Poco es sabido que el último frente del Tercer Reich en rendirse fue el establecido por unos 11 alemanes en Groenlandia, comisionados a hacer mediciones del clima e informar a las fuerzas de Hitler para que estas pudieran planear sus invasiones con previsiones meteorológicas evitando inclemencias que les jugaran en contra.
De acuerdo con el portal español ABC, fue cuatro meses después de la muerte de Adolf Hitler y con él, la caída de las fuerzas alemanas, que los emisarios se entregaron a un barco ballenero noruego, navío que aguardaron esperanzados desde aquella inhóspita isla cercana al Ártico.
Este y más relatos curiosos que no suelen figurar en los libros de historia son recavados por el historiador y periodista español Jesús Hernández en "Pequeñas grandes historias de la Segunda Guerra Mundial".
"La información meteorológica tenía una importancia vital, tanto para los alemanes como para los aliados. Sin la información meteorológica no se entenderían buena parte de las decisiones que se tomaron a lo largo de la guerra", declaró Hernández al medio ibérico.
Guerra meteorológica
La Segunda Guerra Mundial tuvo un gélido capítulo al sur de Groenlandia. Los aliados norteamericanos fueron los primeros en instalarse en la zona -en 1941- para recoger datos sobre el clima e informar a su gobierno. Los planes se vieron momentáneamente truncados en 1943 por los nazis, quienes tenían planeada la misma estrategia, pero fueron ahuyentados en breve por los certeros bombardeos aliados. Pero ese era solamente el comienzo de una odisea por los complejos terrenos del hemisferio norte.
Tras el primer fallo, los alemanes, lejos de desistir, maquilaron la misión "Haudegen", una empresa tan secreta que se referían a ella como "una misión muy especial en una zona muy fría". El plan era adiestrar a un equipo de militares y expertos en meteorología para enviarlos a la isla deshabitada de Spitzbergen con el objetivo de instalarse sin ser descubiertos y enviar información sobre el clima a las fuerzas nazi.
Hernández declaró al medio ibérico que, sin saber el destino a donde sería enviados, "los voluntarios que respondieron al llamamiento recibieron entrenamiento en los Alpes, preparándose para las bajas temperaturas que deberían soportar en el Ártico. Se les adiestró para desplazarse por la nieve y construir iglús, pero también se les enseñó las habilidades necesarias para vivir largos períodos de aislamiento, como sacar una muela, curar heridas de bala, o amputar extremidades congeladas".
Fueron 10 los elegidos que fueron liderados por el geólogo y geógrafo Wilhelm Dege, quien ya tenía experiencia sobre la nieve del Ártico. Juntos zarparon desde el puerto norteño de Sassnitz el 5 de agosto de 1944, con rumbo a Spitzbergen, cargados con víveres para tres años, instrumentos científicos y armamento necesario para hacer frente a las fuerzas aliadas y también para cazar osos, de acuerdo con la publicación de Jesús Hernández.
En la isla instalaron el campamento sin contratiempos. Las labores del día se extendían de las siete de la mañana a las seis de la tarde. Los reportes para Berlín se transmitían puntualmente a las ocho de la noche. Había contacto constante con la capital alemana.
La derrota
La noticia sobre la derrota de Stalingrado les hizo vaticinar el déficit del ejército alemán y especular sobre la posible derrota ante la exposición de las debilidades alemanas ante los soviéticos.
Pese al debilitamiento nazi, los emisarios recibieron instrucciones de permanecer en la isla un año más, bajo la promesa de recibir suministros en dos aviones. Los suministros nunca llegaron.
De acuerdo con declaraciones del investigador, los liderados por Dege comenzaron a expresar su incertidumbre y desesperación por la subsecuente caída del Reich.
El 2 de mayo de 1945 a los misioneros se les informó sobre el suicidio de Adolf Hitler y su esposa Eva Braun en Berlín. El final de la Segunda Guerra Mundial era cuestión de tiempo. Fue entonces que Wilhelm Dege decidió informar a los aliados sobre su rendición, pero pasaron semanas sin que alguien acudiera por ellos.
Fue a los cuatro meses que se les informó sobre un navío noruego destinado a recogerles. El 3 de septiembre de 1945 un grupo de cazadores nórdicos acudió por ellos. El buque "Blaasel" partió a Alemania al día siguiente con los últimos combatientes del III Reich en rendirse.
rqm