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ssierra@eluniversal.com.mx
Pablo Picasso y Diego Rivera se conocieron en París en 1914 y, menos de dos años después, la relación llegó a su final. Un final relativo, en todo caso, porque más allá de aquellos encuentros y desencuentros, vino luego una comunicación y referencias del uno y del otro, algunas de las cuales se recuperan en la exposición Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo, la cual se exhibirá en el Museo del Palacio de Bellas Artes entre el 8 de junio y el 10 de septiembre.
Esperada como una de las más importantes exposiciones en años recientes, pues reunirá a dos de los grandes maestros pintores del siglo XX y permitirá ver piezas nunca antes expuestas en México, la muestra incluirá dos cartas de 1949 y 1957 escritas por Diego Rivera y dirigidas a Pablo Picasso, que son reflejo de otro sentido de la relación y comunicación que existió entre ellos.
La muestra llegará a México tras haberse presentado en 2016 en el LACMA de Los Ángeles y estará integrada por 147 obras, todas ellas de los dos artistas, salvo por una carta de Jean Cocteau enviada a Picasso, que contiene justo un dibujo que el poeta y pintor francés hizo de Rivera.
Libros, entrevistas, biografías, exposiciones y catálogos han dado cuenta casi desde el inicio de esta historia —hace un siglo— de los encuentros y desencuentros entre Rivera y Picasso. Existen versiones encontradas, parciales y contradictorias que registran, en primer lugar, el momento en que se conocieron los artistas a comienzos de 1914; que cuentan luego los detalles de la primera y única exposición individual de Rivera en París, donde un desafortunado prefacio en el catálogo minimizó la obra de Rivera y puso en primer plano las críticas contra Picasso que ahí se escribieron; y cuentan, finalmente, la historia de acusaciones de que el español había tomado detalles de una pintura del mexicano, Paisaje Zapatista, para su pintura Hombre apoyado en una mesa. De los rasgos comunes en las pinturas hasta el mismo Max Jacob hizo referencia en la revista neoyorquina 291, donde comentó que al ver el “trophéemexicain” en la galería Rosenberg lo tomó por un cuadro de Picasso (“Mi trofeo mexicano” fue el nombre que Diego Rivera usó para describir su pintura en una carta dirigida a Martín Luis Guzmán).
Al respecto, Ramón Favela escribió en el catálogo de la exposición Los años cubistas, que Rivera hizo innovaciones muy importantes en su pintura al crear un follaje punteado, un detalle se vio en la pintura de Picasso, hecha con fecha posterior. “Posiblemente, como resultado de las acusaciones de plagio que a propósito de estas pinturas se lanzaron, ambos pintores dejaron de ser amigos en 1916”, escribió Favela.
Lo que se verá en México. Julio Rivas, miembro del equipo que organiza la exposición en el Palacio de Bellas Artes, detalló que ésta tendrá cuatro módulos y que es en el segundo donde se planteará la relación de ellos, en los años 1914 y 1916, a partir de pinturas, así como de algunos documentos. “La intención —dijo Rivas— es mostrar cómo aún después de los hechos que ocurrieron en esa década (la segunda del siglo XX), Diego Rivera y Pablo Picasso mantuvieron cierta relación profesional”.
En el libro Memoria y razón de Diego Rivera, la cubana Loló de la Torriente, con base en entrevista al pintor mexicano, cuenta el primer encuentro entre los dos, cuando el pintor chileno Ortiz de Zárate llevó a Rivera con Picasso, y después el español visitó el estudio del mexicano. Los encuentros de esos días dejaron como recuerdo una dedicatoria sobre una fotografía de una guitarra, donde Picasso le escribió en francés: “A Diego Rivera, en todo de acuerdo, Pablo Picasso”. Una copia de esta pieza —la original la guarda la Casa Azul en sus archivos— será expuesta en Bellas Artes (no se permite la salida de los materiales de la Casa Azul).
Respecto a las dos cartas que se verán, previo a la exposición en el LACMA, Juan Coronel Rivera —miembro del equipo curatorial— dijo que muestran que “no hubo un encono como teníamos establecido. Siempre pensamos que la relación entre ellos había terminado en 1916, una vez que viene todo el problema a raíz de Paisaje Zapatista, y que se había cortado la comunicación. Las cartas básicamente son cuestiones de orden plástico o político. La última que le manda Diego a Picasso es la relativa a la lucha en contra del armamento nuclear, es importantísima, porque hace un llamado mundial a los artistas. A Picasso le solicita que apoye esa causa contra el armamentismo. Responde, no de manera muy positiva, diciendo que hay que ver el contexto del mundo, que no estaba tan de acuerdo con la línea; tenía bastantes dudas sobre todo frente al régimen stalinista”.
Sobre su relación, el mismo Rivera dijo a De la Torriente a finales de los años 40: “No puedo negar que extraño aquel ‘foco de maldad’ que establecimos Picasso y yo. Por algo el enorme maestro me recuerda y a través de amigos y conocidos que van y vienen de París recibo sus recados pidiéndome que regrese, que se ‘aburre soberanamente’ y que está seguro que también yo me aburro porque sólo él y yo, conversando entre nosotros, sabemos hacerlo bien hablando mal de las gentes y esto es verdaderamente divertido en este mundo. En ese sentido, en verdad, extraño enormemente al gran pintor y amigo...”.
La muestra, destacó Julio Rivas, tiene entre sus grandes obras Días de flores, de Rivera, primera pintura suya que compró una institución de EU; y de Picasso, varios grabados de la Suite Vollard, considerada la obra maestra de la gráfica del siglo XX.
La exposición incluirá además pinturas, grabados, dibujos, documentos, gráfica y piezas de arte de culturas antiguas con el fin de dar cuenta de los vínculos de los dos artistas con estas culturas.