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Vicente Leñero (1933 -2014) ese escritor y dramaturgo total, que se entregó y se dedicó de tiempo completo a estas dos disciplinas, fue homenajeado esta noche en el Palacio de Bellas Artes, a un año de su fallecimiento.
En una ceremonia en la que estuvieron presentes sus hijas Mariana e Isabel Leñero, el autor de Los Albañiles fue recordado por el dramaturgo David Olguín y el periodista José Luis Martínez como un hombre dedicado totalmente a la escritura y al teatro.
En ese homenaje titulado "Recordando a Leñero", Olguín anunció que la Compañía Nacional de Teatro organizará el próximo año un ciclo de montajes con alrededor de 8 obras escritas por el dramaturgo fallecido, con el fin de explorar la vigencia de su obra y reflexiones en torno al teatro.
Durante su intervención, el también editor de Ediciones El Milagro recordó unas líneas del libro Autorretrato a los 33, donde Leñero manifestaba su deseo de ser escritor cuando fuera grande y de sentarse desde las 8 de la mañana hasta las 2 o 4 de la tarde, 11 de la noche, ante la máquina y escribir de manera ordenada y constante novelas de hasta 800 páginas.
"En ese texto describe su pasión por la escritura y hace un retrato del gran novelista que llegó a ser", expresó el también director de escena.
Olguín comentó que, quizá, su preparación como ingeniero, sumado a su pasión por la narrativa, fue lo que lo llevó a convertirse en uno de "nuestros más grandes dramaturgos del siglo XX". "Él, cuando hablaba de teatro, siempre hablaba de estructuras, de edificios, de que el dramaturgo era básicamente un constructor", señaló.
"Fue apasionado con los montajes de su obra; a veces le gustaban, a veces no. Fue un hombre de ideas muy radicales respecto a lo que debía ser la escena mexicana. Y en ese sentido, se podría decir que fue un hombre de teatro pleno", dijo.
A partir de textos de un libro inédito del escritor Felipe Garrido, Martínez trazó un perfil de Leñero, quien heredó de su padre, entre otras cosas, el amor por Guadalajara, su ciudad natal, aunque pasó gran parte de su vida en la Ciudad de México.
"Siempre se sintió tapatío y era fanático de las Chivas", recordó el periodista. "Vicente sentía devoción por su padre. Para él, su padre fue como un gigante con un poder hipnótico, que determinó su gusto por la ingeniería y su ambición por las letras cuando era niño", añadió.
Leñero -continuó Martínez- empezó a escribir porque quería que su padre se sintiera orgullo de sus textos y entró a una escuela de periodismo, no porque le interesaba ese oficio, sino porque quería aprender a escribir. "Fue el hombre que siempre quiso ser: un escritor de tiempo completo", concluyó.