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Una de las dimensiones de Quinteto de Mogador es que es una encuesta de cómo se vive el amor en el mundo, sobre todo en las mujeres, cuenta el autor de este quinteto, Alberto Ruy Sánchez, escritor, editor, poeta, ensayista, cronista de viajes y fundador con Margarita de Orellana de la revista y editorial Artes de México.
Tras haberse editado en 2014 en España, se publica ahora en México Quinteto de Mogador, (Alfaguara/ Penguin Random House), que reúne en 820 páginas cinco libros publicados por Ruy Sánchez entre 1987 y 2007 en los que hace una investigación y luego una composición en torno del deseo: Nueve veces el asombro, Los nombres del aire, En los labios del agua, Los jardines secretos de Mogador y La mano del fuego.
El deseo en estos cinco libros es un deseo libre de culpa, abierto al descubrimiento, como quien descubre una ciudad, una piel.
“La literatura y, sobre todo, la poesía, te demuestra que aunque el amor ha sido dicho, lo que cada persona dice es único. Y no solamente cuando lo pronuncias sino cuando alguien lo lee o lo escucha, se vincula con su propia experiencia y con sus sueños. Es algo que desde el primer libro empezó a desencadenar en mí una dimensión de la composición que tenía que ser incluida, y es la presencia de los lectores como actores. En los narradores de la calle en Marruecos hay un principio que es el principio de la jalca, de la audiencia, audiencia no como cuantificación sino como quien interviene con su experiencia”.
Es una encuesta sobre cómo viven el amor muchas personas, sus voces y sentires dieron pie a muchas líneas de estos libros donde aparece una poderosa carga visual; libros construidos con la forma de una espiral e integrados como piezas que encajan a la manera del trabajo de los artesanos azulejeros de Marruecos y de México.
“Pero contado —ataja el autor— con instrumentos de la poesía, no sólo de la poesía de vanguardia, sino de todos los tiempos, incluso de la poesía de las cosas, de la que hay en la artesanía”. Ruy Sánchez, colaborador de EL UNIVERSAL, explica que desde el principio pensó que esta investigación abordara el deseo desde diferentes ángulos: exploraciones del deseo femenino, del deseo masculino, del deseo de vivir en pareja y de lo que significa hablar del amor”.
Fue en 1975 cuando tuvo lugar el primer viaje a Marruecos, pero ya le eran familiares muchos rasgos y encontró que Marruecos y México son hermanos, en cierta forma.
“Para mí, Marruecos no es Oriente; el Oriente, lo conocí después; el Medio Oriente no tiene que ver con Marruecos. Marruecos es España, es México antes. Lo que vino a México de España es toda la tecnología que ahora vemos como mudéjar, arabizada. Tienes a Marruecos y México como dos hermanos gemelos separados. Parte de las 4 mil palabras que tenemos en la lengua son del vocabulario de lo que llamamos artesanías, que eran los oficios, que tenían que ver con la construcción, el vestido, los utensilios... “.
La construcción de la obra. El proyecto siempre fue para un quinteto, por lo cinco libros, por los cinco dedos de la mano. Es un libro cuya estructura se basa en la idea de la proporción áurea y que su autor plantea como una composición.
Ha sido una investigación de vida: “Empieza con una impresión que vas contando y la vas vinculando a algo más que quieres saber sobre lo que está sucediendo, sobre el lugar y después sobre la idea de la composición: la vida, el amor, la reflexión sobre el amor. La idea de composición es clave en este libro porque es lo que nos permite tener una forma de expresión que va a fondo. Yo me dejo guiar por esta idea de que la poesía existe porque explora dimensiones de la vida donde otros discursos no pueden entrar, donde no puede entrar el psicoanálisis, donde no puede entrar la economía. La poesía penetra dimensiones humanas que son irremplazables de conocer a través de algo distinto a ella. En ese sentido este libro es crear un ámbito para poder decir estas cosas”, comenta.
A casi 30 años de que comenzaran a publicarse estos libros de forma independiente, han pasado muchas historias que son construidas por los lectores: se arman ediciones con fragmentos, se han hecho coreografías (Tatiana Zugazagoitia creó siete), se plagian algunos de los relatos, algunos se han declarado seguidores de la secta de los sonámbulos que son seres hipersensibles a los deseos, y muchos se han pintado tatuajes con las caligrafías que llenan las páginas del libro.
Ahora que los ve en un libro, como Quinteto, Ruy Sánchez se plantea proyectos por fragmentos, por ejemplo, una edición de los cuentos de Mogador, otra de las poesías y una más de las últimas 80 páginas donde se explora el sentir a partir del tacto.
Y persigue continuar ese proyecto inconcluso que nació a la par de Los nombres del aire, cuando publicó Los demonios de la lengua, que también tiene que ver con el mundo del deseo, pero con culpa y con el mal.
En una mesa de su biblioteca ya están puestos en fila los libros que consultará para continuar por este otro laberinto.