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Era el reino de las sombras. Y ahí estaba Librado García Smarth, quien fue un personaje de origen tan incierto como los borrosos contornos de las figuras que aparecen en sus fotografías. En una entrevista que le hizo Álvaro Tonio para la revista CROM en 1927, el mismo Librado reveló no conocer su edad. Decía haber nacido en una cueva entre la sierra de Sinaloa y Jalisco en una época en que sus padres eran perseguidos, y que su nombre había sido fijado por decisión propia, ya que no figuraba en registros religiosos ni civiles. En ocasiones se definía como sinaloense y en otras como tapatío. Declaraba ser un fotógrafo autodidacta que aprendió leyendo manuales técnicos luego de la curiosidad que le provocó haber sido retratado por un amigo suyo: en el retrato aparecía sobre un alambre (fue saltimbanqui antes de convertirse en fotógrafo) decapitado y sosteniendo su propia cabeza en una de sus manos.
En 1911 dirigió dos estudios fotográficos, uno en Guadalajara y otro en la Ciudad de México. Mantuvo una movilidad constante entre ambas ciudades, incluso en el auge de su carrera, en los años 20; en la segunda mitad de esa década se estableció en la Ciudad de México. Sin embargo, en los años 30 perdimos la pista de Librado García. Su vida no ha sido investigada y su obras es apenas conocida.
La fotografía nunca había sido tan oportuna, exacta y nítida como en la primera década del siglo XX, justo en los años en que Librado aprendió el oficio. Los fotógrafos alcanzaron el dominio de cámaras portátiles y de obturadores rápidos, habían aprendido a controlar emulsiones que permitían capturar imágenes en movimiento.
Frente a la velocidad, el dinamismo y el nuevo grado de precisión fotográfica, surgió una reacción opuesta que se manifestó en el trabajo de Smarth. El Universal Ilustrado publicó imágenes suyas que la revista reconoció como obras artísticas. Sus primeras colaboraciones aparecieron desde 1917, cuando se creó el semanario. Sus fotos lucieron en otras grandes publicaciones, como Revista de Revistas, Jueves de Excélsior y Cúspide, en la Ciudad de México, y en El Informador, en Guadalajara.
Cualidades plásticas. Librado García Smarth emerge junto con Martín Ortiz, Gustavo F. Silva, Hugo Brehme, Juan Ocón y María Santibáñez, como uno de los grandes pictorialistas mexicanos. Al mismo tiempo es considerado un vanguardista, ya que su obra cuenta con rasgos que distinguieron la fotografía moderna en los inicios del siglo XX.
La colocación y las actitudes de sus modelos, los encuadres segmentados —es decir, que no abarcaban la figura completa de las personas o los edificios, sino detalles o fragmentos— y el equilibrio compositivo elaborado a partir de nuevas relaciones geométricas fueron las diferencias de sus obras respecto a la tradición anterior.
La calidad de sus fotografías ha provocado que en años recientes algunas de sus piezas hayan sido atribuidas a Edward Weston y a Tina Modotti, todo esto con el fin de cotizarlas mejor en el mercado. Sin embargo, a diferencia de ellos, que buscaban desarrollar un lenguaje específico de la fotografía distinto al de cualquier otra disciplina artística —entre ellas, la pintura—, Librado García optó por un tratamiento de las imágenes que resaltaba sus cualidades plásticas. Es decir que desde cierto punto de vista, las fotos de Librado guardaban una apariencia similar a la de un dibujo, pintura o grabado.
Un recorrido por la obra. Una imagen de Librado García de título Adoración, fue publicada el 27 septiembre de 1928 en El Universal Ilustrado. El primer plano de la fotografía presenta un grupo de mujeres con la cabeza cubierta por un rebozo, éstas reciben una luz rasante que se instala en lo dramático. Detrás de ellas se eleva la silueta de un oscuro campanario ante el que se inclinan. Se puede imaginar a las campanas sonar. El tronco delgado de un árbol surge de un punto cercano al centro de la fotografía, y se eleva rebasando la torre. El recuadro se inunda del cielo claro, y en un punto muy alto, la copa del árbol remata la imagen. La actitud de recogimiento, de una silenciosa evocación, está presente en este cuadro.
Tiempo después, el 19 de septiembre de 1929 apareció en El Universal Ilustrado la página “Rincones mexicanos”. Ésta agrupa tres fotografías de arquitectura virreinal en las que aparecen “iglesias, manchadas de hiedra, y durmiendo el sueño de los siglos”. Librado García juega con los puntos de vista y nos muestra los vértices donde se unen las paredes. En los espacios segmentados por el visor fotográfico dominan los espacios sombríos. Los muros de conventos y las torres eclesiales son una presencia que se repite continuamente, pero nunca los encuadres abarcan la totalidad de los edificios.
Librado García también publicó escenas costumbristas que destacan “lo mexicano” y que idealizan el entorno rural, de la misma manera que hicieron fotógrafos contemporáneos suyos como Carlos Muñana, Luis Márquez, Rafael García y Rafael Carrillo Jr.
Una imagen publicada el 23 de diciembre de 1926 nos presenta una pareja de indígenas, la mujer se encuentra envuelta en un rebozo y mira sonriente hacia la cámara, muestra al espectador un platón de barro delicadamente decorado. Detrás de ella se asoma un hombre de bigote que cubre su cabeza con una canasta y también mira al fotógrafo. La presencia del rebozo, el platón artesanal, la canasta y la fisonomía de los personajes nos reflejan los impulsos nacionalistas por los que Carlos Noriega Hope llamó a Librado García “El indígena de la cámara”.
Otro tema visitado por Librado García Smarth fue la tehuana. Una silueta personificada en una ocasión por la bailarina y coreógrafa estadounidense Rosa Rolanda fue publicada en El Universal Ilustrado el 30 de diciembre de 1926. Rolanda fue también retratada por fotógrafos y pintores como Diego Rivera, Roberto Montenegro, Tina Modotti, Edward Weston, su esposo Miguel Covarrubias e incluso por Man Ray. La Rolanda de Librado García es una tehuana melancólica, plena de sutilezas, que aparece de perfil y con los ojos cerrados. Al fondo, se aprecia un telón pintado con palmeras.
Sobre el trabajo del fotógrafo, el político y pintor jalisciense José Guadalupe Zuno relataba que éste preparaba esos decorados al lápiz plomo y a la acuarela. Pintura y fotografía se encuentran entreveradas en los ejercicios visuales de Smarth.
Para El Universal Ilustrado, Librado García también retrató a la tonadillera española Teresita Zazá; a la bailarina y poeta Meri Hughes, y a la bailarina y coreógrafa Gloria Campobello. Otras señoritas de mantilla y peineta alta posaron para su lente; mujeres lánguidas, introspectivas o altivas fueron presentadas en siluetas o en retratos en los que la atmósfera que las envuelve es espesa y luminosa. Otras más despliegan tras de sí sus delicadas sombras. Así también fueron las fotografías de desnudo que Librado García hizo del pintor y coleccionista Chucho Reyes Ferreira, que se publicaron sin firma el 30 de diciembre de 1920, y que fueron atribuidas como figura de Reyes Ferreira por el investigador Carlos Córdova. En ellas, las sombras se expanden, se extienden, hasta el límite del recuadro. Un universo de sombras: el paraíso de Smarth.