Ahora es un emblema, pero la pirámide de cristal del museo del Louvre en París indignó a muchos franceses cuando fue concebida en los años 1980 por el arquitecto chino-estadounidense Ieoh Ming Pei, que este miércoles cumplirá cien años.


El expresidente François Mitterrand apostó fuerte cuando en 1983 encargó a este brillante arquitecto, que prácticamente solo había construido en Estados Unidos, la modernización del mayor museo del mundo, antiguo palacio de los reyes de Francia.


El dirigente socialista había quedado seducido por la nueva ala de la National Gallery de Washington, construida por Pei en 1978, cinco años antes de ganar el premio Pritzker, el "Nobel" de arquitectura.


Para Pei, nacido en Cantón (China) y formado en el Instituto de Tecnología de Massachussetts y en Harvard, se trataba no solo de su primer proyecto en Europa, sino también de la primera vez que intervenía en un monumento tan cargado de historia.


El que fuera alumno de Walter Gropius, fundador de la escuela Bauhaus, partió de una simple constatación: el Louvre es un "museo extraño cuya entrada es invisible porque es lateral. Necesita una entrada central".


Imaginó entonces un complejo subterráneo, con un acceso por una rampa. Luego, añadió la famosa pirámide de 21 metros de alto en la explanada del mayor museo del mundo.


Casi 30 años después, el exministro de Cultura Jack Lang se muestra todavía "sorprendido por la violencia de los opositores" al proyecto. La polémica fue incluso mayor a la suscitada por el Centro Pompidou, otro gran museo parisino inaugurado en 1977, cuya arquitectura era mucho más vanguardista que la del Louvre.


Uno de los episodios más duros para Pei fue su paso ante la Comisión Superior de los Monumentos Históricos, en enero de 1984. El ambiente era bochornoso y algunos comentarios rayaron incluso el racismo. "Fue una sesión terrible", explicó el arquitecto que no pudo ni presentar su proyecto. "¡Esto no es Dallas!", le gritó uno de los participantes.


Pese a ello, el proyecto salió adelante y Pei realizó la pirámide con un cristal encargado a la firma francesa Saint Gobain, hasta entonces empleado únicamente en pequeñas superficies.


"Pei había imaginado el vestíbulo bajo la pirámide como un espacio entre la ciudad y las colecciones, entre el exterior y las obras", recuerda el presidente del Louvre, Jean-Luc Martinez, que recientemente transformó el lugar con el acuerdo del arquitecto.


¿Por qué estas últimas transformaciones? El proyecto de Pei había sido concebido para una frecuentación de dos millones de personas al año, frente a los nueve millones actualmente: "Se necesitaban ciertos cambios para devolver la pirámide a su público", explica Martinez.


Para el presidente del Louvre, la pirámide se ha convertido en el "símbolo de la modernidad del museo" y a la vez en "un emblema de París en el mundo".


"La obra de Pei se elevó al rango de icono, como la Gioconda, La Venus de Milo o la Victoria de Samotracia", obras estrella del museo, sostiene.

nrv

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