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SAN JOSÉ. —Más que el nombre de un teatro, de un estado o departamento o de una calle o avenida en algún rincón nicaragüense, Rubén Darío —nacido como Félix Rubén García Sarmiento el 18 de enero de 1867 en Matagalpa, Nicaragua— es referencia obligada en la literatura mundial. Poeta, periodista y diplomático, el recuerdo del “príncipe de las letras castellanas” y “padre del modernismo” de la lengua española remite a sus andanzas como corresponsal, embajador o editor en París o Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo o Madrid, Ciudad de México, La Habana o León, ciudad emblemática del pensamiento político nicaragüense en la que murió el 6 de febrero de 1916, hace 100 años, a las 22:15 horas.

Pero a ese Darío que falleció a los 49 años de edad, heredó centenares de crónicas y experimentó nuevas formas de expresión, se le conoce poco. Así lo explica el nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, el escritor referencia de Nicaragua desde finales del siglo XX, en entrevista con EL UNIVERSAL.

¿Qué significó Darío para la literatura mundial?

La grandeza de Darío está en su infinita capacidad de darle música a los versos, de convertir a la poesía en casi algo sinfónico, y en su temática. Los temas de Darío pertenecen a la preocupación lírica o literaria de los grandes escritores de la historia, como la vida, la muerte, el universo, la existencia, el dolor, la pena, la condición humana. Es una lectura de Darío que se puede hacer en cualquier idioma y lo que lo hace verdaderamente inmoral. Sobre la música de sus versos, eso infortunadamente corresponde a cada idioma y traducir la música de un poeta no siempre no siempre es fácil o se vuelve imposible. Cuando uno lee La Odisea de Homero y no sabe griego y la tiene que leer en español, se extraña esa música que seguramente tienen esos versos en el idioma original y eso no es traducible. Y eso es lo que pasa con Darío seguramente en otros idiomas. Pero en el español reune las dos grandes, la música y su capacidad de diversificar y la hondura de los temas que toca.

¿Falta por conocer más a Darío?

Sí. En la difusión de su obra habría que empezar por Nicaragua, donde hay un gran déficit del conocimiento de Darío. Como sigue siendo un país pobre y pequeño, el conocimiento de Darío dependería de la difusión masiva de sus obras y como no hay capacidad de compra de la gente para tener un libro en su canasta básica, como el pan, la leche o los huevos, debería de haber una política del Estado o de la empresa privada para poner a Darío en esa canasta y que se vuelva un huésped permanente de los hogares, con ediciones baratas y bien cuidadas. Eso desgraciadamente no existe. Hablamos de Darío pero no lo leemos y eso es un gran déficit que tiene Nicaragua. En las ferias del libro en México hay Darío para todos los gustos, con ediciones de lujo y populares, Darío a todo precio. Pero en Nicaragua no tenemos esa oferta.

¿Cuál otro Darío falta conocer?

Al Darío periodista, cronista, prosista, más desconocido. Fue un cronista trascendental junto al cubano José Martí y al mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y escribió más de 600 artículos solo para el diario La Nación, de Buenos Aires. Dos tercios de su obra total es periodística. Falta por conocer a ese Darío que tendría mucho que enseñar en la prosa, no solo en poesía.

En el estudio de sus crónicas, ¿qué fue la libertad para Darío?

Darío fue un hombre de su tiempo. En sus crónicas habla de lo contemporáneo y tenían éxito porque no trataban temas muertos, sino lo real, política, sociedad, industria, avances tecnológicos, cultura, pintura, cocina. Él era un liberal por influencia de la ciudad donde nació y de León, donde creció, y de su familia. Venía de un liberalismo que luchaba contra la iglesia (católica) reaccionaria y los partidos conservadores reaccionarios. Se formó en esa escuela francmasónica liberal. Era un positivista. Por eso su defensa de la nacionalidad frente al imperio que se alzaba entonces con el surgimiento del imperio de Estados Unidos. Y estaba identificado plenamente contra el abuso que había cometido Estados Unidos al invadir Nicaragua (en 1909). Él vio alzarse a este gran fenómeno del imperialismo, sin duda.

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