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Entre dos mercados paralelos, el de la galería Kurimanzutto y el de un Oxxo, transcurre el nuevo proyecto del artista Gabriel Orozco en México. “Estamos a punto de terminar de instalar”, dijo Orozco desde el mostrador de la tienda de conveniencia, igual en todos sus detalles a las más de 14 mil de la empresa Femsa (el artista no tuvo que pagar este intercambio).
En Kurimanzutto, en la colonia San Miguel Chapultepec, está inmerso el Oxxo. Y sin embargo, este trabajo está lejos de terminarse: durante los 30 días de “exhibición” (permanecerá del 8 de febrero al 16 de marzo), el proyecto se va a transformar. Los resultados van a depender del mercado y sus distintas variables. Los objetos/productos/entidades de Orozco van a circular a partir de reglas relacionadas con la oferta y la demanda; van a ser parte del juego entre iconos, logos, marcas que propone a espectadores y/o compradores de arte.
En 300 de los más de 3 mil productos de la tienda aparecen etiquetas en azul, dorado y rojo, con círculos y formas que provienen de la iconografía del artista. Y más allá de los productos del Oxxo, que se venden, operará un sistema de venta de entidades (no quiere llamarlos productos) que estará en la bodega, trastienda u Oroxxo —como se le conoce ya—, cuyos precios oscilarán entre seis mil y 14 mil dólares, que comprenderá piezas individuales o series, y cuyos precios van a depender de cuándo y cuánto se consiga vender.
Ante los medios, el artista habló ayer de consumo, del mercado del arte, de ser o no ser una marca, de economía, de Donald Trump. Respondió a las preguntas, a menudo, devolviendo más preguntas.
“Este proyecto —explicó Orozco— es una manera de preguntarme hacia dónde nos dirigimos en relación a los mercados que se están desarrollando en diferentes niveles, hacia dónde nos dirigimos aquí adentro, cómo estamos reorientando el arte de nuestro país y la producción de nuestro país, la memoria, los iconos de la vida cotidiana. Dialogar sobre cómo ha cambiado el mercado del arte en los últimos 20 años”.
Fueron seis meses para este proyecto que tiene lazos con lo local, al tiempo que en lo global, por su referencia a economías que cambian y dejan atrás lo tradicional, y también por temas que aluden al mercado del arte, así como a los tiempos de producir y apreciar el arte. Es un trabajo donde toma la economía desde un extremo de la cadena: el del desecho que representa el empaque.
Tras acotar que su arte “ha sido polémico porque está tratando de plantear cosas nuevas”, Orozco dijo que espera que esta experiencia sea polémica, y que provoque humor. Ironía, humor, broma y comentario son premisas que contempló para esta muestra que se puede leer desde muchos planos y que no se agota en una visita tradicional.
Orozco negó ser una marca; se propone, dijo, trabajar para liberarse de cualquier posibilidad de ser una marca: “No me considero una marca. Al final mi nombre o mi prestigio ha sido resultado más de una investigación, cada paso que doy, lo que hago, ha generado preguntas. No estoy produciendo lo mismo siempre, no estoy armando una fábrica, no puedo considerarme un productor-fabricante ni siquiera artesano, no soy dueño de medios de producción específicos que me conviertan en una marca”.
Lo que revisa en esta muestra es el cambio de los mercados, tanto el de los productos básicos de consumo, como el del arte. “Mi trabajo no es antinada, ironiza incluso con esa posición del antilogo; es muy fácil convertirse en una marca cuando uno se autocalifica como antialgo y eso nunca lo he hecho”.
Las calcomanías operan como un grafiti, como un leer de nuevo para revisar significados y memoria en la historia social. Sobre las piezas en venta, explicó que no va a producir lo que no se venda, y que cada pieza que se venda tendrá un holograma-firma, a modo de certificado de autenticidad. “Si no hay más productos qué producir no se hacen; no me gustaría desperdiciar. Lo que estoy haciendo es dar cierta proyección de mercado a lo que va a la basura”. Comentó que hoy “cambia más la manera como vemos el arte que el arte mismo; cómo se aprecia, circula, se consume, es lo que cambia rápido”.
Interrogado acerca del momento de las relaciones México-Estados Unidos, Orozco, quien ha desarrollado gran parte de su obra en Nueva York (aunque hace dos años vive en Tokio) comentó que “Donald Trump representa bad news (malas noticias) desde que tengo memoria de ir a Nueva York”.
Sin embargo, matizó, la actual no es una situación tan nueva como parece: “Simplemente presenta otra coyuntura donde cada artista y cada uno de nosotros tiene que tomar una postura y empezar a actuar. Lo digo como neoyorquino y como mexicano.” El artista agregó que ha atestiguado esas acciones de Trump: “Hacía un edificio y era horrible, decía algo en el periódico y era horrible, entonces ya viene de hace mucho. Como neoyorquino ya lo hemos padecido bastante. Ya es parte del paisaje cultural del mundo porque cada país tiene su trumpcito”.
¿Y cuál es el trumpcito mexicano?, se le preguntó, entonces el artista dijo: “La lista es larga. Está lleno… Si todos son amigos de él... Muchos mexicanos son amigos de él, tienen la misma mentalidad”.