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En el siglo XVI y principios del XVII, los reyes de España guardaban las pinturas más eróticas en sus aposentos privados. Cuando Felipe IV llegó al trono, llevó Venus recreándose con el Amor y la Música, de Tiziano, a una cámara especial en el Real Alcázar de Madrid, conocida como las Bóvedas de Tiziano.
La pintura muestra a la diosa del amor representada como una joven blanca, desnuda y de generosas curvas, recostada sobre un terciopelo rojo. Mientras su hijo le susurra algo al oído, el músico en la habitación posa los dedos sobre su instrumento pero los ojos en el cuerpo de la mujer.
Quizá para nuestros ojos, aquella pintura -como otras con desnudos- podría sonrojarnos un poco, pero para aquellos tiempos este tipo de cuadros eran "un campo de minas moral", señala The New York Times.
La Venus es una de las 28 piezas de la exposición "Esplendor, mito y visión: desnudos del Prado", que llegó al Clark Art Institute proveniente del museo madrileño. A excepción de cuatro piezas, las otras nunca habían sido exhibidas en Estados Unidos. Las obras pertenecen a artistas como Tintoretto, Pedro Pablo Rubens, Francisco de Zurbarán y otros grandes pintores del Renacimiento y el Barroco.
Así que la próxima vez que estés frente a una obra como El rapto de Hipodamía (Rubens), San Sebastian (Guido Reni, en la imagen arriba de estas líneas) o Dama descubriendo el seno (Tintoretto), todas pertenecientes a la colección del Museo del Prado, podrías no sólo fijarte en detalles como la luz y el ángulo sino imaginar cómo eran percibidos esos cuadros en los tiempos en que fueron mandados a pintar.
sc