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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Antonio Muñoz Molina dictó con el ejemplo. Al compartir “Algunas divagaciones sobre el oficio de la novela”, el escritor español centró su conferencia magistral para la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar en su propia experiencia, sobre las varias veces que estuvo a punto de escribir su primera novela y que pensado a la distancia le enseñó la existencia de la inspiración, el talento, la paciencia, la importancia de la corrección y el camino largo de la escritura.
“En el abandono es posible que el libro mantenga intacta su capacidad de germinación, que sea mejor el retraso para que cuando la semilla se abra encuentre un clima y una tierra más propicios, en algún momento la mejor manera de escribir un libro es dejarlo interrumpido. A personas ansiosas nos cuesta creer que el mejor curso de acción es mejor no hacer nada”, señaló el narrador.
El escritor, académico y periodista español comentó que en ese tomar y abandonar muchas veces su primera novela encontró muchas verdades sobre el oficio literario, por ejemplo que aunque la disciplina importa algunas de las mejores ocurrencias vienen de improviso.
Muñoz Molina, ganador del Premio Príncipe de Asturias en 2013, dijo antes cientos de personas que se dieron cita en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, que agradece las casualidades y las ocurrencias que lo ayudaron a encontrar los materiales de cada novela que ha escrito. “Me da cierto pavor pensar que con pequeñas variaciones circunstanciales esos libros podrían no haber existido o podrían haber sido de otra manera o haber sido mucho mejores”.
Después afirmó que en la misión de inventar un edificio de palabras el tiempo era inapelable, que había que escribir dejándose llevar por un cierto grado de sonambulismo. “Es a la hora de corregir cuando los ojos han de estar muy abiertos, cuando no bastan los propios ojos para encontrar debilidades, repeticiones, errores, malezas arrastradas por el poderío mismo de la primera inspiración”.
Y es que también habló de la inspiración. Añadió que aunque haya técnicas narrativas no se puede hacer una novela con pura paciencia y disciplina. “La única técnica que conozco es la que le ayuda a uno a reconocer el desaliento, sin dejarse derribar por él, diciéndose que al final acabará surgiendo algo”.