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Miguel León-Portilla puede ser considerado, junto con Ángel Ma. Garibay K., uno de los modernos roturadores de una corriente histórica que ha tenido como propósito fundamental la difusión de los valores de las culturas indígenas de nuestro país como medio para combatir el injusto carácter discriminatorio de los mexicanos.
León-Portilla ha mantenido esta posición historiográfica a través de muchas décadas, hasta nuestros días. Pero, más allá de esta inicial intención de defensa a las lenguas y culturas indígenas, León-Portilla se ha caracterizado desde sus primeras obras por la búsqueda de las bases que contribuyan al robustecimiento del nacionalismo mexicano, exponiendo los logros culturales que sitúan a la antigüedad autóctona a la altura de los grandes centros de irradiación civilizatoria universal.
Como cualquier intelectual de prestigio, León-Portilla debe ser catalogado por la influencia ejercida en su época en otros intelectuales. Esta influencia puede ser dividida en dos partes: la del maestro y la del difusor del conocimiento.
El aspecto de maestro debe ligarse a la idea de escuela y, por siguiente, a las de cofrades y discípulos. La escuela incluye tanto a colegas que se unen a un impulso de transformación social por una misma vía, como a los discípulos que, en tal dirección, toman como modelo al maestro y a los colegas que participan con iguales propósitos para llegar a las mismas metas desde la misma posición teórica. Entre los colegas que durante mucho tiempo lucharon hombro con hombro con León-Portilla podemos señalar a Rubén Bonifaz Nuño, no como poeta, sino como gran realizador de proyectos de estudio de las antiguas culturas con abierto afán descolonizador. Entre los discípulos han sido muchos los seguidores de igual corriente, entre ellos gente de valía como los historiadores Roberto Moreno de los Arcos y José Rubén Romero Galván.
El aspecto de notable difusor de conocimiento comprende toda labor con la que un intelectual contribuye, ya en las aulas, ya por la lectura de sus obras, a que sus alumnos y colegas participen de los descubrimientos, avances y propuestas producidas por él en el ejercicio profesional. Esta participación se da independientemente de que quien recibe los conocimientos comparta o no la corriente teórica o los propósitos o vías las sociales defendidos por el difusor. Puede afirmarse que León-Portilla es uno de los autores que más ha contribuido en nuestra época al conocimiento de una parte esencial de tradición mesoamericana: la cultura náhuatl. En este sentido, tratar de señalar ejemplos de historiadores distinguidos que se hayan beneficiado de sus investigaciones sería imposible, ya que la obra de León-Portilla está entre las más conocidas en el gremio de los mesoamericanistas. A este gremio pertenezco, y como mesoamericanista reconozco que fui de los primeros favorecidos de la difusión de conocimientos de León-Portilla, sobre todo como estudiante que asistió desde el inicio de los cursos y durante algunos años a sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras.
Creo que todo historiador responsable ve en la historia uno de los caminos indispensables y más sólidos para entender —básicamente para entender y transformar— su mundo presente. En el caso de Miguel León-Portilla existe en él la firme convicción de que, al comprender los valores de las culturas indígenas, es posible trasladar aquellos que sean más positivos para restaurarlos en la sociedad presente y resolver con su auxilio las grandes deficiencias actuales. Es la vía que él ha elegido, muy coherente con la escuela por él iniciada.