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Las mayores tragedias del mundo ruso han pasado por la pluma de quien ayer se convirtió en la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. Svetlana Alexievich ha retratado al imperio soviético desde Chernóbil hasta Afganistán, sin olvidar Ucrania; ha sido inmensamente crítica en su visión del “homo sovieticus” que es incapaz de ser libre, y al mismo tiempo ha sido profundamente humanista.

La escritora bielorrusa de 67 años, que se ha convertido en la mujer número 14 en recibir el Nobel de Literatura, entre los 108 galardonados, ha sido la cronista puntual de las problemáticas del sistema impuesto por la URSS; ha sido la investigadora y reportera profunda que ha puesto en evidencia las atrocidades contra la población civil, las mujeres y los niños, por parte del “hombre rojo”.

En una ocasión, Svetlana Alexievich dijo: “Conozco bien a aquel ‘hombre rojo’: soy yo, la gente que me rodea, mis padres”. En otra charla, afirmó: “No ha desaparecido. Y el adiós será muy largo”. Ella, la escritora incómoda del régimen ex soviético, en los años 70 comenzó a escribir historias recurriendo siempre al mismo método para sus novelas documentales, que es entrevistar durante años a gente con experiencias dramáticas: soldados soviéticos de regreso de la guerra en Afganistán o suicidas o mujeres.

Nacida el 31 de mayo de 1948 en el oeste de Ucrania en el seno de una familia de maestros rurales, Alexievich fue reconocida por la Academia Sueca por “sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.

Tomás Rodríguez, el editor literario de Siglo XXI Editores, editorial que en 2006 tradujo y publicó Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, que es el único título que circula en este momento en España y con algún ejemplar en las librerías electrónicas de México, aseguró a EL UNIVERSAL que la obra de Svetlana Alexievich es, sin duda, un trabajo literario.

“No es una literatura de autoría y de creación singular sin más, no es ese tipo de literatura; es bastante más complicado, podría parecer que es más fácil en el sentido de que la labor de creación es menor, pero no es cierto; es una literatura que te exige, que es muy pulcra, muy sincera con los testimonios; que los testimonios aparecen tal cual, con toda su crudeza; es convertir al testimonio en parte de la narración y convertir todo eso en un libro coral, que no se queda en una sucesión de relatos. Al final es un libro que tiene una lectura muy continuada”, afirmó el editor español.

Por su parte, Iliana Olmedo, doctora en filología por la Universidad de Barcelona, dijo a este diario que Alexievich es una autora con un ojo poderoso para examinar momentos históricos determinantes.

“A partir de testimonios de primera mano logró adentrarse en las causas y las coordenadas políticas y sociales que llevaron al fin de la Unión Soviética. Sus obras principales analizan la guerra de Afganistán y la catástrofe de Chernóbil, ambos sucesos fueron catalizadores de la desaparición de la URSS. El fracaso de este proyecto (como sabemos aspiraba a ser una alternativa al capitalismo) marcó a la generación de Alexievich y su experiencia, al ser testigo del derrumbe, la convierten en una autora excepcional, sobre todo por su capacidad para dar visibilidad a las voces que nadie escucha o que han sido silenciadas”, afirmó la estudiosa mexicana.

La escritora que egresó de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Minsk es la primera mujer de formación periodista que es reconocida con el Premio Nobel de Literatura. Su trabajo es definido como una crónica literaria de la historia emocional del hombre y la mujer soviéticos y postsoviéticos y sus libros han sido publicados en  Europa, Estados Unidos, China, Vietnam e India. Desde los años 90 viene recibiendo continuamente  varios premios, como el polaco Ryszard-Kapuścinski en 1996 o el Herder Prize en 1999.

Y de entre todas sus obras que han sido traducidas a varios idiomas destaca Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, que para Iliana Olmedo no es una novela sino un libro armado bajo las estrategias de la crónica.

“En él, Alexievich reúne testimonios de personas que estuvieron relacionadas con la explosión de la planta nuclear. Precisamente por el hecho de que sea una obra testimonial el comité del Nobel señaló que había sido otorgado a una periodista, no a una autora de ficción. En este libro, Alexievich entrevistó a liquidadores (los bomberos y voluntarios que fueron a apagar el incendio), ingenieros, evacuados de la ciudad de Prypiat, dirigentes políticos, entre otros, y realizó un compendio sobrecogedor (y espeluznante) de las consecuencias del accidente. Es un libro que recuerda los peligros de la energía nuclear y lo que provocó la soberbia humana al intentar controlar al átomo. Me parece estupendo que el Nobel vuelva acessible (seguramente se reeditará) este libro”.

El furor por la ganadora. Aunque aún circula la edición de Siglo XXI Editores España, ayer, al conocer la noticia, Penguin Random House México aseguró que a finales de este mes, bajo el sello Debate, publicará Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, uno de sus trabajos esenciales publicado a inicios de este año en Debolsillo. Y en este mismo año aparecerá La guerra no tiene rostro de mujer, una obra maestra del periodismo de investigación sobre las mujeres que combatieron en la Segunda Guerra Mundial.

“Durante el primer semestre de 2016 publicaremos Los chicos de latón y en 2017 está prevista la publicación de Los últimos testigos”, señala el comunicado de la editorial que en España, gestionó los derechos de estas cuatro obras literarias de la Nobel.

Tomás Rodríguez celebra el Nobel para la prosa de una narradora cuya propuesta es la de escribir libros corales, hechos de testimonios y de historia oral. “Eso significa convertir una obra singular en el relato de múltiples personas, pero luego también está esa segunda parte que es muy característico de ella, que es el hablar del horror y del coraje, de las dos cosas, que es el horror humano que supone una desgracia como la de Chernóbil en todos los términos”.

Dijo que, por ejemplo, Voces de Chernóbil no habla sólo del drama inmediato, de la catástrofe nuclear, sino que “también habla del desarrollo posterior, de lo que también supone la pérdida de familiares, la pérdida del hogar, la pérdida del espacio, también de la propia relación del ciudadano, de la víctima del horror con una administración, que es la soviética, que los tiene atenazados, que los tiene en el vacío más absoluto de la información”, afirmó Rodríguez.

Las felicitaciones y críticas llegaron e todos lados. El Kremlin cuestionó a la galardonada por acusar a Rusia de instigar el conflicto en Ucrania. Y el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, considerado último dictador de Europa, envío sus felicitaciones por un galardón que llega tres días antes de que se presente a su quinta reelección.

Para muchos, la decisión de la Academia Sueca se entendió como una clara señal política, pero la nueva secretaria de la Academia, Sara Danius, lo rechazó. “No veo nada de político en ello”, dijo.

Con información de agencias

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