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Salvador Elizondo fue un artista tan grande que dejó un legado que bien podría llenar un museo entero, señaló su viuda, Paulina Lavista.
Sin embargo, la fotógrafa y compañera de vida del autor de Farabeuf o la crónica de un instante indicó que Elizondo fue un maestro en toda la extensión de la palabra, pero que nunca de ser aprendiz.
“Él siempre fue aprendiz de todo, incluso él estudiaba chino cuando vio la foto que lo inspiró para escribir Farabeuf”, contó Lavista este domingo durante la charla “Salvador Elizondo, maestro (1932 -2006)”, que tuvo lugar en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, y en la que también participaron Javier García Galiano y Adolfo Echeverría.
En la conversación, realizada en conmemoración de los diez años de la muerte del escritor, traductor y también profesor, se narraron anécdotas del día de su boda, de sus amistades, de cómo le apasionaba la ciencia, la poesía, de cómo era como maestro, esposo y como ser humano.
“Era una persona que entusiasmaba a uno por el arte, por la ciencia. Pienso que fue un genio, fue un privilegio haber vivido con él, y soportarlo a veces, pero fue muy generoso además con sus amigos. Pero cuidadito y no estuvieran de acuerdo con él... ¡Híjole! Había gente que le tenía pavor, era muy enojón”, expresó Paulina Lavista.
García Galiano, quien al igual que Echeverría fue alumno de Elizondo, recordó: “Leí Farabeuf en la preparatoria y yo creo que es el libro que más me ha marcado, yo admiraba mucho a Salvador, creo que todavía es el escritor que más admiro, así que cuando descubrí que daba clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de inmediato me inscribí a su clase de Teoría y crítica literaria.
“Era una clase muy curiosa porque no le gustaba que tomaran apuntes, me acuerdo que un día una chica lo estaba haciendo y de inmediato le preguntó: ‘¿Qué está haciendo usted?’, y la muchacha asustada no sabía ni qué decir... ‘Está tomando apuntes, ya les dije que no lo hagan, esta clase no sirve para nada’. Y él todo el tiempo insistía en que sus clases no servían para nada, pero yo creo que es de las clases más memorables que he tenido, que se volvieron incluso legendarias”.
Bromista, la viuda de Elizondo no dejó de rememorar que a su marido le gustaban mucho las mujeres. “Era algo que no podía evitar. Incluso en una de sus clases le dijo a una alumna: ‘Mire, señorita, le suplico que se pase cuatro o cinco filas atrás porque su belleza me impide dar clases’”.
A pregunta expresa de una de las asistentes, Lavista no descartó la posibilidad de abrir un museo exclusivamente de Salvador Elizondo, pues hay material suficiente para ello. No obstante, admitió que le preocupa que al hacer esto se pierdan algunos materiales, lo cual frecuentemente sucede cuando se exponen piezas al público. “Quizá sea factible hacer algo con la UNAM, pero por lo pronto voy a tratar de hacer un documental de su legado, porque es fascinante”, apuntó.