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Comenzaba a caer la noche, el público poco a poco llegó al Salón de usos múltiples del Centro Cultural Elena Garro, bajo el pretexto de escuchar “El escalofrío azul. Veintitantos poemas y un brindis”, una lectura de poemas de Federico García Lorca, Rubén Darío y Pablo Neruda, a cargo de David Huerta, Maximiliano Cid, Uriel Cadena, Lorenza Ruiz y Lázaro Tello Pedró.
El público reaccionó a la bienvenida que le dieron con los textos “Animal de luz” y “El viento en la isla”, de Pablo Neruda, que fueron interpretados por Uriel Cadena y Maximiliano Cid; sin embargo, los suspiros se los llevó Uriel Cadena cuando después declamó “Canto a la esperanza”, de Darío.
Pero fue la declamación de “Nocturno”, también de Rubén Darío, en voz del maestro de la Facultad de Filosofía y Letras, David Huerta, el momento que más destacó en la noche del jueves en el Elena Garro.
A los oyentes, Huerta explicó que los declamadores de esa “sólo son cinco universitarios”. “No somos actores ni mucho menos declamadores profesionales, nos hemos encontrado sencillamente en los textos poéticos. Ha sucedido ello con toda naturalidad, como quienes comienzan una conversación entre amigos o compañeros y la prosiguen con interés creciente”.
Huerta manifestó que se sacaron a García Lorca, Darío y Neruda de las aulas y las bibliotecas por la relevancia que tienen: “Los tres autores que hacemos comparecer en esta velada son los más conocidos en nuestra lengua, y en muchas otras lenguas también. Son grandes poetas y maestros, sin sus obras seríamos irremediablemente más pobres, por eso, en los tiempos de penuria que corren, tomamos sus voces y las volvemos presencia en nuestras propias voces”.
Por su parte, Lorenza Ruiz expresó su emoción al poder compartir los textos de estos autores y reveló que es un interés que deviene de una tradición familiar ávida de la lectura, “mi abuelo leía mucho, después llegué a la Facultad de Filosofía y se reforzó aún más mi gusto por los libros”.
El encuentro terminó con la lectura del homenaje que los escritores argentinos del PEN Club le rindieron al poeta español. Uriel Cadena portaba una boina como el sello inconfundible de Pablo Neruda, y Maximiliano Cid, quien llevaba un moño como el distintivo de Federico García Lorca, contaron lo que ocurrió en ese homenaje el 28 de octubre de 1933.