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En 2005, el Premio Pritzker, conocido como el Nobel de la Arquitectura, regresó a manos de un estadounidense, el arquitecto Thom Mayne.

Mayne es autor de un estilo que mezcla el arte y la tecnología y, en palabras del jurado que le otorgó el reconocimiento, “su carrera se ha caracterizado siempre por su deseo de crear una arquitectura ‘original’, una de las pocas que representan perfectamente el estilo del sur de California y, en especial, de Los Ángeles”.

El líder del grupo interdisciplinario Morphosis visitó el país como parte del programa de Mextrópoli. Festival Internacional de Arquitectura y Ciudad 2016. En entrevista con EL UNIVERSAL, Mayne se refirió a su visión de la arquitectura y otros temas.

Apuntó que en su conferencia discutiría la arquitectura desde otros puntos de vista: social y urbano, y que buscaría un diálogo al respecto: “Casi nadie habla de las relaciones entre los sistemas urbanos”, afirmó.

Acerca de la capital mexicana, el cofundador del Instituto de Arquitectos del Sur de California (SCI-Arc) consideró que “lo más interesante de la Ciudad de México se encuentra a nivel urbano. Estamos viendo una ciudad que como Bangkok, Sao Paolo o muchas otras se están convirtiendo en naciones, son ciudades de más 20 millones de habitantes”.

Afirmó que estas urbes comienzan a presentar problemáticas específicas por su crecimiento, que van desde el uso y generación de recursos, la población o el transporte: “(Capitales así) tienen grandes problemas de infraestructura y están llegando a un lugar crucial en términos de sustentabilidad, abasto de servicios, transporte y lo que significa para el ser humano en términos de un entorno habitable”.

Al referirse a la arquitectura, precisó que “aquí es muy interesante, por supuesto. No es algo de qué quejarse, más que de lo urbano”; en su opinión, “siempre van juntos y es lo que hay que abordar”. Agregó que “(la capital de México) es un lugar ideal para hacer investigación, para que muchos arquitectos puedan desarrollar proyectos muy interesantes”.

A modo de queja, Mayne señaló sobre la ciudad que parece que sus problemas no son del interés de nadie: “Si no se trabaja el problema desde un punto de vista científico llega un momento en el que se quiebra. Todo se ve a plazos cortos, desde el sistema político, económico y empresarial”. Con voz firme aseguró: “Pareciera que nuestros líderes, en especial los políticos, simplemente no piensan en sus nietos, sólo en acumular bienes y riqueza. Las ciudades operan hoy, claramente, en términos biológicos. Esto tiene que ser visto desde la academia e involucrar a gente joven”.

Pritzker, Morphosis y “Bad boy”. Del mote con el que lo han señalado, “El chico malo de la arquitectura”, Mayne dijo: “¡Ah ‘el chico malo’, todo mundo lo dice! ¿Parezco el chico malo? Ni siquiera sé por qué. Soy el chico malo porque la gente lo ha leído. Mis hijos me dicen: ‘Papá, tienes 72 años y te siguen llamando ‘El chico’’. Tengo un tatuaje que tiene que ver con eso, inclusive. La verdad, hablo muy fuerte, muy frontal, con lenguaje real. Por eso, a veces, soy percibido como el chico malo, aunque en realidad soy un buen chico”.

Sobre lo que significó haber ganado el Pritzker, contestó: “Fue divertido. Era mi cumpleaños, estaba en Nueva York, iba camino a casa y recibí una llamada. No lo esperaba, ¿qué puedo decir? Fue agradable”. Expresó que nada cambió en su vida personal, pero aceptó que “algo como el Pritzker te pone en otra categoría.”

Del grupo Morphosis, conjunto interdisciplinario que dirige, refirió que “una de las grandes dificultades de la arquitectura es que tienes que construir tu propia historia y ganarte un lugar en el mundo para poder existir, (por lo que) hasta que Morphosis existió, Thom Mayne también. Sin Morphosis no hubiera tenido trabajo”.

Añadió que cuando eligieron el nombre comprendieron que estaban interesados en muchos asuntos: mobiliario, diseño industrial, edificios de muchas escalas. “El nombre tiene que ver con eso: la forma”.

A la pregunta de ¿por qué estudió arquitectura?, Mayne respondió: “Fui muy afortunado. No tenía idea, estaba estudiando la preparatoria. Era un chico conflictivo. Tomando una clase de arquitectura, participé en un concurso e, inesperadamente, gané. Yo no era nadie, vivía en un suburbio en Los Ángeles. Así que decidí ir a la escuela de arquitectura. Ahora lo veo en retrospectiva y pienso que la arquitectura no es a lo que me dedicó, es lo que soy”.

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