapararlo sino la más humilde tarea de decir: ‘ya, sí lo hice y si tienes preguntas aquí estoy para responderlas’”, afirma.
La autora de Nadie me verá llorar y La cresta de Ilión dice que este libro es una reflexión sobre los lenguajes. “Es parte de nuestro momento, son ideas con las que me tuve que ver muy de cerca en libros de ensayo como Los muertos indóciles, pero también son ideas con las que estuve trabajando en el otro librito de crónicas, ensayos y poesía que fue Dolerse. Es que no hay manera de rescindirse de eso, pareciera ser que padecemos de una especie de exhibición, en lugar de ser algo íntimo es parte de la extinidad; estamos volcados hacia afuera, nuestro sentido de lo íntimo no va hacia adentro como en el siglo XIX o parte del XX, está continuamente forzándonos a ir hacia afuera, y lo vemos, creo que hay pocos lenguajes privados”.
Rivera Garza asegura que la manera en que ella recurre a ese lenguaje es como simple ciudadana para entender cosas, es una manera muy semejante, dice, a la que recurre ella como escritora porque estamos pidiendo prestados continuamente estos materiales que nos vienen de fuera y que son materiales ajenos.
“Hay novelas que están hechas con historias de otros, historias de nuestras abuelas, aunque no aparezca el nombre de la abuela, de la gente que escuchamos en un restaurante, incluso cuando hablamos de nosotros mismos, la manera en que nos conocemos tiene que ver con lenguajes de otros. Creo que esto que es tan obvio, tan palpable, a veces se nos olvida y me parece necesario en mi propia práctica como escritora, pensar en este trayecto, en esta especie de abismo entre lo que digo yo y firmo yo y lo que me dan otros y firman otros. Creo que allí se cuecen las preguntas éticas del hecho literario, del hecho de la escritura”, afirma la narradora, poeta, ensayista y académica.
Ahora Cristina Rivera Garza emprende un nuevo proyecto que implica un cambio casi de 360 grados. Dejará San Diego, su universidad de tantos años para integrarse a la Universidad de Houston, como parte del equipo de académicos que lanzará el primer Doctorado en Escritura Creativa en Español que está a punto de lanzar su convocatoria y va dirigido a escritores que no tengan miedo a la teoría.