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Una modelo de 25 años con poco más de 25 kilos dejaba ver su cuerpo desnudo, esquelético, enfermo de anorexia. La enorme valla publicitaria corrompió la apacible mañana de los transeúntes romanos que quedaron boquiabiertos. La imagen pertenencia a la campaña de Nolita “No a la anorexia” en 2007, para concientizar a la sociedad sobre los efectos de los trastornos alimenticios; el mensaje, más allá de su objetivo, escandalizó las calles italianas, de Europa y del mundo por mostrar de manera tan cruda los estragos que causa la anorexia.
El responsable sólo podría ser Oliviero Toscani, el famoso fotógrafo italiano que, junto a la marca de ropa Benetton, revolucionó el lenguaje convencional de la publicidad. Sus campañas, desde la década de los 80, causaron innumerables controversias y su trabajo se ganó la fama de “polémico”, “provocador” por retratar a un enfermo de sida que agonizaba mientras sus familiares le abrazaba, o la imagen de un recién nacido con el cordón umbilical aún sin cortar.
Sin embargo, el fotógrafo no comparte la misma visión: “El resultado puede ser polémico, pero no me interesa. Todos tienen el derecho de pensar lo que quieran de mí. En la fotografía no hay límites, no me interesa la polémica después de mi foto. Yo veo el mundo con mi percepción única, es necesario crear lo que uno piensa”, dijo Oliviero Toscani a EL UNIVERSAL durante una entrevista.
Desde muy pequeño, Toscani (Milán, 1942) se familiarizó con las cámaras, pues su padre fue el primer fotorreportero del reconocido diario italiano Corriere della Sera; estudió en la Escuela Superior de las Artes de Zúrich y desde 1982 empezó a colaborar en Benetton para publicitar —con su toque— la marca en más de 120 países.
¿Usted utilizó la publicidad para difundir la realidad social en la que vivimos?
Uno hace lo que tiene que hacer. Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina y no le interesaba nada de la religión; Caravaggio era ateo y pintaba la virgen más hermosa que jamás se hubiese pintado en la historia. Vender, pues, ¿qué vendemos? Todos pertenecemos a un mercado. La fotografía se debe ocupar de su más elemental función: mostrar la realidad.
Ante la actual viralización de las imágenes, ¿cómo rescatar el valor artístico de la fotografía?
El verdadero artista no tiene este problema. Hoy somos todos fotógrafos, me parece muy versátil que la fotografía entre en la discusión de si es un arte o no lo es. Yo creo que es un arte que todo el mundo puede utilizar para expresarse libremente. Por ejemplo, cuando hablamos de un escritor, ninguno piensa que es escritor sólo porque tiene una pluma sino porque sabe narrar, contar una historia. Un fotógrafo es alguien más que aquel que sólo se masturba con una cámara. El fotógrafo debe expresar lo que ve.
De todas sus campañas, ¿cuál fue la que más le gustó, no por el impacto mediático sino por el mensaje que comunicó?
La verdad es que nunca lo había pensado, mi favorita quizá sea esa (señala la foto de la campaña contra el hambre que realizó en 1997 y que retrata la mano de un niño con granos de arroz en su palma). Particularmente me gusta porque lo contiene todo. Sí, todo, tenemos el problema racial, el problema del hambre en el mundo, el problema de los ricos y los pobres, de mendigar y la falta de la integración social.
Luego de 18 años de colocar la imagen de Benetton en las primeras planas y de romper los moldes convencionales de la publicidad, en 2000 la dupla Toscani-Benetton llegó a su fin tras las fuertes críticas recibidas por una campaña internacional contra la pena de muerte, donde el fotógrafo retrató a 26 reos en los corredores de la muerte de una cárcel de Estados Unidos.
“Hace unos años entendí que fotografiando tú puedes robar el alma. Es muy intrigante, robar el alma. Si ustedes miran a las top model que viven tan de cerca al reflejo de la cámara, se darán cuenta que están vacías, no tienen alma, puede ser por ese don que tenemos los fotógrafos”, comentó Toscani durante la presentación de su proyecto Raza Humana, que por vez primera se exhibe en México, en la Casa Real del Monte, en Pachuca.
Toscani comenzó su proyecto Raza Humana en 2007, que busca retratar el alma de la humanidad y mostrar que sin importar las diferencias políticas o religiosas, al final, somos uno mismo. Con un estudio móvil va por las plazas, como los viejos fotógrafos, coloca un fondo blanco y llama a la gente para fotografiarla. Hasta ahora lleva más de 81 mil retratos hechos en países como Colombia, Palestina, Guatemala, Canadá y de parte de África.
¿Qué lo motivó a realizar el proyecto Raza Humana?
Que soy humano, no hay ningún motivo económico, soy parte de esta humanidad. Siempre he hecho Raza Humana, sólo que hace unos años le di una forma estética. He escuchado que todos somos iguales, es la única cosa fantástica que no es así, somos todos diferentes. No han hecho jamás a una persona como tú, no la hay ahora y no la habrá en un futuro. Así, cada hombre es responsable de la autenticidad que ha vivido, creado y sentido. Pero debemos de entender que hay diferencias religiosas, políticas, físicas y debemos respetarlas y reflexionarlas, el trabajo de nuestra vida debe ser empeñado en reconocer al otro, la humanidad.
Dentro de este proyecto fotografió a personas que viven en el muro fronterizo entre Israel y Jordania, ¿Establece alguna semejanza con el problema migratorio que ahora enfrenta México?
No es la misma historia. Entre México y Estados Unidos hay un falso problema, México es parte de Norteamérica, ustedes los mexicanos son norteamericanos. Es algo muy extraño, Estados Unidos es completamente distinto a México pero comparten mucha cultura, estoy seguro que un día México va a ganar porque los Estados Unidos dependen de México y no nada más de México, sino de todo el mundo.
En estos años de Raza Humana, ¿cómo ha cambiado la sociedad, la labor fotográfica y usted?
La sociedad todavía tiene que resolver muchos problemas, esto no será nada fácil pero soy optimista, creo que un día vamos a ser civilizados, un día seremos una sola humanidad. La labor fotográfica no ha cambiado, es sólo un medio; seguramente ha existido una evolución, las redes sociales y todo esto, pero al final la labor fotográfica tiene que ser la misma que su función histórica: captar la realidad. Y yo, yo sólo me he hecho 12 años más viejo.