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Setenta años después de la publicación de "Las verdes colinas de África", el hijo y el nieto de Ernest Hemingway invitan a echarle una nueva mirada a esta obra que los críticos suelen dejar de lado.
Publicado en 1935, "Las verdes colinas de África" es el relato de un safari de cacería en las llanuras del Serengeti, una crónica de aventura y un desafío literario que Hemingway se formuló a sí mismo. Al anticiparse en varias décadas a "A sangre fría", el clásico de Truman Capote que relata hechos reales en forma novelada, Hemingway quiso demostrar que "un libro de hechos absolutamente reales" puede "competir con una obra de la imaginación".
La nueva edición es parte de una serie autorizada por los herederos de Hemingway que ya incluye reediciones de "París era una fiesta", "Fiesta" y "Adiós a las armas". Su nieto Sean Hemingway contribuye una introducción, mientras que su hijo Patrick Hemingway, un niño en el momento en que sus padres estuvieron en África, narra recuerdos personales. El libro también incluye fotografías, primeros borradores de la historia terminada y un diario que escribió la entonces esposa del autor, Pauline Pfeiffer.
"No es una persona muy conocida, así que es maravilloso tener una pieza larga escrita por ella", dijo Sean Hemingway recientemente de su abuela, la segunda de las cuatro esposas de Ernest Hemingway. "También es un maravilloso complemento al trabajo de mi abuelo".
Como revelan los diarios de Pfeiffer, "Las verdes colinas de África" no era completamente fáctica. El autor reorganizó algunas cronologías y minimizó un ataque de disentería tan grave que tuvo que ser evacuado del área por un avión. El diario de Pfeiffer también describe un evento casi trágico — el rifle del autor se cayó de un auto y se disparó — que inspiró el cuento corto clásico de Hemingway, "La breve vida feliz de Francis Macomber", en el que el personaje principal muere de un disparo súbito del arma de su esposa.
En la década antes de "Las verdes colinas de África", la colección de cuentos "En nuestro tiempo" y las novelas "Fiesta" y "Adiós a las armas" habían hecho de Hemingway uno de los escritores más renombrados del mundo. Los críticos vieron "Las verdes colinas de África", escrito cuando era un treintañero, como una señal de que su fama estaba superando su trabajo. Edmund Wilson, quien había sido un gran defensor de Hemingway, temió que el autor en su personalidad real se hubiese convertido en una parodia hinchada, "Ernest Hemingway, el viejo maestro de Cayo Hueso".
"Algo terrible parece sucederle a Hemingway tan pronto empieza a escribir en primera persona", escribió Wilson. "Entre sus creaciones, él es ciertamente su peor personaje y su peor comentarista. Su mismo estilo de prosa se deja ir".
Más recientemente, "Las verdes colinas de África" ha sido criticada por su detallado catálogo de matanza de animales y por su reducción de África y el pueblo africano como telón de fondo para las experiencias personales del autor. "Espero no ofender con sacrilegio cuando digo que Hemingway nunca tuvo los dos pies sobre África, nunca estuvo realmente en África", dijo la premio Nobel de literatura sudafricana Nadine Gordimer durante un simposio en 1999 en la Biblioteca John F. Kennedy en Boston, que alberga los documentos literarios de Hemingway.
Sean Hemingway reconoció que partes de "Las verdes colinas" podrán resultar incómodas para los lectores modernos, pero apuntó que el libro había despertado el interés por África en muchas personas, él incluido, y proporcionado una instantánea no sólo del autor en su plenitud física sino de un momento histórico.
"Creo que eso es parte del gran valor de este libro, que es un verdadero relato de vida en un safari de verdad de esa época", dijo, al tiempo que agregó que muchos de los lugares en los que su abuelo acampó ahora son parques y atracciones culturales donde la caza está prohibida.
"Creo que la gente saca algo más (del libro) que del turismo más bien vacío ahora tan común", dijo Patrick Hemingway durante una entrevista telefónica reciente. "He tenido que oír a mucha gente decirme qué bien que lo pasaron en África, montados en un minibús y viendo un león y un árbol".
Entre las primeras personas que expresaron preocupación sobre los acontecimientos en "Las verdes colinas de África" estuvo Ernest Hemingway. En el libro, se pregunta si una fractura en el brazo que una vez sufrió era su castigo por cazar y se imagina cómo un alce se sentiría "si te rompes un hombro". También teme las consecuencias de la expansión de los países occidentales en una región poco desarrollada.
"Un continente envejece rápidamente una vez que venimos. Los nativos viven en armonía con él. Pero el extranjero destruye, tala árboles, drena las aguas y altera su suministro", escribe. "La tierra se cansa de ser explotada".
rqm