Mick Jagger, el principal cantante de los Rolling Stones, buscó consagrarse en películas mientras producía música. ‘Performance’ (1970) fue la segunda en la que apareció durante su carrera, encarnando a Turner, una estrella de rock recluida en su casa.
Hacia el final de la película, Chas, pandillero de Londres, decide pegarle un tiro a Turner. La bala atraviesa su cabeza, y entonces el espectador puede darse el lujo de escupir la gaseosa que estaba tomando: allí dentro, en la cabeza de Turner, aparece una foto circular de Jorge Luis Borges que también es atravesada por la bala. Se fragmenta como un espejo que se rompe.
Del mismo modo, ‘El Aleph’ y otros cuentos, poemas, ensayos y conferencias de Borges dejaron en el olvido una cara de la formación del escritor –de quien mañana se cumplen 30 años de su muerte–: su producción cinematográfica.
Turner convive con libros de Borges en su reclusión y, aunque ‘Performance’ tuvo pésimas críticas en su momento, muestra el alcance que tuvo el escritor con sus textos de ficción, más allá de las fronteras del Cono Sur: en Argentina, la película Días de odio (1954) se basó directamente en el cuento de Borges ‘Emma Zunz’, que trata sobre una venganza de una trabajadora en una fábrica de tejidos; en Estados Unidos se estrenó en 1992 La muerte y la brújula, que fue adaptada del cuento de crimen del mismo nombre.
No fue una historia de grandeza la de sus cuatro guiones para cine, que fueron escritos junto con el también escritor argentino Adolfo Bioy Casares: ‘Los orilleros’ (1975) y ‘El paraíso de los creyentes’, publicados en un solo libro en 1955; ‘Invasión’ (1969) y ‘Los otros’ (1975). Solo ‘El paraíso’ se quedó en el papel.
“(El libro de 1955) era el hijito bobito de Borges y Bioy, pero lo querían”, cuenta Juan Camilo Rincón, periodista que en 2014 publicó su libro ‘Ser colombiano es un acto de fe’. ‘Historias de Jorge Luis Borges y Colombia’. “Borges buscaba retratar unos personajes sentimentales (en los guiones)”, continúa Rincón, quien conversó con EL TIEMPO.
Y es que Borges fue el escritor de la eternidad, del universo (como ‘El Aleph’), pero para el cine buscaba otra cosa: personajes más melodramáticos, que estuvieran a punto de suicidarse por decepcionar a sus familias, enamorados.
“Cuando le pidieron que colaborara junto con Bioy Casares en el guion de ‘Invasión’, quería ponerle personajes así. Los productores de las películas le dijeron: ‘No, Borges, a ver, eso ya no se hace’. Y él: ‘Bueno, está bien’ ”, cuenta Rincón.
Ni ‘Los orilleros’ ni el resto de las películas llamaron la atención.
“Fracasar en el cine es una gran tradición de Latinoamérica”, ríe Juan Gustavo Cobo Borda, poeta colombiano y agregado cultural a la Embajada de Colombia en Argentina entre 1983 y 1990. “Los grandes críticos de cine de la región son Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, García Márquez, pero todos fueron consagrados, sobre todo por sus novelas, poemas o cuentos”, explica a EL TIEMPO.
Retratar la vida de hombres criollos argentinos de los años 50 entre disputas pandilleras es un tema también recurrente en cuentos de Borges, y también lo fue en ‘Los orilleros’, dirigida por Ricardo Luna.
Esos escenarios los siguió teniendo en mente cuando, hacia los años 60 y 70, ya se perfilaba como el orgullo de la literatura argentina. Cuando, además, se estaba quedando ciego.
Desde que empezó a perder la visión y hasta 1983 (tres años antes de su muerte), recibió 24 premios internacionales. La distinción de Caballero de la Orden del Imperio Británico (1965) y el Premio Cervantes (1979) son algunos de los renombres que sustituyen el nunca haber recibido el Nobel de Literatura.
No por eso dejó de codearse con figuras que se llevaron esa distinción; mucho antes de que siquiera sospechara lo que pasaría con sus ojos y de convertirse en el nombre estremecedor que es hoy, Borges se destacó con reseñas de películas para revistas literarias argentinas como Sur, que reunió nobeles como García Márquez, Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Reseñaba películas como ‘Ciudadano Kane’ (única de Orson Wells con un premio Óscar) y la adaptación del libro ‘Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, ambas de 1941. Esta última trata de un médico que encarna dos personalidades. Le atraían las tramas de mafiosos, investigaciones criminales e “historias que no eran fáciles de captar desde el principio”, explica Cobo Borda.
La única cinta no filmada tenía una trama ‘no fácil de captar’: ‘El paraíso de los creyentes’, que desentraña el secuestro de Irene, una muchacha que busca recuperar su casa a través de préstamos dudosos mientras su esposo, Anselmi, descubre elementos sobre el asesinato de su padre.
“Borges fue un crítico (de cine) original y gracioso”, recuerda Cobo Borda. “Seguía con mucha atención ya sea el cine inglés, o cualquier otro”. Y añade que admiraba las ‘espaldas infinitas’ de la actriz sueca Greta Garbo, quien actuó en Hollywood entre la década de los 20 y los 30.
A pesar de esta afición a la película, su pronóstico quedó claro.
“El libro ‘Los orilleros’ / ‘El paraíso de los creyentes’ fue publicado el mismo año que ‘Cuentos breves y extraordinarios’ (también escrito con Bioy Casares). Desde la librería El Ateneo, hoy la más emblemática de Buenos Aires, les dijeron que los cuentos vendieron bien, pero que los guiones ‘iban lento’ ”, cuenta el periodista Rincón.
“Como Borges se quedó ciego, pienso que su visión del cine se quedó estancada”, explica Rincón. “Eso pasó hacia los 60. Desde entonces no siguió la evolución del cine, se quedó estancado en la de los 30 y 40 –influenciada sobre todo por la Segunda Guerra Mundial–. El cine de los 70 cambió mucho, tendió hacia la exploración de la música urbana, de las drogas, entre otras tendencias”. Es la misma época en la que surgen clásicos como ‘Star Wars’ y ‘Fiebre de sábado por la noche’.
Por eso, películas como ‘Invasión’ y ‘Los otros’ fueron resultado de una colaboración sin duda placentera para los escritores, pero también de renombre para los productores: ¿cómo no tener a Borges en un afiche?
“Un día, hablando con Borges, concertamos en ir a ver ‘Ser o no ser’ (1942), una película norteamericana muy chistosa (en la que unos actores polacos parodian a los nazis durante la ocupación), cuenta Cobo Borda, quien fue amigo de Borges durante los tres años previos a su muerte, el 14 de junio de 1986. “Estaba de reestreno. Y ahí, en el medio del público, él recitó todo el guion, en inglés, línea por línea”, ríe. “La gente lo callaba, pero le importaba un comino quién estuviera alrededor”.
Poco le debía importar: 30 años antes del 2016, su nombre ya era historia.
rqm