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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En el prólogo de su libro Los soles de la noche, ese poemario con el que participó en el mítico grupo de “La Espiga amotinada” junto con Jaime Labastida, Óscar Oliva, Juan Bañuelos y Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda manifestó su apuesta por una poesía que debería “ser sencilla, sin rebuscamientos, pero portadora de una idea y de un sentimiento personal o colectivo”. Ayer, el poeta, novelista y cuentista, que incluso ofició en la política, murió a los 78 años de edad, víctima de una enfermedad pulmonar.
El ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 en el área de Lingüística y Literatura, que es autor de Benzulul, Asalto nocturno y de la tetralogía conformada por Las grandes lluvias, Tocar el fuego, Sobre esta tierra y Viento del siglo, entre otras obras, falleció a las 2:15 horas del jueves, informó su esposa, la poeta Elva Macías.
En agosto de 2012, unos días antes de su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, como miembro correspondiente en Chiapas, rememoró para EL UNIVERSAL su niñez cuando a los 10 años sabía que quería ser escritor y cómo echó a andar un periódico en el que participan de una u otra forma Juan Bañuelos, Óscar Oliva, Jaime Sabines y Rosario Castellanos.
“Desde muy joven sabía que esto era lo que quería hacer, fundé un periódico a los 10 años, Alma infantil, que todavía vive y cada año un alumno de sexto año vuelve a ocupar el lugar que yo tuve como director del periódico. En ese periódico escribía yo pero también el niño Juan Bañuelos, el niño Óscar Oliva y nos ayudaba el preparatoriano Jaime Sabines y nos daba consejos la bibliotecaria del Instituto de Ciencias de Chiapas, Rosario Castellanos”, dijo hace tres años este gran contador de historias, un juglar que vivió la vida comprometido con diversas causas, incluida la Revolución Cubana.
En 1960, el escritor nacido en 1937 en Tuxtla Gutiérrez se alistó como soldado cuando la invasión a Bahía de Cochinos y fue designado oficial responsable de la compañía especial de combate. Otro momento clave fue cuando en 1960 publicó junto con Jaime Labastida, Óscar Oliva, Juan Bañuelos y Jaime Augusto Shelley el volumen colectivo La espiga amotinada, que no sólo conformó un libro de cinco poemarios sino que ese proyecto fantástico y novedoso originó un grupo de grandes amigos que fueron llamados “los espigos”.
Justo ayer, entre la conmoción por la pérdida, Jaime Labastida dijo que los aportes de La espiga amotinada sólo los pueden valorar los críticos, y que lo único que podía decir es: “ A los hermanos no los elige uno, los quiere, forman parte de la familia de uno; a los amigos sí, y la amistad que me unió a Eraclio se aproxima a los 60 años. Toda una vida. Es más, siento que una parte de mí murió con él”.
Escritores, políticos, amigos y lectores lamentaron su partida.
El presidente Enrique Peña Nieto dijo en su cuenta de Twitter: “México ha perdido a un ilustre ensayista, poeta y novelista, de profunda conciencia social” y agregó: “en reconocimiento a un hombre de bien he dado indicaciones al titular de Conaculta para rendirle un merecido homenaje”. El 15 de diciembre de 2014, el Presidente le había impuesto ante el Senado la Medalla Belisario Domínguez.
La respuesta fue inmediata, Rafael Tovar y de Teresa dijo: “Por instrucción del Pdte @EPN y de acuerdo con la familia, @gobmx homenajeará en noviembre próximo al maestro Eraclio Zepeda en Bellas Artes”. También hubo condolencias del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco; del jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, así como de los políticos Manlio Fabio Beltrones y Miguel Barbosa.
Cuentista y cuentero. Eraclio Zepeda, Premio Xavier Villaurrutia 1982, habló siempre de su gran interés por la oralidad. “Soy cuentista y soy cuentero, también en mi literatura escrita creo conservar las tonalidades de la lengua oral, pero se equivocará enormemente aquel que crea que estoy imitando la lengua oral; no, la estoy inventando”.
Su juglaría era producto de las dos bibliotecas que había en su casa: una de libros y una de palabras: la de su padre inventando historias en la sobremesa. Esa virtud de conversador la celebra Mónica Lavín: “‘Laco’ fue un generoso amigo, no sólo era un conversador delicioso, que había abrevado del anecdotario de su natal Chiapas y de su propia familia, sino que en el cuento y luego en la novela hacía del lenguaje un aliado gustoso e intenso”. Dijo que fue “un escritor de cuña hemingwayiana, un hombre de acción. Y Chiapas era su sangre y la sangre de sus textos.”
Tomás Granados, gerente editorial del FCE, la casa que editó la teatrología de Eraclio, dijo que Zepeda estuvo presente en el Fondo durante más de 50 años; autor de una obra con ánimo muy alegre, festivo y de recurrencia a las metáforas de la relación con la naturaleza y con los animales.
Alberto Chimal comentó que Eraclio Zepeda fue un gran narrador y que quizás su faceta política impedía ver su obra. Cabe recordar que el escritor fue secretario de Gobierno de Chiapas, del 8 de diciembre de 1994 a abril de 1997, durante el mandato de Eduardo Roblero Rincón y Julio César Ruiz Ferro.
Sin embargo, Tomás Granados opinó que sería un error que esa actividad política proyectara una sombra sobre su obra narrativa, así como tampoco su militancia en la Revolución Cubana, ni su paso por China y la Unión Soviética arrojan una luz. “Haber sido funcionario posteriormente al alzamiento zapatista, sería un error que eso opacara su calidad literaria”.
El Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (Coneculta) y el gobierno de Chiapas manifestaron su interés por hacerle un homenaje.
Eraclio Zepeda fue corresponsal de prensa en Moscú, profesor en la Universidad de Oriente, en la Escuela de Instructores de Arte de la Habana, Cuba, del Instituto de Lenguas Extranjeras de Pekín, director de radio UNAM, director del Festival Internacional de Cultura del Caribe y embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
El novelista, dramaturgo, cuentista, promotor de la cultura, y profesor universitario fue velado ayer en su tierra y entre los suyos, y hoy, alrededor de las 10 de la mañana, darán el último adiós al escritor que dijo que en su obra siempre estaba Chiapas porque “es lo que mejor conozco y así seguiría siendo”.
Con información de Fredy Martín Pérez, corresponsal, y Francisco Reséndiz