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El Museo Thyssen y el dibujante Álvaro Ortiz han hecho posible que algunos de los artistas de la exposición "Caravaggio y los pintores del norte" salten del lienzo a la viñeta en "Dos holandeses en Nápoles", un cómic que mezcla la realidad de sus vidas con una ficción "loca".
La muestra se inauguró hoy en el Thyssen-Bornemisza de Madrid y el próximo 1 de julio llegará a las librerías esta historieta de 28 páginas, en la que Ortiz ha gozado de "mucha libertad" para llevar a cabo el encargo del centro.
"Dos holandeses en Nápoles" narra el viaje de los pintores Gerard Van Honthorst y Dirck Van Baburen a esta ciudad para buscar a Caravaggio, a quien creen vivo.
Con su habitual estilo narrativo de humor irreverente actualiza el lenguaje de los dos artistas holandeses a los que hace vivir situaciones "locas" en las partes de ficción, pero siempre respetando la verdadera historia de pasión y admiración que tenían por la obra de Caravaggio.
Para Ortiz, Caravaggio no es una novedad ni en su vida ni en su obra, ya que el pintor italiano ya hizo un cameo en "Rituales", su último trabajo publicado en 2015.
"Desde hace años tenía la idea de hacer una biografía sobre Caravaggio, y cuando el año pasado estuve en Roma becado por la Real Academia de España creí que podría hacerla como proyecto final de curso, pero al final decidí sacar adelante el cómic 'Rituales'", cuenta el también autor de "Murderabilia", con la que se convirtió en uno de los autores de más éxito de la viñeta española.
Aún así, ese año se "pateó" todos los cuadros de Caravaggio que hay dispersos en la ciudad eterna y aprovechó para viajar a Nápoles, donde el pintor veneciano se refugió en 1606 tras huir de Roma, donde se le buscaba acusado de asesinato.
Y fue en Nápoles donde vio con sus ojos algunos de los cuadros que aparecen en su cómic, como "Las siete obras de Misericordia", una impresionante interpretación pictórica de esta doctrina eclesiástica.
Por eso, los amantes y conocedores del pintor podrán comprobar que en "Dos holandeses en Nápoles" su autor ha adaptado el color de sus viñetas a los de los lienzos que han llegado a nuestros días.
"He usado los mismos colores que uso siempre, pero he quitado varios con el objetivo de ajustarme a la paleta que utilizaban los protagonistas de la exposición. Me he cargado los verdes, los rosas, el azul sólo para el mar y he añadido algún marrón", describe.
Ortiz cree que puede ser un cómic para atraer a los más jóvenes hacia pintores que quizá no les resulten tan atractivos, así como a estudiosos del arte que sólo identifiquen el cómic con personajes infantiles.
"Es un momento en el que los museos se están dando cuenta de que los cómic tienen un plus de accesibilidad que igual no tienen otros medios; según qué temas, un ensayo de 500 páginas no lo lees pero un cómic de 100 puede ser bastante más llevadero. A través de los tebeos he leído cosas que de otra manera no hubiera leído", concluye.
sc