Además de escribir novelas universales como "La señora Dalloway" o "Las olas" y de ser uno de los grandes iconos del feminismo, Virginia Woolf fue también una gran lectora y crítica literaria que cultivó de manera brillante el ensayo a través del análisis de textos de Dostoyevski, Conrad o Jane Austen.
Contemporáneos suyos y clásicos de la literatura inglesa protagonizan los escritos que la autora londinense, fallecida hace ahora 75 años, publicó en revistas como "The Times Literary Supplement" y que ahora recopila "Horas en una biblioteca", un libro editado en español por Seix Barral.
Esta selección, editada y traducida por Miguel Martínez-Lage, abarca toda la trayectoria de Woolf como ensayista, desde sus primeros ejercicios de crítica literaria y ensayo informal hasta sus últimas y rigurosas piezas acerca de autores como Rudyard Kipling, Herman Melville o los antes citados Austen, Conrad y Dostoyevski.
"Entre todos los escritores solo Dostoyevski posee el poder de reconstruir esos maleables y complejos estados de ánimo (...) pues tiene plena capacidad (...) de sugerir ese submundo en penumbra", dice Woolf en un pasaje que descubre su fascinación por la psicología, tan presente en algunas de sus novelas más célebres.
"La infancia de la reina Isabel", "Las memorias de Sarah Bernhardt" -mítica actriz francesa de finales del siglo XIX-, la biografía como género literario o el cine centran otros de los casi cincuenta textos de "Horas en una biblioteca", todos ellos salpicados con multitud de referencias históricas y culturales.
Una prosa fácilmente comprensible, a caballo entre el lenguaje periodístico y el literario, compone estos textos en los que la autora también se atreve con personajes como el filósofo y escritor norteamericano Henry David Thoreau o la poeta británica Christina Rossetti.
Las líneas sobre Rossetti, escritas en 1930 con motivo del centenario del nacimiento de la poeta, repasan su biografía y su obra en un texto en el que Woolf se dirige a la autora de "El mercado de los duendes" sin ocultar la admiración que siente por ella.
"Nada blando, nada ocioso, nada irrelevante estorbaba en tus página. Dicho en una palabra, eras una artista", le dice Woolf a su compatriota y fuente de inspiración antes de añadir que "algunos de los poemas que escribiste en tu cuartito guardarán una perfecta simetría".
En esta recopilación de ensayos, Woolf trata también episodios cotidianos -como su perspectiva de un "colegio de señoritas" o distintos roles de género- a partir de los que reflexiona sobre cuestiones existenciales que dejan entrever cierta vocación filosófica en la autora de "La señora Dalloway".
Prueba de ello es cómo la novelista y ensayista reflexiona sobre la muerte en un relato protagonizado por una polilla: "Así como la vida había sido algo extraño momentos antes, ahora la muerte no era menos extraña. Tras enderezarse la polilla, ahora yacía con toda decencia, compuesta, sin queja".
"Inéditas e irrepetibles" en la literatura inglesa son para T.S. Eliot las cualidades y la voluntad de Virginia Woolf; halagos tenía también para ella Jorge Luis Borges, quien la consideraba "una de las inteligencias e imaginaciones más delicadas de la literatura inglesa".
Unidas, las cualidades y la inteligencia de la que hablan Eliot y Borges le permitieron a la gran escritora londinense analizar de forma única y muy personal la realidad que le rodeaba.
Más que demostrada queda la brillantez de la pluma ensayística de Virginia Woolf por la vigencia que, tres cuartos de siglo después de su muerte, mantienen los textos ahora recopilados en "Horas en una biblioteca".
rqm