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La controversia que rodea siempre a las obras atribuidas a Caravaggio empapa a un cuadro encontrado hace doce años en un trastero de Toulouse y cuyos propietarios presentaron ayer en París acompañado de un racimo de indicios y peritajes que apuntan a su autenticidad.
Mostrado por vez primera a la prensa, el cuadro, un óleo sobre lienzo de 144 por 173.5 centímetros, representa a Judith decapitando a Holofernes y tiene por delante camino para demostrar que salió de los pinceles del lombardo.
Eso cambiaría la vida de esta tela encontrada en 2004 por casualidad en un falso techo de un trastero de la región de Toulouse, en el sur de Francia, cuando los propietarios de una casa se vieron obligados a cerrar una fuga de agua.
Pese a que el estilo y la temática apuntan a que se trata de un caravaggio, el pintor lombardo nunca firmaba sus cuadros y su obra fue objeto de infinidad de copias, lo que dificulta siempre la atribución de las mismas.
El experto francés Eric Turquin, cuya casa de tasación ha sido elegida por los dueños para determinar su autenticidad, sostiene sin embargo que en esta ocasión todo hace indicar que es una auténtica pintura del italiano.
"Ningún trabajo de Caravaggio hallado ha tenido un total consenso, siempre hay controversias", reconoce el experto.
Sabedor de que en esta batalla es juez y parte, Turquin se apoyó sobre todo en el análisis de Nicola Spinoza, exdirector del Museo de Nápoles y considerado uno de los grandes especialistas en la obra de Caravaggio.
Según su peritaje, presentado en París, "la iluminación particular, la energía típica de Caravaggio, sin correcciones, con un pulso firme, y las materias pictóricas, hacen pensar que este cuadro es auténtico".
"Hay que reconocer en la tela un auténtico original del maestro lombardo (...) aunque no tenemos ninguna prueba tangible e irrefutable", agrega el especialista, que reconoce que sobre el maestro italiano (1571-1610) "siempre habrá más controversias que expertos".
Los del Museo del Louvre, que lo pudieron analizar durante tres semanas, no fueron concluyentes, pero su opinión ha servido para que el Ministerio francés de Cultura firmara un decreto en el que, a título preventivo, prohibía que el cuadro abandonara el territorio francés.
Otra prueba para Turquin de que hay indicios de que la obra pertenece al lombardo.
Gracias a testimonios de la época se sabe que Caravaggio pintó un Judith decapitando a Holofernes.
El gabinete Turquin ha podido seguir la huella a través de una copia atribuida al pintor flamenco Louis Finson, del que se conoce que tuvo contacto con el pintor lombardo.
El testamento de Finson señalaba, además, que el flamenco tenía dos cuadros de Caravaggio, una Virgen del Rosario y otro en el que aparecían Judith y Holofernes, del que se pierde el rastro a su muerte.
Además, el italiano pintó otra versión de Judith decapitando a Holofernes, que se encuentra en la Galería Nacional de Arte Antiguo del Palacio Barberini de Roma, pintada probablemente en 1599.
Los expertos de Turquin sostienen que el presentado hoy fue pintado entre 1600 y 1610, al final de la vida del artista.
En el siglo XVIII su rastro lleva hasta España, donde sirvió, en el ejército napoleónico, un descendiente de los propietarios del cuadro.
Durante el último siglo y medio todo apunta a que durmió, escondido, en el trastero de una casa del sur, donde fue rescatado y pronto identificado como valioso por un especialista, que lo envió enseguida a París.
Para Turquin se trata "del cuadro más importante encontrado en el último cuarto de siglo de uno de los genios de la pintura universal".
Y el más importante que ha tenido el experto en sus manos, según confesó ante los periodistas y como demuestra que durante años, a la espera de confirmar su autenticidad, lo mantuvo colgado en los muros de su propia casa.
Ahora, el gabinete que dirige lo ha tasado en no menos de 120 millones de euros.
sc