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“¡Miré usted!, la máquina de escribir de mi marido. ¡Una maravilla!”, dice la fotógrafa Paulina Lavista al retirar la funda negra a la Olivetti verde olivo modelo Lexicon 80, donde es posible que Salvador Elizondo haya escrito Farabeuf o la crónica de un instante.

Paulina no tiene la certeza porque aún no estaba con él. Quizás lo intuye cuando teclea sobre esa joya que descansa sobre el escritorio cubierto de libros y carpetas de dibujos realizados por Salvador Elizondo, porque además de escritor, fue cineasta, dibujante, gran lector y maestro.

“Con esta máquina no sé si escribiría Farabeuf. No lo sé”, dice la videoasta de pie, al centro de la biblioteca de su marido, en su casa situada en el barrio de Mixcoac. De entre los libreros toma la primera edición de Farabeuf o la crónica de un instante, editada por Joaquín Mortiz en su “Serie del Volador”, fechada en noviembre de 1965, luego recuerda que hay muchas ediciones de esa obra que ha influenciado a muchos escritores y que cimbró la literatura.

Las primeras ediciones de Farabeuf, así como sus traducciones al inglés, francés, italiano, alemán, polaco y portugués, están en la exposición Farabeuf. 50 años de un instante, que se exhibe en la sala Justino Fernández del Palacio de Bellas Artes.

¿Fue primero el huevo o la gallina? Antes de que las piezas dejarán el hogar para ser exhibidas, Paulina Lavista habló de ellas y las recorrió, relató la forma en que esas obras estarán en los tres grandes proyectos en los que ella ha dividido la celebración por los 50 años de Farabeuf, pues además de la exposición en Bellas Artes, serán parte del libro que va a editar El Colegio Nacional con textos de Gabriel Zaid, Mariana Elizondo, Pablo Soler Frost, Javier García- Galiano, Jorge F. Hernández, de la propia Paulina Lavista y muy probablemente uno de Michèlle Alban, la primera esposa de Elizondo y a quien está dedicada Farabeuf. Un libro que se presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y que podría llamarse simplemente Farabeuf.

El tercer proyecto es complementario, permitirá escuchar a Elizondo leyendo fragmentos de Farabeuf.

“Estoy realizando un video de medio hora sobre la génesis de esta novela. ¿Por qué la génesis?, la génesis de este libro fue muy particular porque conforma muchos elementos de los cuales se valió Salvador. Él estudió cine y sus vocaciones eran diversas, realmente lo que mejor hacía era escribir, la novela la combina con sus estudios de chino, pero aquí como el huevo y la gallina, no sé qué fue primero, no sé si estudió chino para escribir Farafeub, o estudiando chino se le ocurrió Farabeuf“, confiesa Paulina Lavista.

Y aunque dice que el propio Salvador Elizondo tenía muchas teorías sobre la génesis de Farabeuf, en realidad ella está echando mano de una conferencia que él dio en Puebla o en Guadalajara —no lo recuerda—, donde él dice: “esta es la génesis de Farabeuf”.

“Este texto vino a romper con la tradición de la novela rural o de temas revolucionarios, había cuentos citadinos pero esto no es ni cuento citadino ni es novela; es un texto. Un texto hecho desde el principio del montaje en el que se van mezclando muchas cosas”, dice Lavista mientras muestra algunas de los sketches, pinturas y caligrafías chinas hechas en papel arroz, que hizo su marido y que su asistente, Víctor Serrato, ha terminado de montar y esperan ser trasladadas a Bellas Artes.

Mientras Paulina acaricia a su perrita Cloe, y luego urga en las carpetas de dibujos donde aparece incluso una portada de la revista Snob, donde Elizondo trabajó con Pepe de la Colina y fue éste, quien dice, le mostró la fotografía de la tortura china que detonó Farabeuf o la crónica de un instante, asegura que su marido era sumamente ordenado, guardaba en carpetas sus dibujos, le ponía la fecha a cada libro que compraba y congregó una gran cantidad de libros de anatomía y adivinaciones para escribir el libro.

“Él encuentra el Manual de Farabeuf, Pepe de la Colina le enseña la foto del chino torturado, Salvador estudia chino pero además estudia la ouija, el I Ching, y todo se va combinando para crear el personaje, porque existió Farabeuf, pero Salvador lo articula en la novela —ella la califica así—. Es un instante porque también viene una mosca, las monedas que caen y todo se va combinando; no es novela, no está contando una historia, está contando una impresión y una sabiduría”, afirma Lavista y para confirmarlo cuenta que Mariana Elizondo, la hija mayor de Salvador, hizo una larga lista del instrumental que él usa en el texto.

Los 37 años de matrimonio con Salvador Elizondo hacen que Paulina lo conozca bien, pero aún le sorprende su inteligencia; dice que era un sabio que se metió a los escritos sobre pintura china, a libros de adivinación y al I Ching y que todo eso combinado explotó en una gran obra que está cumpliendo 50 años de su publicación.

“Pienso que él era muy joven, él escribe Farabeuf a los 32 años, apenas había madurado. Ahí vuelca lo que traía dentro, porque quiso ser pintor, quiso ser cineasta, hizo una película Apocalipsis, que antecede y que coincide con la manifestación de Farabeuf que es efectos, un montaje, una impresión de imágenes”.

Paulina Lavista cierra las carpetas de grabados, cubre de nuevo la máquina Olivetti verde olivo y guarda la primera edición de Farabeuf o la crónica de un instante. “La pongo en su lugar si no me mata Salvador, desde arriba viene y me baja. Ya vámonos. Aquí nadie había entrado”, apura a los extraños y cierra la puerta.

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