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El pincel de los genios posimpresionistas aterrizó hoy en suelo suramericano para teñir a Brasil de color con una exposición que recorre 75 obras de quienes protagonizaron una revolución en la historia del arte.
De la mano de maestros como Vincent van Gogh, Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Georges Pierre Seurat o Paul Signac, la muestra "El triunfo del color" se inauguró en el Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB) de Sao Paulo como una oda a un período artístico que tiene mucho que ver con nuestros días.
"Los posimpresionistas buscan cosas muy parecidas a lo que nosotros buscamos hoy, como la sencillez y la verdad", afirmó el comisario Pablo Jiménez Burillo, director cultural de la fundación Mapfre, que comparte curaduría con el parisino Musée d'Orsay.
Estos artistas "querían hacer un arte que fuera de verdad y que esa verdad tuviera que ver con la vida, es decir, que el arte no fuera algo para los museos", explicó Jiménez, quien aseguró que "esas dos ideas fundamentales tienen mucho que ver con nuestros tiempos".
Y, para conseguirlo, los posimpresionistas elevaron el color hasta donde nunca antes había llegado, emancipándolo de cualquier relación mimética con la realidad.
No obstante, cada artista abordó esta transformación desde un ángulo diferente, algunos bajo una perspectiva científica, otros sensual, emocional o incluso cerebral.
No en vano señaló Van Gogh que trataba en sus cuadros de "exprimir con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas", una cita con la que la exhibición abre las puertas al público para invitarlo a sumergirse en un universo cromático que se adentra en los senderos de la modernidad.
El simbolismo de Gauguin es otro de los pilares del recorrido, que presenta dos fases claves del artista: su retiro a la pequeña localidad de Pont-Aven, en la Bretaña francesa, y sus años en Tahití, donde descubrió, en palabras del curador, "un color mucho más brillante y puro, además de la idea de inocencia".
Así lo demuestra "Mujeres de Tahití", una de las telas de cabecera del autor y protagonista de la exposición, pero cuyo proceso creativo se remonta a la búsqueda de lo primitivo, de aquello que esté alejado de la civilización.
Una concepción del arte que se valdrá del color no realista para expresar el mundo desde un punto de vista metafórico, lo que conecta este período con el arte contemporáneo.
"Cada vez importa más el artista y su subjetividad, y ese principio influirá el siglo XX y marcará también nuestra forma de ver el arte", agregó Jiménez.
La muestra continúa con el puntillismo de Seurat, una novedosa técnica basada en las leyes físicas de la óptica con el objetivo de crear una imagen a partir de diminutos puntos de colores, trazos que llegan incluso a iluminar el lienzo sin luz.
Pero los artistas no siempre fueron fieles a estrictas normas y el color fue, a menudo, ganando arbitrariedad, una rendija que lleva al espectador hasta los cimientos del fauvismo.
La osadía y la violencia pictórica de "las fieras", tal como tildaron a este grupo de artistas y cuyo máximo exponente fue Matisse, da un giro a la narración y muestra otra vertiente de los pinceles, capaces de crear un árbol rosa, un cielo amarillo o una calle verde.
Es precisamente lo que ocurre en "El puente de Charing Cross" de André Derain, uno de los iconos del fauvismo, que cuelga a pocos metros de la última obra de la exhibición: "Odalisca con pantalón rojo" de Matisse, toda una paradoja para el público porque la única pieza del autor en esta exposición es precisamente una en la que el artista regresa a la figuración.
¿El motivo? "Todo el arte, igual que nosotros mismos, no es más que un afán de ir hacia delante y luego volver hacia atrás, porque nuestra historia es el no poder avanzar sin dar de vez en cuando un paso atrás, pensar y volver a salir", concluyó el comisario.
Después de Sao Paulo, donde permanecerá hasta el próximo 7 de julio, la muestra viajará a Río de Janeiro y podrá ser visitada entre el 20 de julio y el 17 de octubre.
rqm