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El acoso sexual en la calle que sufrió la periodista Andrea Noel es uno de los incontables casos que a diario se dan en la Ciudad de México, que ocurren en todas las clases sociales, contra mujeres y también hombres, y que constituyen una violencia que no se mide.

Algo ha cambiado en el acoso: ahora hay filmaciones por ejemplo, una modalidad que se suma a los “piropos”, masturbaciones y persecuciones. Otro cambio es la respuesta de asociaciones civiles, colectivos y personas, muchos de los cuales trabajan con artistas. Entre las acciones está la Semana Internacional contra el Acoso Sexual Callejero y la Movilización Nacional Contra las Violencias Machistas, programada para el domingo 24 de abril. Pero el cambio no para ahí: a las acciones han venido reacciones, muchas de éstas más violentas que el acoso mismo.

Frente al acoso sexual en los espacios públicos el arte es un medio para confrontar y concientizar; una vía para llevar la discusión a la escena pública y construir una reflexión de avanzada; es dejar una semilla y crear en colectivo, y es hablar del tema con un lenguaje diverso, lúdico y creativo.

La fotógrafa Cerrucha advierte que “el lenguaje se presta para que estemos siendo violentadas todo el tiempo de una manera sutil”.

La artista Mónica Mayer, quien en 1977 hizo la que quizás fue la primera pieza en México sobre el acoso sexual, El Tendedero, que ha sido reactivada en su exposición en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), concluye que la violencia del acoso sexual se ha naturalizado, que se acepta como algo inevitable: “En el transporte público, al separar hombres y mujeres, sí es más cómodo, sí vamos más tranquilas, pero hay una naturalización de la violencia: a los hombres se les refuerza que son agresivos, y a las mujeres que somos incapaces de defendernos y de cambiar una situación por medio de la solidaridad y de la educación. ¿Qué sigue? ¿Calles y ciudades separadas para hombres y mujeres? Una cosa es reconocer que hay acoso y otra es aceptar ‘así son los hombres y así somos las mujeres’. Y ni así son los hombres ni así somos las mujeres”.

Ana Karen, de Las Hijas de Violencia, tres jóvenes que con su canción y video Sexista Punk han alcanzado 3 millones de repeticiones en el mundo en Facebook (pero que también les ha costado amenazas) opina: “Tenemos que arrebatar el derecho de caminar libres y felices por el espacio público. Nos dicen: ‘¿por qué hablar de eso si hay cosas peores?’ Creemos que si llegamos a esos niveles (violaciones y feminicidios) es porque estamos tolerando estos niveles de acoso callejero. No todos los acosadores son violadores, pero lo cierto es que ejercen una violencia contra nuestros cuerpos”.

Josefina Millán Horita, de la A.C. Habitajes, que través de sus programa "CoHabita" creó el taller "Apropiaciones del espacio público ante el acoso sexual en el transporte público", advierte: “Lo que no se mide no se atiende”. De ahí que la A.C. propone un observatorio de violencia en espacios públicos hacia las mujeres, porque ese delito no se ha tipificado ni se ha caracterizado: “Aunque existe en el Código Penal la figura de acoso sexual, es muy problemática porque los instrumentos para medir esa denuncia no corresponden al tipo de violencia de acoso en el espacio público; hay acoso con tocamientos, besos, con los mal llamados piropos, bocinazos, jadeos, susurros, gestos obscenos, comentarios sexuales, toma de fotos y videos no consentidos, exhibicionismo, persecuciones, arrinconamientos y masturbación”.

Los hallazgos. “A los siete años, un vecino”, “como a los 10 años, un familiar”, son dos de las más de 4 mil respuestas escritas en la pieza de Mayer, El Tendedero, en el MUAC, que pregunta cuándo fueron acosados por primera vez, si les ha pasado en la escuela, qué harían si son acosados y la experiencia de acoso más reciente. Entre las respuestas hay casos de hombres, y muchos en la universidad; Mayer también se sorprendió al encontrar tantas respuestas de acoso a niñas: “A mí misma me movió el tapete porque recordé que me pasó a los ocho o 10 años, caminando en la calle, y no me atreví a decir nada. Es una experiencia muy común, de la que tampoco se habla. Estamos tan acostumbradas a no hacer nada que, me da la impresión, nos paralizamos. Tenemos una cultura de quedarnos calladas por una educación de no responder, de toda la vida”.

El trabajo de Habitajes, a través de su programa "CoHabita", tiene tres líneas de acción: talleres sobre mitigación de impacto de experiencias de acoso que han tenido mujeres; visibilización por medio de campañas y piezas artísticas, y legislación o incidencia en política pública. Aunque trabajan con artistas, hacen piezas comunitarias. Josefina Millán explica: “El artista aporta una forma, una calidad estética, pero la fuerza y contenido surge de la comunidad. Lo que está pasando en el arte es de avanzada; nos lleva pensar en lo que está pasando en la sociedad. En México, quien ha visibilizado la violencia en espacios públicos es la sociedad civil, y las instituciones están volteando y están obligadas a tomar en cuenta la experiencia que se tiene”.

Cerrucha mezcla arte y activismo; su proyecto Invisible ha llegado a otros países y recogido frases de violencia machista en Norteamérica, Europa y África. Invisible, en un primer momento, mostró cómo se perpetuaba el machismo en el lenguaje “con frases que se han tatuado en el inconsciente colectivo, y dado pie a una sociedad más desigual”, explica la fotógrafa. Luego fue invitada por Habitajes al taller para 20 mujeres: “En conjunto creamos una campaña visual sobre el acoso en el espacio público. Se decidió que fuese una campaña dirigida a las mujeres y a empoderar qué queremos ver en las calles. Se hicieron frases que se tatuaron en sus cuerpos, y tomé los retratos”. En éstos se lee, por ejemplo: “Salgo a la calle vestida como quiero”, “Sola y feliz, en mi casa y en la calle” o “El espacio es público, mi cuerpo no”. Estas piezas se exponen en el Centro Cultural España y se presentaron en postales con 10 respuestas frente al acoso, a las que se llegaron en el mismo taller: https://redreapropiaciones.tumblr.com/post

Las Hijas de Violencia. “Eso que tú hiciste hacia a mí se llama acoso. Si tú me haces eso, de esta forma yo respondo. No tienes derecho y lo que haces es de un cerdo”, cantan las artistas Ana Karen, Ana Beatriz y Betsabeé en Sexista Punk. En su video, al ser atacadas, responden apuntando al acosador y le disparan confeti. Inspiradas por la española Ana Murillo y las Pussy Riot, las Hijas de Violencia buscan denunciar, con música, performance y video, que el acoso trae consigo otras violencias:

“Llevamos el performance a la calle, con bocinas, con micrófonos, es una denuncia pública. Muchas mujeres mostraron empatía, pero otros sectores comenzaron a atacar el proyecto con el discurso de que ‘violencia genera más violencia’, cuando en realidad respondemos a lo que nos están haciendo y respondemos de manera simbólica, porque justo disparamos confeti”.

Ana Karen cuenta que tras la viralización del video recibieron amenazas de secuestro y violación:

“Con la acción lanzamos el mensaje a las demás mujeres para que respondan, para convertirnos en activas en el espacio público; no sólo en cuerpos pasivos que son observados y sexualizados. La dinámica en el espacio público es un juego de poder en el que a la figura masculina se le ha educado para acosar a la femenina porque eso reafirma su masculinidad”.

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