A sus casi 50 años el argentino Eduardo Sacheri se ha consolidado como uno de los grandes de las letras hispánicas tras ganar el último Premio Alfaguara y admite que recurre a su propia biografía como "combustible" para inspirarse.
"Sirve mucho porque es como el combustible de lo que vos vas a poder escribir, aunque en mi caso me gusta enmascarar eso en la ficción", señaló Sacheri en una entrevista.
El galardón lo obtuvo gracias a su última novela La noche de la Usina, un relato ambientado en pleno "corralito" argentino en el que un grupo de amigos estafados de un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires se toman su propia venganza.
El grupo de personajes, "dignos perdedores" según los definió el jurado del Premio Alfaguara, toman un protagonismo sobre el que gira toda la obra.
"Son gente, son perdedores que se sublevan y eso es lo que hacemos todos. En la mayoría de las esferas de nuestra vida somos perdedores", señaló Sacheri.
Eso no es para el escritor argentino "nada trágico", sino algo que forma parte de la vida porque "cada día que envejecemos perdemos".
El hecho de centrarse en la derrota y la reivindicación contra ella es apenas "una cuestión de necesidad narrativa, una promesa", ya que "cuando uno cuenta una historia parte de un conflicto".
"La esencia de ese conflicto es alguien que está de un modo que no desea estar y la derrota es eso", señaló el escritor de La pregunta de sus ojos, que adaptó al cine como El secreto de sus ojos en 2009 y le granjeó un Oscar junto a Juan José Campanella.
Es ahí donde recurre a su propia experiencia para construir el relato y reconoce que le gusta "esconderse detrás de los personajes".
Sin embargo, acude a una de las épocas más negras de la historia de Argentina como el "corralito" sin ánimo de resarcirse o saldar cuentas, ya que entonces tenía un trabajo gracias al cual "nunca faltó un plato de comida en la mesa".
De esa época sí recuerda los años previos en los que el país se apuntó al "neoliberalismo furioso" con una actitud social "muy cándida y acrítica" que ha visto repetirse posteriormente.
En ese contexto la novela se convierte en "un elemento más" para comprender algún punto histórico desde la ficción.
"Te permite interrogarte; lo que te respondas será cuestión de cada uno. Si tus respuestas vuelven a ser las mismas de antes está bien, pero al menos hiciste el ejercicio", apostilló.
En La noche de la Usina, Sacheri retorna también a la localidad ficticia de O'Connor que creó para su anterior novela Ardoz y la verdad, un espacio en el que se siente cómodo y recuerda a la localidad en que nació Castelar, ubicada en la provincia de Buenos Aires.
"La verdad me gustó ese pueblo, me gustaron algunos de sus personajes y también me generó cierta nostalgia abandonarlo (...) A veces cuando estás terminado un libro sientes que está bien, que está terminando, te vas alejando. Otras uno siente cierta nostalgia de perder el contacto", subrayó.
Haber obtenido el Alfaguara también le da la posibilidad de dar un salto a aquellos países de habla hispana donde hasta ahora no tenía presencia.
Entre ellos siente especial aprecio por poder adentrarse en España, donde nacieron sus abuelos, y Colombia, un país cuya literatura admira y donde hoy presentará su libro.
Paradójicamente ese galardón le ha facilitado esa posibilidad más que el Oscar y sus novelas precedentes, que sin embargo sí le abrieron las puertas de Argentina, Uruguay o Chile.
Pese al éxito, sigue escribiendo como cuando comenzó, en busca de una experiencia "catártica y sanadora".
"¿Por qué escribo? porque me gusta leer y porque me di cuenta de que escribir es un acto mejorado de la lectura porque tengo más protagonismo y voy generando el libro que estoy leyendo", destacó Sacheri.
Se convierte entonces en "un juego" que disfruta y necesita que así sea.
En su mecánica de redacción sigue sin prestar atención al lector y se visualiza a sí mismo en ese rol, puesto que pensar a sus potenciales aficionados se le antoja complicado.
"Parece inabarcable, ¿quién es (el lector)? Si quiero abarcarlos a todos voy a escribir de una manera vacía y carente de cualquier identidad", destacó.
Por ello, mantiene claras las razones por las que escribe, "sentirse mejor", como la única manera de "no perder libertad y espontaneidad y continúa trabajando en la literatura.
sc