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Sin Caravaggio, la historia de la pintura hubiera sido muy diferente. Fue un revolucionario, uno de los artistas más influyentes de su tiempo y rompió con todo lo establecido, convirtiéndose en una figura esencial del arte, como demuestra la exposición "Caravaggio y los pintores del norte".
Una muestra que se abre mañana al público en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y que se centra en cómo la estela de Caravaggio llegó a los pintores del norte, a holandeses, flamencos y franceses.
La intensa emoción de sus obras y su luz dramática, así como el uso del claroscuro, el realismo convincente, la comprensión psicológica y el esmero por representar de una manera literaria los grandes temas de la Humanidad, hicieron que su influencia se expandiera y su difusión fuera extraordinaria.
El inicio de la exposición del Thyssen no puede ser más impactante. En el espacio dedicado a "Caravaggio en Roma" se pueden contemplar obras maestras como "Muchacho pelando fruta", "Muchacho mordido por un lagarto", "La buenaventura", "Los músicos, "David vencedor de Goliat" y "Santa Catalina de Alejandría".
Junto a ellas, "El sacrificio de Isaac", "San Juan Bautista en el desierto", "La Coronación de espinas" y "San Francisco en meditación".
En total, el comisario Gert Jan van der Sman ha seleccionado obras procedentes de colecciones privadas y museos como el Metropolitan de Nueva York, la Galleria de los Uffizi de Florencia, el Hermitage de San Petersburgo, el Rijksmuseum de Amsterdam o la iglesia de San Pietro in Montorio en Roma.
En opinión del comisario, el impacto de la obra de Caravaggio en la pintura de principios del Seicento italiano (siglo XVII) abarcó todas las fases de su polifacética producción artística en Roma.
"El pintor lombardo se reinventó año tras año durante toda su carrera. Ningún otro pintor del Seicento evolucionó a un ritmo tan rápido y en direcciones tan diferentes".
Uno de los atractivos de su pintura "es hacer creer al espectador que percibe objetos tangibles y no imágenes sobre una superficie plana". También logró acaparar la atención con representaciones de tipos humildes, como gitanas, jugadores de cartas y personajes de novelas picarescas.
En los Países Bajos y las regiones germánicas, el arte de Caravaggio era atractivo, además de por la posibilidad de trabajar del natural, por el destacado uso de la luz, las sombras y el color. Los pintores podían incorporar este estilo al suyo propio sin tener que ceñirse al corsé de un programa de estudios.
La muestra, que se podrá ver hasta el 18 de septiembre, dedica un segundo espacio a la admiración que sintieron por el artista lombardo Elsheimer y Rubens, los primeros pintores del norte de Europa que estuvieron en contacto con su obra.
El coleccionismo está presente en el apartado dedicado a los hermanos Benedetto y Vicenzo Giustiniani, poseedores de 15 obras de Caravaggio.
Estos amantes del arte ayudaron a muchos pintores extranjeros a conseguir encargos y acogieron en sus casa a Gerard van Honthorst, David de Haen y Nicolas Régnier.
Dirck van Baburen también contó con un mecenas al poco de llegar a Roma, el español Pedro Cosida, embajador de Felipe III en Roma, cuyo patrocinio culminó en la decoración de la capilla de Cosida en San Pietro in Montorio.
A Hendrick ter Brugghen y la Escuela de Utrech está dedicado otro espacio. Hendrick fue el primero de los pintores holandeses que, tras su estancia en Roma, regresó a su país e introdujo los temas y fórmulas estilísticas de Caravaggio.
"Los pintores franceses en Roma" reúne obras de artistas franceses que trabajaron en Roma entre 1610 y 1630, un colectivo especialmente interesante por su diversidad social y cultural.
Entre ellos, Simon Vouet era el que gozaba de una posición más privilegiada, junto a Claude Vignon. La posición de ambos contrastaba con la de Valentin de Boulogne, quien tardó muchos años en encontrar un mecenas.
El recorrido finaliza con "Caravaggio y sus seguidores en Nápoles y el sur de Italia" , donde se contemplan obras de los pintores extranjeros instalados en Nápoles e influidos por Caravaggio, entre los que destacan Louis Finson y Matthias Stom. Aquí se exhibe "El sacamuelas", cuya atribución al maestro lleva años discutiéndose.
Y como cierre, "El martirio de santa Úrsula" (1610), pintado pocas semanas antes de morir y en el que Caravaggio se autorretrata sujetando una lanza en el momento en el que el rey de los hunos hiere con su flecha a la santa.
rqm