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La oleada de indignación frente al poder, la pujanza de nuevos movimientos ciudadanos y la voluntad de "cambio" son conceptos sobre los que reflexionó José Saramago, a quien el devenir de la actualidad le hace seguir vivo a través de sus ideas cinco años después de su muerte.
"Alguien no está cumpliendo su deber. No lo están cumpliendo los gobiernos, sea porque no pueden o sea porque no quieren. O porque no se lo permiten aquellos que efectivamente gobiernan, las empresas multinacionales", aseguró en 1998 Saramago durante la cena de gala posterior a la ceremonia en la que recibió el Nobel de Literatura.
José de Sousa Saramago (Azinhaga, 1922) falleció el 18 de junio de 2010 en Lanzarote (España) como consecuencia de una leucemia crónica. Combativo y comprometido -fue militante del Partido Comunista-, es considerado uno de los "grandes" de las letras lusas, sólo comparable a las figuras de Fernando Pessoa y Luís de Camoes.
Desde su marcha, la prolífica obra del autor fue continuamente reeditada en diferentes idiomas y existen adaptaciones de algunos de sus textos al teatro, el cine o incluso la música, prueba del interés que todavía suscita.
Más visible si cabe es la presencia de su ideario, ese que desarrolló a lo largo de decenas de libros y que es ahora objeto -directa o indirectamente- de debate en diferentes partes del mundo.
De hecho, su propuesta de redactar una "Carta de Deberes" que complete la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" de Naciones Unidas será protagonista este mes de unas conferencias internacionales en México, en un ejemplo más de que su discurso se encuentra más presente que nunca.
Así lo señalaron en declaraciones diferentes personalidades de la cultura portuguesa, que coincidieron también en destacar cómo creció la influencia de Saramago en el último lustro pese a su desaparición.
En opinión de la prestigiosa escritora lusa Lídia Jorge, el literato se caracterizó por dejar "una obra de ficción provocadora cuyas metáforas van mucho más allá de los límites de su tiempo", iluminando el presente "y, de forma inquietante, previendo el futuro".
Lídia Jorge -en cuyo currículum figura el Premio Luso-Español de Arte y Cultura 2014- ensalzó la "doble cualidad de autor inquieto que escribe sobre el mundo para reproducirlo y al mismo tiempo para transformarlo" que presentaba Saramago.
"Creo que Saramago es un escritor que continúa siendo descubierto progresivamente y cuya influencia entre las nuevas generaciones tiende a aumentar", defendió la escritora, quien pronosticó que su obra será colocada en pocos años a la altura de la de Pessoa.
De la misma opinión es el antiguo rector de la Universidad de Lisboa -y actualmente candidato a la Jefatura del Estado de Portugal- António Sampaio de Nóvoa, para el que Saramago es uno de esos literatos cuyas obras "no terminan con la muerte de su autor" y son capaces de "ganar una nueva y sorprendente dimensión".
"Saramago nos dijo que alguien no está cumpliendo su deber y que las ideas aparecen cuando son necesarias. Su legado es un compromiso contra las diferentes formas de ceguera. Podemos no lograr decir todo, pero tenemos el deber de intentarlo, sin miedo", aseveró el catedrático.
Nuno Júdice, uno de los más reconocidos poetas portugueses contemporáneos -galardonado con el Premio Reina Sofía, entre otros-, ensalzó esa mirada hacia el mundo de la que hacía gala el nobel portugués para "denunciar todo lo que, para él, destruía el impulso vital del Ser".
"Sobre su figura literaria e histórica, en ningún momento fue cuestionada su dimensión (en Portugal), lo que sin duda es algo excepcional en este país tan injusto para los que parten", consideró Júdice.
La viuda del literato, la periodista española Pilar del Río, es testigo en calidad de presidenta de la Fundación Saramago de la atención que continúa despertando su figura por todo el mundo.
"Él tenía una gran capacidad de anticipación y a la vez una necesidad de que los seres humanos sacáramos lo mejor de nosotros (...) Por eso, cuando escribe 'Ensayo sobre la lucidez' propone que la gente tiene que empoderarse", recordó.
Responsable de la traducción de buena parte de sus obras al español, Del Río evocó cómo el nobel era capaz de ver la esencia de las cosas más allá de las apariencias e incidió en que Saramago, que se llamaba a sí mismo pesimista, "es al final el más optimista de todos".
rqm