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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Una de las conclusiones a las que llega el académico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Mario Calderón Hernández al referirse a las antologías y a los antologadores es que “en la poesía mexicana hay mucha falsedad”, que “nos encontramos engañados” y que nos han “dado gato por liebre”. Así lo afirma en un ensayo del libro Lenguajes en la poesía mexicana (Entre el canon y el folclore), de la colección Poemas y Ensayos, publicado por la UNAM en 2015.
Sostiene que “los antologadores, en la mayoría de los casos, son poetas que no cursaron la carrera de Letras y no han realizado un posgrado en literatura, sino que son periodistas o estudiaron comunicación u otra carrera; por tanto, a pesar de escribir poesía, desconocen la teoría literaria y sólo proponen a los autores con base en su gusto”.
Esa aseveración generó diversas reacciones en uno de los blogs de la revista Letras Libres. La primera respuesta la dio el ensayista y poeta Gabriel Zaid en el texto “Nos engañaron”, publicado el lunes en el blog. Zaid señaló: “Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Octavio Paz, Alí Chumacero, José Luis Martínez, Ramón Xirau, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis, Marco Antonio Campos, Adolfo Castañón y Juan Domingo Argüelles nos engañaron, denuncia (sin dar nombres) Mario Calderón en las conclusiones de su libro”.
Un día después, Christopher Domínguez Michael abundó más en el tema. En su texto “Poetas reprobados”, celebró la “perla” descubierta por Zaid, “especialista en detectar imbecilidades académicas, quien se cuenta entre los descalificados como antológos por el desde ahora inolvidable profesor Calderón”.
Domínguez Michael citó nuevamente el fragmento tomado por Zaid y agregó: “La muy provinciana (la provincia es un estado del alma donde se confunde a lo real con lo curricular) opinión del profesor Calderón, por desgracia, la comparten académicos de mayor influencia que él, ávidos en pergeñar nuevas ‘teorías literarias’ que unas más otras menos, defienden a la vez la impoluta ‘autonomía del texto’ mientras permiten el desembarco de las ciencias sociales en la literatura, guarecidos, la mayoría, en lo que Harold Bloom describió como la Escuela del Resentimiento, aún dominante en las universidades estadounidenses, vivero de nuestros teoréticos. Si quieren debatir, bienvenidos. Creemos en el Autor, pero también en el Lector y tenemos su confianza crítica desde hace décadas.”
Ambos textos suscitaron diversas reacciones de los lectores. Algunos comentarios reiteraban los cuestionamientos a lo externado por Mario Calderón. Otros cuestionaron a los colaboradores de Letras Libres.
En el ensayo “Las antologías de la poesía mexicana en la primera década del siglo XXI”, Calderón, quien es poeta, narrador y ensayista, analiza tres antologías: Dos siglos de poesía mexicana: del XIX al fin del milenio, de Juan Domingo Argüelles; Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005, recopilación de Víctor Manuel Mendiola, Miguel Ángel Zapata y Miguel Gomes; y El oro ensortijado. Poesía viva de México, de Mario Bojórquez, Alí Calderón, Jorge Mendoza Romero y Álvaro Solís.
A las dos primeras les cuestiona justo que sean hechas por poetas y que la selección se rija por el gusto. Y en realidad a la que se dedica a alabar es a la titulada El oro ensortijado. en la que uno de sus compiladores es su hijo, Alí Calderón, y su insistencia es que todos tienen grados académicos, por lo menos licenciatura. Esa obra incluye a diversos poetas, entre otros, a los propios antologadores y al mismo Mario Calderón Hernández.
Otras voces. Para el poeta David Huerta, colaborador de EL UNIVERSAL, “para hacer una antología de poesía debe procederse con autoridad: conocimiento del tema, extraordinaria memoria, capacidad enorme y comprobable discernimiento, erudición aliada a la versatilidad y la gracia, afinado sentido histórico. Parece mucho pero cada uno de esos rasgos es indispensable. ¿Quién reúne esas cualidades? El preboste de Eton, responden, ‘perfectamente serios’, Matthew Arnold y Francisco Rico. Solamente hace falta averiguar quién era ese preboste y en qué andaba hacia1861. Desde luego ‘eso sí lo sabemos’, leía a Homero en griego y se le consideraba unánimemente, un ‘juez adecuado’ para decidir sobre poesía. ¿Hemos tenido en México algún preboste de Eton? Desde luego que sí.”
Eduardo Mejía, también colaborador de este diario y autor de Antología general de Gabriel Zaid, dice que “ni los autores de Laurel, de las poesías mexicanas de los siglos XIX y XX, ni de las antologías donde publicaron Elías Nandino, Salvador Novo, Jorge Cuesta, ni los que han antologado con varios títulos la obra poética de Paz o de Pacheco, ni el que compiló todas las muestras diversas, de lo popular a lo culto, en el Ómnibus de poesía mexicana, han necesitado doctorados ni maestrías oficiales; en realidad, sólo una: el doctorado (es decir, saberlo todo) en poesía. Para antologar se necesita saber leer y degustar la obra del poeta o de una corriente, una época o un país. Los títulos universitarios no garantizan que los doctores gusten de la poesía, sólo saben, en teoría, de la teoría”.
EL UNIVERSAL buscó a Calderón Hernández y a Marco Antonio Campos, coordinador de la colección Poemas y Ensayos, pero no hubo respuesta.