El artista plástico Benjamín Domínguez (Jiménez, Chihuahua, 1942) quien desarrolló temáticas originales, en estilos como el abstracto y barroco, de una técnica depurada, artífice de sueños, la magia y las tentaciones, falleció a la edad de 74 años.
En un comunicado el secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, lamentó el deceso del artista a través de su cuenta de Twitter, donde escribió: “Por su originalidad, temática y técnica depurada, la muerte de Benjamín Domínguez significa una gran pérdida para nuestra pintura.
El artista se inició en el clasicismo. A los 20 años llegó a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, tiempo después ingresó a la antigua Academia de San Carlos, donde tuvo como maestros a Francisco Capdevilla en grabado y en pintura a Nicolás Moreno y Antonio Rodríguez Luna.
Su carrera inició como pintor abstracto, corriente que trabajó durante una década, pero su verdadera pasión fue realizar una revisión posmoderna del barroco. Fue así como se ganó la admiración y respetado de otros artistas, como uno de los neoclasicistas más modernos del país.
En los años setenta del siglo pasado formó parte del equipo del Museo del Virreinato en Tepotzotlán, el cual estaba a cargo del maestro Jorge Guadarrama. Ahí tuvo una cercanía con las obras de arte colonial, donde observó las obras con seda, marfil y los santos estofados.
Benjamín Domínguez fue uno de los pocos pintores que por su virtuosismo y conocimiento de las antiguas técnicas se le consideró heredero de la tradición pictórica mexicana.
Su formación estuvo marcada por dos movimientos antagónicos: el realismo y la abstracción. Un día, al visitar la National Gallery of Art, en Washington, DC, fue testigo de la fascinación que despertaba en el público una obra: La tasadora de perlas, del holandés Johannes Vermeer.
Aquel día dudó de todo lo que había hecho hasta ese momento y decidió regresar a las enseñanzas de la Academia de San Carlos, a la práctica del arte técnico, del manejo de los colores, de los aceites, los barnices y toda la técnica que gira alrededor de un neoclasicista. Fue así que surgió en 1985 una serie inspirada en el cuadro El matrimonio Arnolfini, del renacentista Jan van Eyck.
A partir de esa obra, Benjamín Domínguez pintó 20 variaciones en las que traslada a la modernidad a una pareja que vivió en 1434 y hace que se amen, odien y destruyan.
En el año 2012 la Galería Juan Soriano del Centro Nacional de las Artes albergó la muestra El elogio de la mirada, integrada por 24 obras creadas entre 1985 y 2011.
lsm