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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
El Centro Mexicano de Escritores conserva el expediente que da cuenta del paso de Salvador Elizondo como becario y asesor. Allí nació su novela Farabeuf o la crónica de un instante, publicada hace 50 años.
En ese expediente también quedan algunos capítulos que presentó como avances. Está la parte titulada “Quimera. Un relato”. Allí se da cuenta de la meticulosidad del doctor Farabeuf: “Esa meticulosidad ha contribuido, sin duda, a hacer de usted el más hábil cirujano del mundo. ¿Está usted seguro de no haber olvidado nada? Ha guardado usted todos sus relucientes instrumentos dentro de su maletín de cuero negro?”.
Está también el IV capítulo de Farabeuf, fechado el 28 de noviembre de 1963; 15 cuartillas a máquina en papel cebolla. El capítulo comienza:
“—Eres, sin duda, tú misma. Eres tú misma, la duda de la propia existencia, porque hubieras corrido, hubieras corrido hasta alcanzar ese eco que se difundía por la casa como el olor a formol que Farabeuf había dejado por todos los lugares por donde había pasado. Hubieras corrido, dejando abandonada en medio del pasillo aquella tabla cuyos símbolos mágicos habías estado consultando para encontrar un nombre en cuya significación se aceptaba la clave de este misterio”.
Su contrato firmado en septiembre de 1963, por una beca mensual de mil 916 pesos, lo comprometía a mantener la calidad y cantidad de su producción y a dedicar todo su tiempo a escribir y a veces a traducir.
Hay en su expediente una felicitación del 12 de abril de 1966 de parte de la institución por la entrega a Elizondo del Premio Xavier Villaurrutia y la disculpa porque nadie del Centro acudió. También está la respuesta al respecto, donde lamenta que no hayan acudido y dice que “el Centro Mexicano de Escritores siempre ha sido una institución que recuerdo con cariño”.
Sin embargo, hay otra carta curiosa, con fecha 20 de mayo de 1966, enviada por la señora Bertha D.B. de González Zubieta, en la que cuenta que forma parte de un club de lectores y que entre los mexicanos leídos está la novela Farabeuf: “La novela desde su principio hasta el final me pareció llena de sadismo y morbosidad, algo negativo que no reporta ningún beneficio al lector. Pero por algo ustedes le otorgaron un premio y es por eso que me dirijo a ustedes para que sean tan amables de darme su opinión”.
El origen del escritor. En 1960, Elizondo aspiraba a obtener la beca para “producir un poema dramático” de no más de mil 200 versos; afirmaba que hasta ese momento la poesía de carácter lírico no se había intentado producir en México. “Esta obra pretendería tener un valor dramático más por el lenguaje que por la acción. Se trata pues, como lo he dicho, de un poema dramático y no de drama poético”.
El tema de ese poema dramático era a partir del mito de los Reyes Magos que decía “aparecen en los orígenes de la mitografía evangélica y conjugarlo con la mitología cristiana primitiva de Robert Graves sobre la vida de Cristo y la conjetura de Antonin Artaud sobre el origen Atlántico de los Magos”. La beca le fue rechazada.
Tres años después alcanzó su meta y comenzó a escribirse su historia, la de un escritor que rechazó el encasillamiento, que aspiraba a escribir una obra única que trastocara los géneros literarios. Así nació Farabeuf o la crónica de un instante, obra complicada, erudita, inquietante, a la que siguieron Narda o el verano y su Autobiografía precoz, y posteriormente El hipogeo secreto, que escribió en su segunda beca, entre 1966 y 1967.
En el amplio expediente de Elizondo como becario y asesor del CME está su solicitud de beca y plan de trabajo fechado el 12 de julio de 1966 en la que dice: “Soy mexicano, de 33 años de edad, casado. He sido becario del Centro durante el periodo 1963-1964, en el cual escribí mi novela Farabeuf o la crónica de un instante que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1965”.
En dos cuartillas expone su interés de escribir una novela de mayor amplitud. Dice además que aunque no le agrada define esta pieza propuesta como “experimental” de aproximadamente 400 páginas, que sería como “la novela de una novela” ya que en ella se manifiestan tanto la vida y las preocupaciones literarias del autor, como la novela en sí.
“Esos dos planos, el de la primera persona que narra, en calidad de autor de una novela, y el de los personajes que están siendo narrados en tercera persona, mediante los accidentes de la trama, acaban por fundirse. Esto como es fácil comprender, plantea interesantes problemas de narración a la vez que permite la organización concreta y la exposición crítica de una ideología de la novela, todo ello dentro de un contexto, a su vez, puramente novelístico”. El proyecto fue aceptado.
Ese es el germen de El hipogeo secreto, libro que trata sobre cómo se va escribiendo el libro mismo, que Elizondo publicó en 1968, año en que fue invitado para ser asesor de jóvenes promesas de las letras en el CME, pues a los 34 años, un año después de concluir su segunda beca, se convertiría en asesor de escritores.
De esa labor que realizó por 13 años, hay constancia en tres expedientes; figuran citatorios para acudir a conocer a los becarios, por ejemplo del periodo 1970-1971: Beatriz Espejo, en Cuento; Carlos Olmos, en Teatro; David Huerta, en Poesía; Víctor Villela, en Ensayo y Humberto Guzmán, en Novela. Está también la carta donde dice que tras haber leído Ascensión Tun de Silvia Molina, encontró que cumple con los requisitos de su contrato.
Entre los muchos mecanuscritos, recortes de entrevistas y notas periodísticas en las que Salvador Elizondo es cuestionado para entender “su estilo” y su singular narrativa, está la carta fechada el 14 de mayo de 2001 en la que Alí Chumacero y Carlos Montemayor, entonces asesores del CME, postulan a Salvador Elizondo al Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo 2001.
Allí aseguran que “la labor de Salvador Elizondo ha sido fundamental en el campo de la narrativa, el ensayo y la traducción literaria. Se trata de una de las figuras notables en la lengua española de nuestros días”. Sin embargo se equivocaron al citar que las obras que escribió durante sus dos becas fueron Narda o el verano y El retrato de Zoe, cuando en realidad fueron Farabeuf o la crónica de un instante y El hipogeo secreto.