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Los ataques terroristas en París confirman que el hiperindividualismo de la sociedad desorientó a los jóvenes, quienes ya no adoptaron las culturas y costumbres de sus padres y abuelos, y se refugian en grupos extremistas que promueven el martirio, aseguró Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés.
Al profesor de filosofía de la Universidad de Grenoble no le sorprendió la tragedia del pasado viernes en París, donde murieron 129 personas por los ataques de yihadistas, pues era de esperarse una respuesta de los extremistas tras la participación de Francia en la guerra contra el Estado Islámico. Incluso no duda que habrá otros atentados similares en Francia.
Intelectual de referencia para entender a la sociedad contemporánea, autor de libros como La era del vacío (Anagrama es el editor de su obra en español), Lipovetsky ha analizado la sociedad posmoderna, el consumismo, la deserción de los valores tradicionales y la cultura de masas y su indiferencia.
En entrevista telefónica con EL UNIVERSAL, afirmó que el yihadismo se ha aprovechado de jóvenes que buscan puntos de referencia en una sociedad fallida, desorientada e hiperindividualista, en la que ya no se transmiten valores, comportamientos e ideologías de una generación a otra.
Opinó que desde 2001, el terrorismo se transformó en un hiperterrorismo en el que los grupos ya no atacan a una sola persona sino a las masas, a rascacielos y lugares públicos para causar gran daño. Cree entonces que ante el crecimiento del poder del Estado Islámico (EI) desde la caída de Sadam Hussein en Irak, se necesita una coalición y cooperación de naciones democráticas para combatir este fenómeno.
¿En qué medida la sociedad francesa actual, que usted ha calificado de hiperindividualista, es responsable de producir el radicalismo religioso entre jóvenes que buscan una identificación con valores morales no occidentales?
Hay una relación entre el hiperconsumo y el hiperindividualismo de nuestra época y el hecho de que individuos que nacieron en Francia, por ejemplo, se conviertan al yihadismo. El hiperindividualismo provocó una especie de estallido de los guías de las formas antiguas. Ya no hay tradiciones regulares de las iglesias, de los partidos políticos y de las grandes ideologías antiguas porque ya no guían a las personas. Eso deja la puerta abierta a nuevas formas de movilización de individuos que buscan un sentido e intensidades que la sociedad hiperindividualista no les ofrece.
La adhesión al yihadismo no viene de una fidelidad al pasado. Por supuesto, está el islam detrás, pero hay que ver que es un movimiento subjetivo. Son individuos que adhieren al movimiento por parte de intermediarios, por el Internet, por gurús, imanes de diferentes tipos. Adoptábamos la religión de nuestros padres o abuelos y eso se transmitía a las demás generaciones. Ahora es una especie de conversión que no viene de una potencia exterior, sino del estallido de la desorientación de la sociedad hiperindividualista.
Este hiperindividualismo lo vemos en muchos casos de la vida cotidiana, pero también en las sectas en donde los individuos han sido absorbidos por colectivos. En ese sentido, lo que vemos en Europa, todos esos jóvenes que viajan a Siria para formarse, que tienen el culto del martirio, son hijos de la sociedad hiperindividualista y no de una sociedad con cultura antigua y religiosa.
¿Eso podría explicar lo que pasó el viernes?
Sí, pero no explica todo, porque hablo de este fenómeno sólo en el caso de los jóvenes que nacieron en Francia, que muchas veces sus padres no son musulmanes. Hice un análisis de la hiperindividualización de la sociedad, pero habrá que hacer una investigación más profunda de la política internacional para ver las causas en Medio Oriente, pero no soy experto en relaciones internacionales ni de los países árabes.
Sin embargo, vemos que están buscando conquistar hombres. Hubo un momento en Francia en que alrededor de 2 mil jóvenes se fueron a Siria. Ya con los atentados del 13 de noviembre hemos identificado a dos o tres que nacieron en Francia; probablemente haya muchos más. En los atentados de enero pasado también participaron personas nacidas en Francia. Eso es lo que analizo.
¿El terrorismo como lo vemos desde 2001 es también una expresión de la hipermodernidad?
Lo es seguramente por la noción del hiper, en la que entra la noción del exceso, de medidas extremas. El golpe de inicio fue el ataque al World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Allí pasamos a una velocidad superior. Ya no es un terrorismo de un grupo que ataca a una persona; ahora se atacan rascacielos con masacres masivas. Cambiamos de nivel. Es una expresión del hiper por la magnitud del fenómeno.
Podríamos agregar un segundo fenómeno y es la importancia que juegan las redes en el desarrollo de estos fenómenos. Esto pasa por Internet. Los sitios yihadistas e Internet están ligados con la proliferación de mensajes y la velocidad de transmisión.
La hipermodernidad es el momento en nuestras sociedades en el que el antiguo antagonismo de las grandes ideologías caducó; es decir, el Este contra el Oeste, el Muro de Berlín que separaba el bloque del Este y el del Oeste. Obviamente, el hiperterrorismo de hoy no hubiera podido nacer en la sociedad anterior. Es porque estos grandes afrontamientos ideológicos caducaron que esta forma de violencia pudo surgir.
¿Cómo debe enfrentarse la amenaza terrorista en las sociedades democráticas más allá de la respuesta militar, que es la solución actual?
Esa es la pregunta. ¿Qué hacer? Hay la respuesta inmediata, es decir, reforzar los servicios de inteligencia, de vigilancia. Es una evidencia para garantizar lo más rápido posible la paz en el territorio nacional. Los estadounidenses respondieron en 2001 con el Patriot Act y medidas como Guantánamo, que pisotearon las libertades democráticas. El problema es que habrá que reforzar la lucha contra las redes, se necesitarán sistemas de infiltración de información y de inteligencia. Habrá que controlar también el flujo de migrantes.
Debemos ser firmes. Debe haber una política firme, pero hay límites porque estamos en sociedades democráticas, por lo que todas estas prácticas tendrán que ser reguladas por leyes y normas. No somos regímenes de dictaduras ni totalitarios. No debemos desarmarnos, pero tampoco nos podemos tergiversar. Sin embargo, no podemos dejar a los imanes predicar el odio, constituir grupos; pero tampoco podemos permitir el espionaje telefónico. Ya se votaron leyes para limitar los sistemas de espionaje telefónico.
La exigencia de libertades es fundamental, pero la exigencia de seguridad lo es también. Esperamos de nuestros Estados que tengan eficiencia en materia de seguridad.
Desde los atentados contra Charlie Hebdo y al Hyper Cacher en enero pasado en París, escuchamos mucho sobre la necesidad de reforzar las fuerzas policíacas y las medidas de seguridad y de inteligencia. Sin embargo, piden que haya medidas ideológicas en las escuelas con cursos de educación cívica para luchar contra el yihadismo. Es ahí donde soy escéptico, aunque no soy hostil, pero estoy seguro de que no tendrá efectos porque lo que los jóvenes escuchan en sus casas y en sus familias es mucho más fuerte que la palabra del profesor. Hay que ser ingenuo para creer que con un curso de humanismo en el que se enseña que se tiene que respetar a los demás y que no se debe matar gente, van a cambiar las cosas. No es así en la cabeza de la gente.
Yo pido la creación de políticas para las escuelas, pero también para las ciudades. Lo he dicho en una cumbre en México sobre las ciudades y lo repito: las escuelas y las ciudades deben adoptar políticas que permitan a los jóvenes hacer cosas que los valoricen. La escuela, muchas veces, es un lugar de odio porque ellos no alcanzan buenos resultados. Hay que buscar otras vías, otras medidas como el deporte, la música, la danza, el cine, la fotografía, es decir, actividades creativas. Es algo más productivo que sólo palabras.
Debemos enfrentar esta situación porque mucha gente resiente odio ante la sociedad, no tiene buena autoestima. Para la sociedad del futuro debemos trabajar en eso, porque soy muy escéptico acerca de la capacidad de la escuela para cambiar a los humanos y al sistema de valores. Creo más en acciones en las que las personas puedan realizar cosas.
Como francés, cómo intelectual, ¿cómo se siente ante esta tragedia que ha ocurrido en París?
Como todos estoy consternado, aunque debo decir que no estoy sorprendido. Era evidente que iba a pasar debido a la intensificación de la participación de Francia en la guerra contra el Estado Islámico, los bombardeos en Siria e Irak. A esta política se agregan también fuertes medidas globales de laicismo que hacen que Francia sea presentada como el diablo por los extremistas. La cuestión del velo que está prohibido en las escuelas es un ejemplo. Era evidente que los yihadistas no iban a parar después de los atentados de enero. Después del 11 de enero, tuvimos el 13 de noviembre, pero lamentablemente temo que esto no haya acabado. Habrá más atentados.
Por lo tanto debemos estar atentos y hay que tomar medidas más radicales para limitar la situación y tratar de contrarrestar esta problemática. Ante la emoción que causa, necesitamos más que nunca la reflexión. Hay que saber qué haremos. El Estado democrático no debe ser débil, debe saber defender a su población. Creo que ante estos fenómenos, el análisis es necesario. Tenemos que entender lo que está pasando para poder adaptar nuestras acciones a estos fenómenos que lamentablemente van a continuar.
¿La respuesta militar de Francia podría tener un impacto mayor?
Creo que debemos atacar. Los actos terroristas no deben hacer cambiar las políticas francesas en Siria porque ya tenemos un compromiso. Se requiere una coordinación entre las naciones occidentales. Los rusos ya están operando. Los estadounidenses, me parece, avanzan con poca determinación. Barack Obama quería salirse del conflicto iraquí que Estados Unidos provocó. Todo eso empezó con la caída de Sadam Hussein; la política loca de George W. Bush causó todo eso. Entendemos que los estadounidenses quieren salir de Irak, pero ahora tienen una responsabilidad. El no intervencionismo estadounidense permitió al Estado Islámico crecer. No atacaron cuando debían.
El enemigo principal ahora es el Estado Islámico. Creo que todas las naciones democráticas deben poner todas sus energías y sus fuerzas juntas para eliminar y erradicar esa potencia. Francia no podrá sola porque no tiene los recursos y porque también está en guerra en África debido a que allí también hay olas de yihadismo.
Apoyo al gobierno en continuar con los bombardeos; hay que atacar especialmente los pozos petroleros, que son su principal fuente de financiamiento. Sin embargo hay que buscar una coalición internacional para eliminar este fenómeno. Lo han hecho con Sadam Hussein. Estoy seguro de que el conjunto de naciones desarrolladas tiene los recursos para erradicar al Estado Islámico. La coordinación actual no es suficiente y espero que los estadounidenses se comprometan más.