No conforme con ser una gran obra de arte tallada en piedra volcánica, la fachada de la iglesia La Compañía, una de las postales más hermosas del centro histórico de Quito, se convirtió en la última semana en un lienzo en el que el francés Patrice Warrener pintó con luces cada uno de sus detalles barrocos.

El tradicional gris de la piedra de la fachada de La Compañía, cargada de columnas salomónicas, soles, ramas, ángeles y otras figuras custodiadas por dos ángeles de piedra, se tornó multicolor en la llamada Fiesta de la Luz, auspiciada por el Ayuntamiento de Quito, en el marco de la Conferencia de la ONU Habitat III.

No fue una simple proyección de luces. Cada hoja, cada adorno, cada columna, cada detalle tenía su color, convirtiendo a la fachada de la iglesia, que tardó 160 años en ser construida, en un inmenso cuadro que quitó la respiración a más de uno por su belleza.

Expresiones de admiración, gritos de emoción y hasta aplausos arrancó anoche el encendido del primer cuadrante de la fachada. La iluminación paulatina y el haber dejado, quizá estratégicamente, escasas partes sin alumbrado, reveló un contraste en una estampa gris que, en cuestión de segundos, se pintó de arco iris.

Con más de 20 años de experiencia en diseño y ejecución de espectáculos artísticos, Warrener aplicó el sistema de iluminación policromático Chromolithe, que incluye diapositivas, luz, imagen y láser, y que puso en relieve detalles de la fachada de La Compañía.

En redes sociales circularon anécdotas sobre gente que se mostró indignada porque pensó que se había pintado la fachada de la iglesia, parada obligada de turistas y que acoge a diario a cientos de fieles -que podrían llegar a 400 por servicio religioso- quienes alzan sus plegarias en medio de diseños bañados en pan de oro, por lo que el dorado predomina en el interior del monumento.

La Compañía, uno de los monumentos que avalan la designación del sector colonial de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, pertenece a la comunidad religiosa de los jesuitas y es uno de los mejores ejemplos del barroco ecuatoriano y latinoamericano, construido con la participación de miles de manos indígenas y la influencia del arte barroco, mudéjar y árabe.

Con el apoyo de la Alcaldía de Lyon y la Alianza Francesa de Quito la fiesta de la luz se extendió a la fachada de la iglesia de Santo Domingo, a la que el francés Laurent Langlois, con la técnica del "mapping", llenó de historia y modernidad con imágenes de la época precolombina, del barroco español y diseños contemporáneos.

Los artistas franceses Jerôme Donna y Simon Milleret-Godet desplegaron una compleja coreografía visual, centenares de lámparas led y proyecciones que bailaron al ritmo de la música, para plasmar escenas del cosmos en la fachada de la iglesia de la Merced.

A los artistas franceses se sumó el ecuatoriano Pablo Rosero, con una propuesta en honor a las víctimas del terremoto de magnitud 7,8 que sacudió en abril pasado zonas de la costa norte de Ecuador.

Además, su compatriota Fidel Eljuri quien en su obra simuló el movimiento del sol durante el solsticio, y el también ecuatoriano Irving Ramó, cuya puesta en escena honró a las palomas.

El Municipio de Quito calcula que 1,2 millones de personas visitaron el centro histórico para ver el festival de la luz, el primero en su tipo en el continente americano, señaló.

Además del festival de la luz, museos u otros sitios culturales estuvieron abiertos al público, de forma gratuita.

Según el Municipio, más de 15 mil personas asistieron solamente a los claustros del museo y convento carmelita de El Carmen Alto y del Museo de la Ciudad.

Agregó que para el convento carmelita esto representa recibir en un día tantos visitantes como en un mes, mientras que el ex Hospital San Juan de Dios y también museo, recibió más visitantes en las cinco jornadas que duró la fiesta de la luz que en 30 días de atención regular.

Pero la última noche del festival de la luz con una marea humana en varias calles del centro histórico, regaló otra historia de luz.

Con su embarazo a término María Tarco decidió ir al festival pues su doctora le recomendó caminar. Rompió aguas en medio del paseo. Sentada en una silla de alguien generoso, policías municipales la llevaron, por medio de calles cerradas al tráfico, y plagadas de gente, hasta un centro de salud.

Ya ahí, "me hicieron pasar a la camilla, me pusieron la bata y ya, salió el bebé", contó hoy Tarco con su niña en brazos a la televisión Ecuavisa.

nrv

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