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La diferencia de edad entre Pablo Picasso (1881-1973) y Alberto Giacometti (1901-1966) no impidió que floreciera una enriquecedora relación alimentada por la similitud de inquietudes artísticas, como descubre una exposición inaugurada hoy en París.
"Ni la diferencia de edad ni de temperamento impidió la amistad entre los dos y, sobre todo, el intercambio artístico e intelectual", contó Catherine Grenier, comisaria de la exposición Picasso y Giacometti, diálogo entre dos maestros.
Entre el 4 de octubre y el 5 de febrero del 2017, el Museo Picasso de París reúne unas 200 obras entre esculturas, cuadros, dibujos y apuntes cedidos casi en su totalidad por los museos de ambos artistas, aunque también hay aportaciones de otras instituciones -como de Málaga y Barcelona- y de particulares.
"Lo que más me sorprendió fue descubrir que hubo una relación de proximidad entre los dos, muy poco conocida e ignorada por los biógrafos de ambos", agregó Grenier, quien sitúa los años 30 y los 40 como los periodos en los que el hispano-francés Picasso y el suizo Giacometti más convivieron.
La diferencia de edad y de estatus -cuando se conocieron en París, Picasso era ya un consagrado artista y Giacometti estaba comenzando- pudieron diluirse gracias a las inquietudes y obsesiones compartidas, sobre todo las relacionadas con la muerte y el erotismo.
"Hubo una relación de igual a igual. Giacometti admira a Picasso, al que veía como un maestro, pero Picasso respeta también mucho a Giacometti", ahondó la comisaria.
De entre las obras, hay dos que representan ese diálogo enriquecedor entre los dos: el cuadro "Femme lançant une pierre" ("Mujer lanzando una piedra", 1931), de Picasso, y la pequeña escultura "Femme egorgée" ("Mujer degollada", 1933), ambas expuestas en la misma sala.
Las dos encarnan el "Eros" o el impulso sexual, mediante la representación de sinuosas formas, y el "Thanatos" (la muerte), plasmado en la desmembración figurativa. Ambos temas son recurrentes en sus respectivas carrera.
En los años 30, cuando París era un efervescente centro artístico y cultural donde se aglutinaron las rompedoras vanguardias de entreguerras, Picasso y Giacometti se encontraban casi a diario en cafés o restaurantes como Lipp, Deux Magots o Flore.
El pintor español, con unos 50 años entonces, se interesó rápido por la obra del emergente artista suizo, que supo catalizar, con su inquietante y fantasmagórico sello, las ideas plásticas de descomposición iniciadas por Picasso.
Pero la muestra Picasso y Giacometti, diálogo entre dos maestros también muestra las discrepancias artísticas de ambos. Las esculturas de los dos difieren tanto en el contenido como en la forma.
Si las piezas transparentes de Picasso "humanizan el espacio", las enigmáticas y deshilachadas figuras de Giacometti expresan una tremenda angustia existencial que conmociona (o desagrada) al espectador.
Organizada cronológicamente y por temas, la exposición traza curiosos paralelismos entre ambos, ignorados para gran parte del público y expuestos en la muestra.
Tanto el español como el suizo son hijos de artistas y empezaron a pintar en los respectivos talleres familiares. Los dos retrataron en su juventud a sus padres, a los que representan de forma figurativa, y los dos acaban por dar un salto formal hacia la abstracción, uno desde el cubismo y otro desde el surrealismo.
Ideológicamente, Picasso y Giacometti comparten el comunismo, que les influencia en su obra artística. Aceptaron el desafío de aproximarse a lo cotidiano a través de la óptica de la corriente realismo-socialista iniciada en la entonces Unión Soviética.
nrv