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ssierra@eluniversal.com.mx
Teodoro González de León es arquitecto, escultor, pintor, artista, maestro, pensador, lector y amante de la buena música, de los viajes y de las ciudades.
El pensamiento y la estética que ha dejado como impronta de su arquitectura; la defensa del espacio público; la unidad que envuelve todos sus proyectos; la pasión con que se involucra en sus obras; el rigor en cada trabajo suyo, sea éste monumental, sea vivienda social o sea su propio estudio, son rasgos que destacan arquitectos de distintas generaciones.
Este domingo 29 de mayo, González de León cumplirá 90 años. Nació en esta ciudad en 1926 y es uno de los grandes artistas del siglo XX.
La huella de su obra está en las más variadas zonas de la Ciudad de México, en residencias, bancos, museos —el Tamayo y el MUAC—; edificios de oficinas —Arcos Bosques I y II, entre otros—; edificios públicos: INFONAVIT y Palacio de Justicia Federal; centros educativos —El Colegio de México y la Universidad Pedagógica—; en conjuntos de comercio y oficinas —Reforma 222 y, en proceso, el Manacar—; en edificios de vivienda —los conjuntos habitacionales Mixcoac y José Clemente Orozco, éste último en Guadalajara, Jalisco—.
En el país y el mundo también ha desarrollado grandes obras, como las embajadas de México en Brasil y Alemania. Buena parte de su trabajó lo creó junto a Abraham Zabludovsky (fallecido en abril de 2003).
Teodoro González de León estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM; a finales de los 40 trabajó en el taller de Le Corbusier en Francia. Ha sido testigo y actor de la transformación de la arquitectura mexicana.
Las huellas. Desde Venecia, donde participa en la Bienal de Arquitectura en la cual México ayer inauguró su pabellón, la arquitecta Tatiana Bilbao opina que hay mucho que aprender del legado de González de León:
“Para México su figura ha sido muy importante. La contundencia de su geometría y rigor, en términos estéticos y de materiales, es un legado importante. Creo que se ve una continuidad, una contundencia. Particularmente me gusta mucho su obra temprana y la vivienda social. Una de las cosas por las que lo admiro mucho, y que me gustaría lograr alguna vez, es este rigor estético y de pensamiento que ha mantenido a lo largo de su carrera”, afirma.
Más allá de su obra en la arquitectura, Bilbao destaca que “Teodoro es de esa generación de grandes pensadores, el único que queda en México. No sólo de arquitectos; de esa generación de escritores y artistas, es el único que queda, es alguien a quien hay que escuchar. Para mí es un honor haberlo conocido”.
La pasión. Aunque advierte que no es crítico de arquitectura y que por ello no debiera hablar del trabajo de González de León, el arquitecto Enrique Norten, desde Nueva York, asegura que González de León ha sido una persona “importantísima para mí y para todos nosotros (los arquitectos) y si algo he aprendido de él ha sido su pasión, su entrega, su cariño, su dedicación, su disciplina, su compromiso con la arquitectura de nuestro país. Es una gran lección para todos los que nos hemos dedicado a esta disciplina”.
El pensamiento. De Teodoro no sólo hay que ver sus edificios, sino conocer sus conceptos sobre urbanismo y sus escritos, responde la arquitecta Fernanda Canales: “Sus escritos conservan de manera clara la fuerza de sus primeras obras, que involucraron la búsqueda de nuevos procedimientos constructivos más eficientes, materiales más duraderos y soluciones que exaltaran el sentido público de sus edificios, la relación con la calle, con la historia y la cultura local”.
Rasgos distintivos. José Gerardo Guizar Bermúdez, doctor en Arquitectura y maestro de la Facultad en la UNAM, destaca que la obra de González de León se caracteriza por tener una morfología, una unidad:
“Es una obra que no hay que verla cronológicamente sino como una suma de obras que, por su morfología, tiene una unidad como pocos arquitectos la tienen”.
Guizar Bermúdez abunda en cuatro características de su obra: “Su gran aportación es que hace una arquitectura de firma claramente distinguible de la de otros arquitectos. En segundo lugar hace una síntesis de la arquitectura mesoamericana y virreinal aplicada a sus edificios; de joven viajaba por México, iba a los edificios del siglo XVI, a los conventos y tomó de ahí los volúmenes y la monumentalidad. Lo soberbio (lo tomó) del virreinato y de Mesoamérica, la simplicidad de las líneas. Ésta es una aportación que es mundial”. También resalta su capacidad de crear y solucionar tipos de arquitectura muy diversos: “Desde problemas domésticos como su propia casa estudio de 1996, que es fabulosa, que está ligada más a la escultura que a la arquitectura; hasta la obra monumental, el INFONAVIT, como la gran institución de vivienda; las sucursales bancarias, El Colegio de México o el Palacio de Justicia Federal, y la parte urbana con unidades habitacionales y con espacios como Reforma 222”.
Finalmente señala como rasgo singular en la obra de González de León “el famoso concreto martelinado” que identifica casi todas sus obras. Como otros de los entrevistados, Guizar resalta su vocación plástica: “Él, incluso, alguna vez se definió, no como artista sino como escultor. Es que Teodoro González de León siempre ha visto la arquitectura como una suma de valores de las artes plásticas. También es pintor, siempre busco la conjunción de pintura, escultura y arquitectura; muchas de sus obras son volúmenes de gran belleza escultóricas. Son obras que pueden tener más de 40 años, como el edificio de INFONAVIT, y que están perfectamente vigentes hoy”.
Las enormes virtudes. Xavier Guzmán, subdirector de general de Patrimonio Artístico del INBA, dice que hay muchas virtudes en su arquitectura, pero que sin duda es muy importante el lugar que ocupa el espacio público. “Sea en el edificio del INFONAVIT, en El Colegio de México, en la delegación Cuauhtémoc, en Reforma 222, en la Torre Virreyes, en cualquiera de estos edificios, de los años 60, 70, o los muy actuales, en cada uno el espacio público entra al edificio y el edificio, a su vez, sale al espacio público. El espacio público es determinante en la obra de González de León”.
Guzmán celebra que González de León llegue a los 90 años tan creativo y lleno de proyectos: “Él mismo dijo que su vida es leer, viajar, pintar, proyectar; es un hombre de libros que hace escultura, es un artista”.