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El escritor colombiano Pablo Montoya admitió ayer al recibir en Caracas el "Premio Rómulo Gallegos" que el desamparo y la búsqueda de la belleza es una de las características medulares de los personajes de sus obras, y de su propia vida.
Esa constante se evidencia en la novela "Tríptico de la infamia" con la que ganó la XIX edición del premio internacional de novela que concede Venezuela, dotado con un cheque por 100 mil dólares que Montoya ha dicho que invertirá en una vivienda para poner fin a su condición de inquilino.
Se trata de un libro, destacó en su discurso de rigor, atravesado "de masacres" propias del siglo XVI y de "un dolor que palpita en cada hoja como un corazón malsano".
A la vez, sostuvo, cada página cobija "la luz de la búsqueda infatigable de la creación artística, la belleza y la sensación de que ella se levanta como un acertijo, un enigma", que a la postre "es el ardor que siempre ha estimulado mi escritura".
Obras como estas, premiada por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y basadas en realidad y ficción, "se alzan como denuncias contra la violencia" y, por lo mismo, "son inmensamente valiosas, hoy más que nunca", subrayó el vicepresidente de Venezuela, Jorge Arreaza, quien entregó el premio.
"Este trabajo que ha hecho Pablo de irse al siglo XVI y, a través de la vida de tres pintores protestantes, que sufrieron la belleza y el horror (...) de las guerras religiosas, intracristianas, entre protestantes y católicos", alude a una realidad que "replicó" en América y tuvo a los indígenas entre las víctimas, añadió Arreaza.
El respecto, el escritor colombiano dijo que los personajes principales de "Tríptico de la infamia", los pintores François Dubois, Jacques Le Moyne y Théodore de Bry, efectivamente crearon belleza "en medio de ámbitos turbulentos y represivos".
"El ser humano sigue siendo aún manipulado por tres grandes imposturas de la fe monoteísta (...): el cristianismo, el judaísmo y el islamismo", y "ante ellas seguimos inclinando nuestro ser y padeciendo castigos terribles cuando nos oponemos, o criticamos, sus designios", sostuvo Montoya en alusión al contexto de su obra.
El escritor, que se gana la vida como profesor de Literatura de la Universidad de Antioquia, reiteró que "el desamparo" está presente en sus textos "como una marca indeleble que va desde el nacimiento a la muerte".
"Me he apoyado en esa certeza al escribir esta novela" que centra ese desamparo en lo que también llamamos "exilio o destierro, desgracia o infortunio", dijo, tras admitir ser "un obsesionado por el lado oscuro de la humanidad" pero sin caer "en la fascinación de la catástrofe".
Además de Arreaza, alabaron la obra de Montoya en la ceremonia de premiación el ministro venezolano de Cultura, Reinaldo Iturriza, y el vicepresidente de Planificación y Conocimiento, Ricardo Menéndez.
"A diferencia de lo que podemos ver en la obra ganadora, no es la imposición" ni "la negación de otros, pisotear a otros o enajenar a otro ser humano lo que queremos construir" en Venezuela, sino "una cultura donde absolutamente todos estemos incluidos", remató Menéndez.
rqm