Manuel Araya, el chofer del premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, dijo que el poeta gozaba de buena salud en septiembre de 1973 y que su internamiento en una clínica de Santiago sólo respondió a una “estrategia”.

Araya alcanzó notoriedad pública en 2011, cuando aseguró que Neruda había sido asesinado el 23 de septiembre de 1973 en la Clínica Santa María de Santiago por supuestos agentes de la dictadura (1973-1990) que visitaron a Neruda en su habitación y le inyectaron una sustancia.

El testimonio de Araya fue considerado como antecedente para reabrir el caso judicial, que aún permanece en estado de investigación, sobre la muerte del vate.

“Neruda, honestamente, nunca estuvo, como dicen algunos testigos falsos de la Fundación Neruda, como para morirse (en septiembre de 1973). Neruda sólo sufría de repente una flebitis en la pierna”, comentó el chofer y también guardaespaldas del escritor.

Agregó que “si el poeta hubiese estado tan enfermo, no habría hecho fiestas todos los días en su casa, no había día de la semana que no hubiera una gran comida. El 9 de septiembre de 1973 se realizó la última fiesta en la casa de Isla Negra”.

Indicó que el traslado del poeta a la clínica en Santiago fue “una estrategia, dijo que estaba grave y que estaba muriendo para que las autoridades de la dictadura militar nos dieran facilidades para trasladarlo en una ambulancia, pero no tenía nada de nada, se levantó muy temprano el 19 de septiembre y escribió como siempre”.

Araya añadió que el médico Roberto Vargas, quien atendía a Neruda y prestaba servicios en la Clínica Santa María, propuso internarlo en la habitación 406 e incluso el vate planteó pagar por adelantado el costo de la pieza.

Antes de partir desde Isla Negra a la Clínica Santa María, el 19 de septiembre, “Neruda me dijo: ‘usted va a quedar a cargo de mis tres casas (en Isla Negra, Valparaíso y Santiago), usted las va a administrar porque en tres meses más voy a estar con usted aquí porque le voy a pedir ayuda al mundo para derrocar a Pinochet'”, dijo.

Comentó que, sin embargo, “después Neruda cambió de opinión. El 22 de septiembre recibió la visita de Radomiro Tomic, Máximo Pacheco y Nemesio Antúnez, quienes le dijeron que habían matado a Víctor Jara”.

“Neruda se enoja, se pone furioso, y le dijo al embajador (mexicano Gonzalo Martínez Corbalá) que no se iría (a México) porque no quería ser traidor y porque quería quedarse con el pueblo chileno”, añadió Araya.

“Neruda me pidió esa noche (del 22) que le trajera las maletas, 12 libros y un abrigo”, apuntó.

“Al día siguiente (el 23) me levanto, porque yo dormía en una silla en la clínica cuidando a Neruda, para que no entrara nadie después de los médicos, y salimos con Matilde Urrutia por la mañana con destino a Isla Negra a buscar el equipaje para entregarlo a la embajada de México”, recordó.

“Cuando estábamos en Isla Negra, por la tarde, nos llamaron para decirnos que a Neruda le habían puesto una inyección y que tenía fiebre, por lo que nos regresamos a toda velocidad a Santiago”, detalló.

Ya en la clínica, el poeta le comentó que le habían colocado una inyección en el estómago y que se estaba “quemando por dentro”, por lo que Araya mojó una toalla y se la colocó en el estómago.

“A Neruda lo asesinaron, lo inocularon con una inyección en el estómago supuestamente para calmar los dolores, pero Neruda estaba con una flebitis nada más”, aseveró el chofer del Nobel.

“El error fue que con Matilde Urrutia lo dejamos solo el 23 de septiembre”, lo que a su juicio aprovecharon los agentes de la dictadura para inyectarle una bacteria al vate.

“Si Neruda hubiese estado grave, como para morirse, no habríamos ido a buscar las maletas. Neruda terminó sus memorias el 22 de septiembre, no estaba para morirse, estaba bien, hay credibilidad de que fue asesinado”, afirmó.

Con Neruda “tuve una amistad muy grande, una unión como padre e hijo, yo vivía las 24 horas con él, conversábamos mucho, teníamos todo el día para conversar”, abundó Araya.

Reveló que fue elegido por el Partido Comunista de entre 120 personas para desempeñarse como chofer y guardaespaldas de Neruda a su regreso de Francia, donde fue embajador hasta febrero de 1973.

Los restos de Neruda, luego de tres años en el Servicio Médico Legal para practicarle exámenes forenses, fueron enterrados de nuevo el pasado martes en la casa-museo de Isla Negra, donde descansan junto a los de Matilde Urrutia.

rqm

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