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El colombiano Pablo Montoya vio cómo su vida daba un cambio radical el año pasado; de "autor de nicho", como recuerda que fue descrito, a escritor de masas gracias al premio Rómulo Gallegos, un éxito que no le cambia y se mantiene en su humildad: "No jugaré a la figura de la vedete literaria".
"Me he vuelto un personaje más o menos público en lo que tiene que ver con la literatura colombiana actual. Tengo que manejar bien eso porque hasta ahora era un profesor que escribía y ahora vienen esas presiones que son un poco incómodas", afirmó en una entrevista en Cartagena, donde participó en el XI Hay Festival.
Esa popularidad también le ha traído una cosa positiva ya que, reconoce: "Es posible que haya una cercanía con los lectores en el sentido de que ya hay artículos que se publican sobre mis libros".
"Es verdad que hay una expectativa por lo que vendrá después, vamos a ver si paso el examen, si cumplo satisfactoriamente", agregó.
Aunque el gran boom llegó tras ganar el año pasado el premio Rómulo Gallegos con el "Tríptico de la Infamia", sin embargo su carrera es dilatada: 21 libros publicados en sus 52 años que incluyen novela, poesía, cuentos y ensayos.
Solo en novela, el género que le dio popularidad, es autor de "La sed del ojo", "Lejos de Roma" y "Los derrotados" antes del "Tríptico de la infamia".
Además, es profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, una labor que compatibiliza con su impulso creador como escritor.
El mismo acto de sentarse frente al papel nace para Montoya de "una especie de resistencia, de disidencia, como una suerte de rebeldía".
"Es como una posibilidad de combatir instancias como el olvido, la muerte, la nada, que nos rodean continuamente. Más o menos creo que la escritura es un acto de consuelo ante circunstancias de la desaparición a la que estamos sometidos", agregó.
Por eso, para él "escribir significa resistir".
Ante esa situación, el escritor se convierte en "una conciencia que molesta" y va "más o menos en contra de la corriente" cuando esta es optimista.
"Cuando la colectividad cree en ciertos discursos populistas, que son optimistas, debe aparecer para poner en duda esas supuestas verdades generalizadas y en las que la humanidad generalmente cae y cree", destacó.
Montoya, como otros autores, considera que el "escritor es una figura rebelde" y no aparece para divertir, sino para cuestionar y molestar.
Tras sentir atracción por un tema, comienza su proceso creativo, que "depende un poco del proyecto"; si es novela le exige más tiempo porque implica "un trabajo de investigación, de lecturas previas, que incluye viajes".
Por otra parte, para él "escribir un libro de prosa poética es un poco más rápido y tiene más intensidad".
"La poesía es una especie de fulgor mientras la novela gana por puntos y el cuento por 'knock out'", dijo.
Durante la elaboración de una novela Montoya debe trabajar con "mucha concentración, disciplina y constancia", tanto es así que durante la creación de "Tríptico de la infamia" trabajó entre 12 y 14 horas diarias.
"Cuando terminé (las últimas dos novelas) rápidamente se me cambió la protección que tenía y me enfermé inmediatamente. Esa fragilidad la debo superar de la mejor manera en el tiempo que sigue", dijo.
Entre su creación destacan relatos basados en la historia, algo que sucede porque "el pasado es vasto, el presente es muy escurridizo y el futuro es impredecible", según explicó.
"Tenemos más pasado que presente y futuro. Además podemos encontrar claves para entender el presente en que vivimos", apostilló sobre las razones por las que lo atrae la historia.
Y mientras deja más ideas sobre su actitud hacia la literatura: "toda novela puede ser susceptible de convertirse en histórica".
Pese a la expectativa generada, Montoya continúa creando como hasta ahora, impulsado por sus propias inquietudes y la dirección que se ha planteado, "escribir lo más honestamente posible".
Pero el público ya espera su siguiente "novela musical", que le puede terminar de encumbrar.
rqm